Información del libro

Plan y el reposo de Dios, Elpor Watchman Nee

ISBN: 0-7363-0333-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 1 Sección 1 de 5

EL PLAN Y EL REPOSO
DE DIOS

Lectura bíblica: Gn. 1:26—2:3; 2:18-24; Ef. 5:22-32; Ap. 12; 21:1—22:5

Estos cuatro pasajes de la Escritura mencionan a cuatro mujeres. En Génesis 2 la mujer es Eva; en Efesios 5 es la iglesia; en Apocalipsis 12 es la mujer que aparece en la visión; y en Apocalipsis 21 es la esposa del Cordero.

Que Dios nos conceda Su luz para que veamos cómo estas cuatro mujeres se relacionan entre sí y qué relación tienen con Su plan eterno. Entonces podremos ver la posición que ocupa la iglesia y la responsabilidad que ésta tiene con relación a este plan, y la manera en que los santos que vencen lo realizarán.

EL PROPOSITO DE DIOS
AL CREAR AL HOMBRE

¿Por qué creó Dios al hombre y con qué propósito lo creó?

Dios nos da la respuesta en Génesis 1:26 y 27. Estos dos versículos son muy significativos ya que nos revelan el hecho de que la creación del hombre fue sumamente especial. “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Este era el plan que Dios tenía al crear al hombre. “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Esto nos habla de la clase de hombre que Dios quería. Es decir, Dios estaba diseñando un “modelo” para el hombre que estaba a punto de crear. El versículo 27 presenta la creación del hombre: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Y el versículo 28 añade: “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.

En estos versículos podemos ver la clase de hombre que Dios deseaba. Dios quería un hombre que señorease en la tierra; sólo así estaría satisfecho.

¿Cómo creó Dios al hombre? Lo creó a Su propia imagen. El quería que el hombre fuera como El. De ahí que es evidente que la posición del hombre en la creación es única. De todos los seres que Dios creó, únicamente el hombre fue hecho a Su imagen. Dios propuso en Su corazón que el hombre fuera totalmente distinto a las demás criaturas, y lo hizo a Su imagen.

En los versículos 26 y 27 podemos notar algo extraordinario; el versículo 26 dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen...”, y en el versículo 27 dice: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. En el versículo 26 el pronombre nuestra está en plural, mientras que en el 27, a su [imagen], está en singular. Al decidir la Deidad en el versículo 26, dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Gramaticalmente el versículo 27 debería decir: “Y Dios creó al hombre a la imagen de ellos”. Sin embargo, es extraño que el versículo 27 diga: “Y creó Dios al hombre a su imagen”. ¿Cómo podemos explicar esto? Entendiendo que la Deidad está conformada por tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu. De estos tres sólo uno posee imagen, el Hijo. Cuando la Deidad estaba planeando la creación del hombre, la Biblia especifica que el hombre sería hecho a nuestra imagen (ya que los tres de la Deidad son uno solo, se dijo nuestra imagen); pero en el preciso momento de crear al hombre, la Biblia dice que lo hizo a su imagen. Este su [en singular] denota al Hijo. Por consiguiente, Adán fue hecho a la imagen del Señor Jesús. Adán no precedió al Señor Jesús. Cuando Dios creó a Adán, lo creó a la imagen del Señor Jesús. Esta es la razón por la cual dice: “A su imagen” en vez de decir “a la imagen de ellos”.

El propósito de Dios ha sido obtener un pueblo hecho a la imagen de Su Hijo. Romanos 8:29 habla de este propósito: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que El sea el Primogénito entre muchos hermanos”. Dios desea tener muchos hijos, y que todos ellos tengan la semejanza de Su Hijo. De esta manera, Su Hijo ya no será el Unigénito, sino el Primogénito entre muchos hermanos. La intención de Dios es obtener un pueblo así. Si vemos esto, comprenderemos cuán valioso es el hombre y nos regocijaremos siempre que el hombre se mencione. ¡Cuánto valora Dios al hombre! ¡El mismo se hizo hombre! El propósito de Dios es obtener al hombre. Cuando lo logra, Su plan se realiza.

Dios cumple Su plan y satisface Su necesidad por medio del hombre. ¿Qué requiere Dios del hombre que creó? Que señoree. Cuando Dios lo creó, no lo predestinó para que cayera; la caída no sucedió en el capítulo uno de Génesis, sino en el capítulo tres. Cuando Dios planeó la creación del hombre, tampoco predestinó que éste pecara ni determinó de antemano que lo redimiría. Al decir esto no subestimamos la importancia de la redención; sólo afirmamos que la redención no fue ordenada de antemano por Dios. Si hubiera sido así, entonces el hombre necesariamente debía pecar; y Dios no predeterminó que esto sucediera. De acuerdo con el plan de Dios, cuando El creó al hombre sólo estableció que señorearía, lo cual se revela en Génesis 1:26. Dios nos revela Su deseo y el secreto de Su plan en estas palabras: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Este era el propósito de Dios al crear al hombre.

