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Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 27 de 185 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE VEINTISIETE

EL EXODO DE ISRAEL FUERA DE EGIPTO
(2)

Lectura bíblica: Ex. 12:14, 37; 13:1-22; Gn. 50:24-25;
He. 11:22; Jos. 24:32; Ez. 37:1, 10

En este mensaje seguiremos estudiando el éxodo del pueblo de Dios fuera de Egipto. En el mensaje anterior, vimos que Faraón y los egipcios fueron sometidos por Dios; luego echaron a los hijos de Israel fuera de Egipto (12:29-33; 11:1). Los hijos de Israel no tuvieron tiempo de leudar su pan (12:34, 39), pero según el mandato de Dios, despojaron a los egipcios de su plata, oro y vestidos (12:35-36; 3:21-22; 11:2-3). Además, vimos que los hijos de Israel salieron de Egipto con sus hijos, sus ovejas y ganado (12:37-38, 31-32). Su estancia en la tierra gentil había durado cuatrocientos treinta años (12:40-41). La noche de su éxodo fue una noche de vigilia (12:42). Finalmente, cuando los hijos de Israel emprendieron su éxodo fuera de Egipto, habían llegado a ser los ejércitos del Señor (12:41, 51). Por lo tanto, según Exodo 13:18, salieron de Egipto de una manera militar.

En este mensaje, cubriremos cuatro puntos adicionales, que se encuentran en el capítulo trece. En contraste con lo mencionado en el mensaje anterior, estos puntos están relacionados con asuntos espirituales.

Tal parece que el capítulo trece es una inserción entre los capítulos doce y catorce y que el catorce debería seguir directamente al doce. En cierto sentido, esto puede estar correcto. No obstante, desde el punto de vista espiritual, el capítulo trece no es una inserción, sino una continuación clara del capítulo doce.

Todos los puntos mencionados en el capítulo trece se relacionan con la experiencia espiritual por el lado positivo. Por ejemplo, Exodo 13:2 habla de la santificación de los primogénitos. Ciertamente esto representa cierto aspecto de la experiencia espiritual del pueblo de Dios al salir de Egipto. Indica que el propósito de nuestro éxodo fuera del mundo es que seamos santificados para el Señor.

Exodo 13:3-10 habla acerca de un día de conmemoración festejado en el mes de Abib. En ese día de conmemoración, los hijos de Israel no debían comer pan leudado. El día en que los hijos de Israel salieron de Egipto debía ser un día de panes sin levadura y un día de conmemoración. Según 13:3, la conmemoración, el recuerdo, consistía en comer los panes sin levadura. La manera de recordar el éxodo consistía en eliminar toda la levadura. Por lo tanto, tres cosas van juntas: el día del recuerdo, los panes sin levadura, y el mes de Abib.

En Exodo 13:19, vemos que Moisés “tomó también consigo los huesos de José”, ya que le había pedido esto a los hijos de Israel: “Dios ciertamente os visitará y haréis subir mis huesos de aquí con vosotros”. Es significativo que este detalle no se mencione ni en el capítulo doce ni en el catorce sino inmediatamente después de un versículo que nos cuenta cómo Dios condujo al pueblo por el desierto (v. 18). Como veremos más adelante, Dios los condujo de una manera opuesta a lo que esperaríamos según el concepto natural. Nosotros esperamos que El tome el camino corto, pero en lugar de esto, El tomaría un camino complicado. Además, en los versículos que siguen inmediatamente al relato acerca de los huesos de José, vemos que el Señor iba delante de los hijos de Israel, de día en una columna de nube y de noche en una columna de fuego. Por lo tanto, al considerar este capítulo a la luz de la experiencia espiritual, debemos relacionar el asunto de los huesos de José con la manera en que Dios guía.

Al ver este capítulo en su conjunto, nos damos cuenta de que empieza con la santificación y culmina con la presencia de Dios como la guía para su pueblo. ¡Cuán maravilloso es esto! Estudiaremos ahora los detalles de este capítulo maravilloso.

IX. LOS HIJOS DE ISRAEL
SON SANTIFICADOS PARA JEHOVA

La santificación se basa en la redención. Exodo 13:2 dice: “Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es”. El Señor exigía que sólo los primogénitos fuesen santificados porque eran los redimidos. Esto implica que todo aquel que es redimido también debe ser santificado. Este principio se aplica a nosotros los que creemos en Cristo. Por haber sido redimidos, también debemos ser santificados. De otro modo, permaneceremos en Egipto, en el mundo. Si deseamos experimentar un verdadero éxodo fuera de Egipto, debemos ser redimidos y también santificados. Nadie puede salir de Egipto sin ser santificado para el Señor. Según los requisitos divinos, todos los redimidos deben ser santificados también.

La redención nos sirve de garantía, mientras que nuestra santificación sirve para el propósito de Dios. Si tenemos una visión estrecha, quizá veamos solamente la redención, la cual es para nuestro provecho. Pero si tenemos el discernimiento adecuado, veremos que la redención debe ser seguida por la santificación (Ro. 6:22), la cual cumple el propósito de Dios.

