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Estudio-vida de Colosensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0342-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 18 de 65 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE COLOSENSES

MENSAJE DIECIOCHO

CRISTO, EL MISTERIO DE DIOS

Lectura bíblica: Col. 2:2-3, 9; 1:19

Al final de Colosenses 2:2, Pablo habla del “pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo”. El libro de Efesios trata del misterio de Cristo, que es la iglesia, Su Cuerpo (Ef. 3:4). El tema de este libro es el misterio de Dios, que es Cristo, la Cabeza. Es crucial que conozcamos a Cristo no solamente como nuestro Salvador y Señor, sino también como el misterio de Dios.

Todos los cristianos aman al Señor Jesús. Lo único que los diferencia en este respecto es el grado del amor que tienen por Él. Incluso un creyente que se ha alejado del Señor, le ama hasta cierto grado. La medida de nuestro amor por el Señor depende de cuánto le conocemos y de cuánto hemos visto de Él. Por ejemplo, un niño puede apreciar más el estuche que guarda la joya que la joya misma. Esto muestra que el grado de nuestro aprecio determina la medida de nuestro amor. Por lo tanto, cuanto más conozcamos al Señor Jesús y lo apreciemos, más lo amaremos. Es por eso que debemos avanzar y procurar conocer más al Señor Jesús, no solamente como nuestro Salvador y Señor, sino también como el misterio de Dios.

No obstante, si hemos de conocer a Cristo como el misterio de Dios, debemos experimentar plenamente los asuntos mencionados en Colosenses 2:2. En este versículo, Pablo dice: “Para que sean consolados sus corazones, entrelazados ellos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de la plena certidumbre de entendimiento, hasta alcanzar el pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo”. La palabra “hasta” significa “dando por resultado”. Si los corazones de los colosenses fueran consolados y entrelazados en amor, esto daría por resultado todas las riquezas de la plena certidumbre de entendimiento, un entendimiento que, sin lugar a dudas, está relacionado con el misterio de Dios, que es Cristo.

LA NECESIDAD DE EJERCITAR TODO NUESTRO SER

No podemos contactar al Señor ni conocerlo como el misterio de Dios si no ejercitamos nuestro espíritu. Como veremos, debemos ejercitar todo nuestro ser. Cada una de las partes del ser humano —espíritu, alma y cuerpo— es muy compleja. Si usted dedica tiempo para examinarse en el espejo, se asombrará de la complejidad de su cuerpo físico. El organismo del ser humano no es sencillo. Por ejemplo, nuestra alma consta de mente, parte emotiva y voluntad. Además, nuestro espíritu se compone de conciencia, intuición y comunión. Si hemos de recibir la revelación del Cristo que es el misterio de Dios, debemos ejercitar cada parte de nuestro ser.

Dios en Sí mismo es un misterio, y Cristo es el misterio de este misterio. Por supuesto, para conocer cabalmente a Cristo como misterio de Dios, no basta con leer la letra de las Escrituras. Para ello es necesario que ejercitemos nuestro espíritu, ya que Cristo mora en él. No considere jamás a Cristo un simple objeto que podemos conocer mentalmente. Él es el Cristo crucificado y resucitado y, como tal, está sentado en el trono en los cielos y también mora en nuestro espíritu. Por consiguiente, es indispensable que ejercitemos nuestro espíritu para tener contacto con Él. Esto implica que debemos abrir nuestro ser desde lo más profundo e invocar Su nombre. El espíritu es la parte más recóndita de nuestro ser, es aun más profunda que el corazón y las partes del alma. Por consiguiente, ejercitar nuestro espíritu significa abrir la parte más profunda de nuestro ser a fin de invocar el nombre del Señor Jesús y tener contacto con Él, quien es esta persona viva que mora en nosotros.

Nosotros somos seres complejos, pero Cristo es mucho más complejo. Para conocerlo, no sólo se requiere que ejercitemos nuestro espíritu, sino también que nuestro corazón sea consolado, es decir, que reciba un cuidado tierno y cálido. Además, se requiere que tengamos una mente sobria, una parte emotiva regulada y una voluntad sometida. Cada parte de nuestro ser debe ser apropiada y funcionar de una manera normal. Es por eso que Pablo relaciona el hecho de que los corazones sean consolados con la necesidad de obtener el pleno conocimiento de Cristo como misterio de Dios.

En 2:2 Pablo prosigue a hablar de todas las riquezas de la plena certidumbre de entendimiento. La consolación del corazón debe de tener un resultado. En este caso, el resultado es que se obtienen todas las riquezas de la plena certidumbre de entendimiento. Por ejemplo, debemos tener completa certidumbre en cuanto al terreno de la iglesia. Algunos santos afirman que entienden claramente lo que es el terreno de la iglesia y que se han comprometido a sostener dicha verdad, pero en realidad no adoptan una postura definida ni tienen ninguna certidumbre al respecto. A pesar de que tienen fe, no tienen la certeza que produce la perfecta certidumbre.