Tal vez algunos se pregunten por qué Dios tiene ese propósito. La respuesta se halla en el hecho de que un ángel de luz se rebeló contra El antes de la creación del hombre y vino a ser el diablo. Satanás cayó y pecó; aquel que era la estrella de la mañana se convirtió en el enemigo de Dios (Is. 14:12-15). Por eso Dios retiró Su autoridad de Su enemigo y la entregó al hombre. Dios creó al hombre, entonces, para que señoreara en lugar de Satanás. ¡Cuánta gracia divina encontramos en la creación del hombre!

Dios no sólo quería que el hombre señoreara, sino que le señaló un área específica donde ejercer su dominio. Podemos ver esto en Génesis 1:26: “...y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra”. La tierra era el área donde el hombre ejercería su dominio. Dios no sólo le dio dominio sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sino que además le mandó que señoreara sobre “toda la tierra”. La jurisdicción que Dios asignó al señorío del hombre fue la tierra. El hombre se encuentra especialmente relacionado con la tierra. Cuando Dios planeó la creación, no centró Su atención en la tierra, pues después de crear al hombre, claramente le indicó que él debía señorear sobre ella. Los versículos 27 y 28 dicen: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla...” Dios recalcó que el hombre debía “llenar la tierra y sojuzgarla”. Dominar los peces del mar, las aves de los cielos y todo ser que se arrastra sobre la tierra era secundario; lo primordial era sojuzgar la tierra.

En Génesis 1:1-2 leemos: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”. Estos dos versículos pueden ser entendidos con más claridad si se traducen directamente del hebreo. En el versículo 1 los cielos están en plural y se refieren a los cielos de todas las estrellas. (La tierra tiene su cielo, y asimismo las estrellas.) La traducción literal del versículo 2 sería: “Y la tierra quedó desordenada y vacía; y las tinieblas se posaron sobre la faz del abismo”. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”; no había conflictos ni problemas ni en los cielos ni en la tierra, pero luego algo sucedió: “Y la tierra quedó desordenada y vacía”. La palabra “estaba” de Génesis 1:2: “Y la tierra estaba desordenada y vacía” es la misma que se usa en Génesis 19:26, donde se narra que la esposa de Lot se volvió estatua de sal. La esposa de Lot no nació siendo estatua de sal, sino que se volvió estatua de sal. De la misma manera, la tierra no estaba desordenada y vacía cuando fue creada, sino que se volvió desordenada y vacía. Dios creó los cielos y la tierra, pero “la tierra se volvió desordenada y vacía”. Esto revela que el problema no está en los cielos, sino en la tierra.

En estos versículos podemos ver que el centro de todos los problemas del universo es la tierra. Dios lucha por la tierra. El Señor Jesús nos enseñó a orar: “Santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:9-10). Según el significado del idioma original, la frase “como en el cielo, así también en la tierra” modifica las tres cláusulas que la preceden, no sólo a la última. En otras palabras, el significado original es: “Santificado sea Tu nombre, como en el cielo, así también en la tierra. Venga Tu reino, como en el cielo, así también en la tierra. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Todo esto revela que no hay problema en el cielo, y que todo el problema está en la tierra. Después de la caída del hombre, Dios le dijo a la serpiente: “Sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” (Gn. 3:14). Esto significa que la tierra sería la esfera donde la serpiente operaría y sobre la cual se arrastraría. La esfera donde Satanás opera no es el cielo sino la tierra. Si el reino de Dios ha de venir a la tierra, Satanás debe ser echado fuera. Si la voluntad de Dios ha de ser hecha, debe ser hecha en la tierra. Y si el nombre de Dios ha de ser santificado, debe ser santificado en la tierra. Todos los problemas están en la tierra.

En Génesis hay dos palabras muy significativas. Una es “sojuzgadla” (Gn. 1:28), la cual puede también traducirse “sometedla”; la otra es “guardase” (Gn. 2:15). En estos versículos vemos que Dios le ordenó al hombre sojuzgar y guardar la tierra. La intención original de Dios era darle al hombre la tierra para que habitase en ella; Su intención no era que la tierra estuviera desolada (Is. 45:18). Dios quería impedir por medio del hombre que Satanás se apoderara de la tierra, pero el problema era que éste estaba sobre la tierra e intentaba hacer una obra de destrucción en ella. Por lo tanto, Dios quiso que el hombre la arrebatara de la mano de Satanás.

Otro asunto que debemos notar es que, siendo exactos, Dios instó al hombre no sólo a recuperar la tierra sino también el cielo que está relacionado con ésta. En las Escrituras se ve una diferencia entre “los cielos” y “el cielo”. “Los cielos” son el lugar donde se encuentra el trono de Dios y donde El ejerce Su autoridad; mientras que “el cielo” muchas veces denota el cielo que está relacionado con la tierra, el cual Dios también quiere recobrar (véase Ap. 12:7-10).