Debido a que los primogenitos fueron redimidos por el cordero pascual, todos ellos, tanto de los hombres como de las bestias debían ser santificados para el Señor. Para la santificación de los primogénitos, las vacas y ovejas no necesitaban que otra clase de animal los sustituyera. Ellos eran animales puros, aceptables para el Señor como sacrificio. No obstante, el versículo 13 declara: “Más todo primogénito de asno redimirás con un cordero”. Por ser impuros a los ojos de Dios, los asnos no pueden ser aceptados por El y no pueden satisfacerle. Por lo tanto, el primogénito de un asno debía ser redimido con un cordero.

En este punto, debemos hacernos una pregunta bastante extraña. Puesto que el primogénito de un asno ya había sido redimido por el cordero pascual, ¿por qué necesitaba ser redimido de nuevo en santificación? La respuesta es que aunque el asno había sido redimido, seguía siendo un animal impuro. Para ser santificado, y ofrecido en el altar al Señor para Su satisfacción, el asno todavía debía ser redimido con un cordero. No estaba calificado para ser sacrificado al Señor para Su satisfacción.

Podemos aplicar este principio a nuestra experiencia espiritual. En cuanto a la santificación, no somos ni ovejas ni vacas, sino asnos. Hemos sido redimidos, pero nuestro hombre natural todavía es impuro a los ojos de Dios. Por lo tanto, para ser santificados para el Señor, necesitamos que Cristo sea nuestro sustituto. En el versículo 13, vemos que no solamente el primogénito de los asnos, sino todo primogénito de los hombres entre los hijos de Israel debía ser redimido. Esto indica que debían ser redimidos en santificación. Necesitaban la redención no solamente en el tiempo de la Pascua, sino también para su santificación. Esto significa que se necesitaba un sustituto para la redención y también para la santificación.

El cordero pascual representa a Cristo como nuestro Redentor. Hemos sido redimidos por medio de El como nuestro sustituto. Sin embargo, por ser todavía impuros y naturales, no podemos ser un sacrificio vivo que satisfaga a Dios; necesitamos que Cristo sea nuestro sustituto en la santificación. Este cuadro indica que necesitamos a Cristo como nuestro sustituto, tanto para nuestra salvación como para nuestra santificación.

En Gálatas 2:20, Pablo dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Necesitamos a Cristo no solamente para nuestra redención, sino también para nuestro vivir como sacrificio a Dios. Hemos sido redimidos, pero nuestra naturaleza todavía no ha cambiado. En cuanto a nuestra naturaleza, todos somos “asnos” impuros a los ojos de Dios y por tanto no aceptables por El para Su satisfacción. Por esta razón, necesitamos a Cristo para nuestra santificación. Podemos ser un sacrificio vivo para Dios, aceptable y satisfactorio para El, sólo al tener a Cristo como nuestro sustituto.

La mayoría de los cristianos sólo se da cuenta de que necesitan a Cristo como su sustituto para la redención. Pocos están conscientes de que también lo necesitan como su sustituto en la santificación para ser un sacrificio vivo que satisface a Dios. Según 13:13, si un asno no era redimido, se debía romper su cerviz. Esto significa que todo primogénito de un asno que no era redimido debía ser matado. Puesto que muchos cristianos no toman a Cristo como su sustituto para su santificación, es como si su “cerviz” hubiera sido quebrada, es decir, espiritualmente hablando, están muertos. No practican tomar a Cristo como su sustituto para su vida con Dios. Por el contrario, se ofrecen a sí mismos en el altar como si pudiesen ser un sacrificio aceptable para Dios. Esto es un error grave. Dios nunca aceptará al hombre natural como sacrificio. Por el contrario, la “cerviz” del hombre natural debe ser quebrada.

Todos debemos quedar impresionados por el hecho de que necesitamos a Cristo como nuestra seguridad para la redención y que necesitamos a Cristo como nuestro sustituto para la santificación a fin de ser aceptables para Dios y complacerlo. En nosotros mismos, no estamos calificados para ser aceptados por Dios ni para complacerlo. En nosotros mismos, no estamos calificados para ser redimidos y salvos. Del mismo modo, en nosotros mismos no estamos calificados para ser santificados para Dios y así satisfacerle. Por lo tanto, así como Cristo fue nuestro sustituto para la redención, El también tiene que convertirse en nuestro sustituto para la santificación. Luego en nuestro vivir, seremos un sacrificio aceptable y agradable para Dios.

Al considerar el cuadro del libro de Exodo, vemos que para nuestra seguridad y salvación, necesitamos a Cristo como nuestro sustituto para ser redimidos. También vemos que para emprender nuestro éxodo fuera de Egipto, servir a Dios, y ser un sacrificio vivo que agrade a Dios, necesitamos a Cristo como nuestro sustituto. Tomar a Cristo como nuestro sustituto para la santificación forma parte de nuestra redención.


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