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Estudio-vida de 1 y 2 Pedropor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2858-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 25 de 47 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE 1 PEDRO

MENSAJE VEINTICINCO

LA VIDA CRISTIANA Y SUS SUFRIMIENTOS

(7)

Lectura bíblica: 1 P. 3:14-22

En el mensaje anterior vimos lo que significa santificar a Cristo como Señor en nuestros corazones y tener una buena conciencia. Vimos también que Cristo murió por los pecados, el Justo por los injustos; que Él fue muerto en la carne, pero vivificado en el Espíritu; y que en Su Espíritu vivificado y fortalecido Él hizo una proclamación a los espíritus que estaban en prisión, o sea, a los ángeles rebeldes. En este mensaje prestaremos especial atención a lo que Pedro dice en los versículos 20 y 21 acerca del bautismo.

EL ARCA Y EL AGUA

El versículo 20 dice: “Los que antiguamente desobedecieron, cuando una vez esperaba la longanimidad de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual algunos, es decir, ocho almas, fueron llevadas a salvo por agua”. Según los versículos 19 y 20, Cristo hizo una proclamación a “los que antiguamente desobedecieron”. Éstos que desobedecieron son seres diferentes de las ocho almas mencionadas en este versículo. Los que desobedecieron son seres angelicales, y no seres humanos.

En el versículo 20 Pedro dice que en el arca que preparó Noé, ocho almas “fueron llevadas a salvo por agua”. En el griego esto significa “llegar a salvo a un lugar seguro después de pasar por dificultades o peligros”, como en Hechos 27:44 (Darby). Las palabras griegas traducidas “por agua” literalmente significan a través del agua, lo cual significa que el agua fue el medio por el cual se efectuó la salvación. El arca salvó a Noé y su familia del juicio de Dios, de la destrucción del mundo por medio del diluvio. Y el agua los salvó de la generación corrupta y los apartó para una nueva era, tal como el agua del mar Rojo salvó a los hijos de Israel (Éx. 14:22, 29; 1 Co. 10:1-2) y el agua del bautismo salva a los creyentes neotestamentarios (1 P. 3:21).

En el Antiguo Testamento, tanto las aguas del diluvio en tiempos de Noé como las aguas del mar Rojo tipifican el bautismo. El arca salvó a Noé y su familia del juicio de Dios, del castigo y la condenación que Dios trajo por medio del diluvio, mientras que el agua los salvó y los separó de aquella generación corrupta y les dio entrada a una nueva era para que pudieran comenzar una nueva vida en una nueva tierra.

Según el libro de Éxodo, los hijos de Israel tuvieron que atravesar el mar Rojo. Las aguas del mar Rojo trajeron juicio sobre Faraón y su ejército egipcio. Faraón y sus ejércitos murieron ahogados en aquellas aguas de juicio. Pero esas mismas aguas separaron a los hijos de Israel de Egipto, es decir, los separaron del mundo corrupto. Tal como Noé y su familia fueron separados de su generación corrupta por medio de las aguas del diluvio, de igual manera los hijos de Israel fueron separados del mundo corrupto, tipificado por Egipto, mediante las aguas del mar Rojo.

En el Nuevo Testamento también encontramos agua, las aguas del bautismo. El bautismo nos salva del mundo y nos separa de él.

En el versículo 21 Pedro dice: “Ésta os salva ahora a vosotros, como antitipo, en el bautismo (no quitando las inmundicias de la carne, sino como petición de una buena conciencia a Dios) por medio de la resurrección de Jesucristo”. Como veremos más adelante, este versículo no está enseñándonos acerca de la salvación bautismal. Por consiguiente, nosotros no tenemos la creencia de que las aguas del bautismo puedan quitar las inmundicias de la carne. En vez de ello, este versículo nos muestra que el bautismo es la petición de una buena conciencia a Dios.

La palabra ésta, al comienzo del versículo 21, se refiere al agua mencionada en el versículo anterior, de la cual el agua del bautismo constituye el antitipo, o sea la figura que corresponde al tipo del Antiguo Testamento. Esto indica que el hecho de que Noé y su familia tuvieran que pasar por el diluvio en el arca era un tipo de nuestro bautismo. Así como el agua del diluvio los libró a ellos de la vieja manera de vivir y los llevó a un nuevo entorno; del mismo modo, el agua del bautismo nos libra a nosotros de la vana manera de vivir que heredamos y nos lleva a vivir en resurrección. Éste es el punto principal de este libro. Cristo nos redimió con este fin (1:18-19). La redención lograda por la muerte de Cristo fue aceptada y nos fue aplicada en el bautismo por el Espíritu mediante la resurrección de Cristo. Ahora debemos andar diariamente en el Espíritu del Cristo resucitado; debemos andar de tal manera que vivamos a Cristo en resurrección por medio del poder de vida de Su Espíritu (Ro. 6:4-5). Ésta es una nueva y excelente manera de vivir que glorifica a Dios (1 P. 2:12).

El bautismo por sí solo no quita las inmundicias de nuestra carne, esto es, la suciedad de nuestra naturaleza caída y la contaminación de los deseos carnales. La enseñanza errónea que dice que una persona es salva por medio del bautismo, la cual se apoya en este versículo, en Marcos 16:16 y Hechos 22:16, es corregida aquí. El bautismo es solamente una figura; su realidad es el Cristo resucitado quien, como Espíritu vivificante, nos aplica todo lo que Cristo experimentó en Su crucifixión y en Su resurrección, de modo que estas cosas lleguen a ser reales en nuestra vida diaria.


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