Algunos podrían preguntar: ¿Por qué Dios mismo no arroja a Satanás al abismo o al lago de fuego? A lo cual respondemos: Dios puede hacerlo, pero El no quiere hacerlo solo. No sabemos por qué, pero sí sabemos cómo lo va a hacer. Dios quiere usar al hombre para eliminar a Su enemigo, pues con este propósito creó al hombre. Dios quiere que la criatura confronte a la criatura. El intenta que el hombre, Su criatura, haga frente a Satanás, la criatura caída, con el fin de que la tierra sea recuperada para El. Dios creó al hombre con este propósito.

Leamos de nuevo Génesis 1:26: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra...” Se esperaría que allí terminara la oración, pero se añadió otra cláusula: “...y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”, en la cual podemos ver que las criaturas que se arrastran ocupan una posición importante, si así no fuera, Dios no las habría mencionado después de concluir con “toda la tierra”. Esto implica que para que el hombre tenga dominio sobre toda la tierra, no debe pasar por alto lo que se arrastra, porque el enemigo de Dios tomó el cuerpo de una criatura que se arrastra. La serpiente que aparece en Génesis 3 y los escorpiones que se mencionan en Lucas 10 son animales que se arrastran sobre la tierra. No sólo se menciona la serpiente, que representa a Satanás, sino también los escorpiones, que representan a los espíritus malignos inmundos y pecaminosos. El territorio de la serpiente y de los escorpiones es la tierra. Vemos una vez más que el problema está en la tierra.

Por lo tanto, debemos distinguir la diferencia que existe entre la obra de salvar almas y la obra de Dios. En muchas ocasiones salvar almas no es necesariamente la obra de Dios. Cuando un alma es salva, se resuelve el problema del hombre, pero la obra de Dios requiere que el hombre ejerza autoridad y dominio sobre todas las cosas creadas. Dios requiere que haya autoridad en Su creación, y escogió al hombre para que sea esa autoridad. Si nosotros mismos como simples seres humanos fuéramos la meta de Dios, entonces toda nuestra búsqueda y nuestro anhelo serían simplemente amar más al Señor, ser más santos, tener más celo y salvar más almas. Todas estas metas indudablemente son buenas, pero están centradas en el hombre, pues sólo tienen en la mira el beneficio del hombre; pero las obras y las necesidades de Dios son completamente descuidadas. Debemos darnos cuenta de que Dios tiene ciertas necesidades. No nos encontramos en esta tierra solamente para satisfacer las necesidades humanas sino primordialmente para satisfacer las necesidades de Dios. Damos gracias a Dios porque El nos encomendó el ministerio de la reconciliación, pero aun si hubiéramos salvado a todas las almas del mundo, no por eso habríamos realizado la obra de Dios ni satisfecho Sus requerimientos. Existen la obra de Dios y la necesidad de Dios. Cuando Dios creó al hombre, indicó lo que El necesitaba, y mostró Su necesidad de contar con un hombre que señoreara y expresara Su dominio sobre toda la creación, y que además proclamara Su triunfo. Gobernar en nombre de Dios no es insignificante; es algo grandioso. Dios necesita hombres en los que pueda confiar y que no le fallen. Esta es la obra de Dios, y lo que El desea obtener.

No menospreciamos la obra de la predicación del evangelio, pero si nuestra obra está limitada a la predicación del evangelio y a salvar almas, no le estamos causando pérdidas fatales a Satanás. Si el hombre no recupera la tierra de manos de Satanás, aún no ha alcanzado el propósito que Dios tuvo al crearlo. Cuando salvamos almas por lo general beneficiamos al hombre, pero hacer frente a Satanás trae beneficio a Dios. Salvar almas resuelve la necesidad del hombre, pero enfrentar a Satanás satisface la necesidad de Dios.

Hermanos, esto requiere que paguemos un precio. Sabemos que los demonios pueden hablar. Un demonio dijo en una ocasión: “A Jesús conozco, y sé quien es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?” (Hch. 19:15). Cuando nos encontremos con un demonio, ¿huirá de nosotros? Cuesta predicar el evangelio, pero enfrentar a Satanás cuesta mucho más.

El asunto no radica en dar un mensaje o una enseñanza, sino que requiere nuestra práctica constante, y el costo es extremadamente alto. Si Dios ha de utilizarnos para derribar todas las obras y la autoridad de Satanás, debemos obedecer a Dios de una forma completa y absoluta. Al llevar a cabo otras obras no es tan importante si preservamos un poquito de nuestro yo, pero cuando se trata de enfrentar a Satanás, no podemos darnos el lujo de dejar ni un palmo de terreno a nuestro yo. Podemos ser algo consecuentes con nosotros mismos al estudiar la Palabra, predicar el evangelio, servir a la iglesia o a los hermanos; pero cuando tenemos que encarar a Satanás, debemos abandonar nuestro yo por completo. Nunca podremos vencerlo si preservamos nuestro yo. Que Dios abra nuestros ojos para que veamos que Su propósito requiere que nos dediquemos por completo a El. Una persona de doble ánimo nunca podrá enfrentar a Satanás. Que recibamos en nuestros corazones esta palabra de parte de Dios.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top