Permítanme compartirles mi testimonio de cómo llegué a tener plena certidumbre respecto al terreno de la iglesia. En 1932 empezamos a practicar la vida de iglesia en Chifú, mi ciudad natal. Después de varios meses, se levantó una oposición contra nosotros. Antes de que empezáramos a practicar la vida de iglesia, los líderes cristianos de esa ciudad me apreciaban y respetaban. Me consideraban alguien que seguía al Señor Jesús de forma absoluta. Sin embargo, la actitud de ellos cambió cuando comenzaron a entrar en la iglesia muchos creyentes prometedores. Esto molestó a estos líderes, y se circularon rumores negativos acerca de nosotros. Además, los que en otro tiempo me respetaban, ya ni siquiera me saludaban en la calle. Todo esto me preocupó profundamente, e inquirí al Señor acerca de esta situación. Le pedí que me mostrara cuál era el problema, y por más de un mes estuve examinando a fondo este asunto delante del Señor. Finalmente llegué a concluir que, como hombre que soy, tengo que creer en el Señor Jesús; si creo en el Señor, tengo que amarlo; y si lo amo, tengo que seguir el camino de la iglesia. Como resultado, recibí la perfecta certidumbre con respecto al terreno de la iglesia. Ya no solamente tenía la fe, sino también el conocimiento que me permitía tener la certidumbre. Por más de cuarenta y seis años, no he cambiado de parecer con respecto a esta verdad, a pesar de todos los sufrimientos que he tenido que pasar por adoptar esta posición. Algunos colaboradores íntimos míos me traicionaron por temor a enfrentarse con la oposición que esta posición implicaba. Incluso algunos de ellos habían dado mensajes acerca del terreno de la iglesia, pero en realidad no habían adoptado una posición definida. Les faltaba la plena certidumbre de entendimiento que Pablo menciona en 2:2. Él se dio cuenta que en cuanto al misterio de Dios, es decir, Cristo, los creyentes necesitaban la certidumbre que procede de la fe y del conocimiento. Aquellos que tienen esta certidumbre firmemente sostienen esta verdad.

Después de que tomé mi decisión con respecto al terreno de la iglesia, pasé un tiempo con el hermano Nee en Shanghai, durante un período de crisis. Tratando de consolarlo, le dije: “Hermano Nee, soy uno con usted porque sigue el camino del Señor. Puedo asegurarle que si aun llegara a apartarse de este camino, yo no cambiaría de parecer. Yo tengo la perfecta certidumbre en cuanto al camino del Señor respecto a la iglesia”. Esta es la perfecta certidumbre de entendimiento a la que Pablo se refiere en 2:2. En cuanto a Cristo como misterio de Dios, necesitamos fe, conocimiento, certidumbre y perfecto entendimiento.

Los colosenses no tenían la perfecta certidumbre acerca de Cristo. De haberla tenido, no habrían regresado al culto a los ángeles ni habrían aceptado asuntos tales como las observancias, las ordenanzas y las filosofías. Por un lado, ellos habían recibido a Cristo y tenían cierto conocimiento de Él. Por otro lado, su conocimiento de Cristo no tenía la perfecta certidumbre de entendimiento. Los colosenses creían realmente en el Señor Jesús y se aferraban a su fe, pero no poseían todas las riquezas de la perfecta certidumbre de entendimiento. Ellos sabían que Cristo era el Hijo de Dios y le habían recibido; no obstante, debido a que eran bastante inconstantes con respecto a la verdad, también aceptaron distintas observancias, ordenanzas y filosofías.

Si deseamos obtener todas las riquezas de la perfecta certidumbre de entendimiento acerca de Cristo como misterio de Dios, debemos ejercitar cada parte de nuestro ser. No debemos ser inconstantes de ninguna manera. Estoy preocupado por aquellos que, estando en el recobro del Señor, nunca se han ejercitado de una manera plena. Quizás ésta sea la razón por la que no tienen la perfecta certidumbre de entendimiento en cuanto al recobro.

Algunos que anteriormente estuvieron con nosotros por muchos años, solían alabar al Señor por Su recobro y declarar que estaban absolutamente en pro de la vida de iglesia. Sin embargo, con el tiempo se volcaron en contra del recobro y aun lo condenaron. La razón de este cambio es que nunca se ejercitaron plenamente en cuanto al recobro del Señor ni recibieron la perfecta certidumbre de entendimiento al respecto.

¡Cuánto necesitamos ejercitarnos para conocer a Cristo como el misterio de Dios! Debemos ser capaces de decir: “Señor Jesús, no tengo ningún otro interés aparte de Ti. Mi mente, mi voluntad y mi parte emotiva te pertenecen absolutamente. Estoy seguro de lo que creo y sé lo que estoy haciendo en Tu recobro. Estoy dispuesto a dar mi vida por Ti. Si tuviera diez vidas, las daría todas por el recobro. Cada célula de mi ser, Señor, es para Ti”. Si usted ejercita todo su ser de esta manera, recibirá la perfecta certidumbre de entendimiento. No tendrá ninguna duda acerca de lo que está haciendo ni del camino que está siguiendo, sino que tendrá la certidumbre que tienen los mártires cuando entregan sus vidas por el Señor.


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