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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 98 de 120 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE NOVENTA Y OCHO

LA MADUREZ:
LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ
(3)

En este mensaje vamos a seguir con el tema de la profecía que dio Jacob como bendición (49:1-28). En el mensaje anterior hicimos notar que a pesar de que esta profecía fue pronunciada por un hombre, era la palabra de Dios. Por ser Jacob en su madurez uno con Dios, todo lo que decía era la palabra de Dios. A la mayoría de los cristianos les cuesta entender Génesis 49. Cuando estudié por primera vez este capítulo hace cincuenta años, me di cuenta de que no era fácil conocer el significado de las profecías mencionadas aquí. Este es un capítulo muy significativo, pues es prácticamente la conclusión del libro de Génesis.

Según el relato de Génesis, el género humano empezó con Adán, y luego vinieron Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob. Por último, Jacob ya no era un individuo, porque había llegado a ser el padre de una casa escogida por Dios. La casa, la familia de Jacob (46:27), se componía principalmente de sus doce hijos. Más adelante, éstos se convirtieron en las doce tribus de la nación de Israel. Esto indica que Dios tenía la intención de obtener una casa, y no individuos. La casa de Israel tipificaba la iglesia, la cual es la casa de Dios hoy en día. En el Antiguo Testamento tenemos una casa, la casa de Israel, y en el Nuevo Testamento también tenemos una casa, la iglesia del Dios viviente (1 Ti. 3:15).

Todo lo que se menciona acerca de la casa de Israel es una figura, un cuadro y una sombra de la iglesia. Cuando yo estaba con los maestros de la Asamblea de Hermanos, me enseñaron la diferencia entre los pasajes bíblicos que estaban destinados a los hijos de Israel y los que estaban dirigidos a la iglesia. En cierto sentido, esto es correcto, pues no se debería mezclar lo que Dios dice acerca de la casa de Israel con lo que dice sobre la iglesia. Sin embargo, puesto que la iglesia es una entidad espiritual, es difícil entenderla. Por tanto, necesitamos el cuadro de la casa de Israel presentado en el Antiguo Testamento. El principio es éste: la Biblia usa tipos y figuras para describir cosas espirituales. Todo lo espiritual es misterioso. Por ejemplo, la Nueva Jerusalén es espiritual y misteriosa; por eso la Biblia usa una ciudad para describirla. Del mismo modo, sin el cuadro de la casa de Israel, nos resultaría difícil entender con exactitud lo que es la iglesia. Pero cuando examinamos el cuadro del Antiguo Testamento, podemos entender muchos aspectos de la iglesia revelados en el Nuevo Testamento. Por consiguiente, todo lo que se menciona acerca de los hijos de Israel no se refiere solamente a ellos, sino también a nosotros.

Basándonos en el principio de usar tipos y figuras para describir las realidades espirituales, debemos aplicarnos todo lo que se dice sobre las doce tribus de Israel. Por supuesto, en el plano físico, nosotros no somos las doce tribus de Israel; pero en el aspecto espiritual sí lo somos, porque ellas son un cuadro de nosotros. Si deseamos conocernos a nosotros mismos, debemos mirar nuestra fotografía en las doce tribus. No se imagine que las profecías de Génesis 49 se relacionan solamente con los hijos de Jacob. Estas profecías nos conciernen probablemente más a nosotros que a los doce hijos de Jacob.

El número doce se compone de tres multiplicado por cuatro. Inicialmente, Jacob profetizó acerca de sus primeros tres hijos: Rubén, Simeón y Leví (vs. 3-7). Estos tres hermanos se subdividen. Rubén permanece solo, y Simeón y Leví están en un mismo grupo. En cuanto a sus actividades, Simeón y Leví eran uno.

Antes de examinar los aspectos significativos de la profecía de Jacob acerca de Rubén, Simeón y Leví, deseo hacer notar que según la profecía con bendición que dio Jacob, es posible cambiar nuestra condición y disposición naturales. Quizá usted haya nacido bueno. Aun así, no se enorgullezca de su bondad, porque usted puede llegar a ser malo. Si usted nació malo, no debe desilusionarse. Debe tener fe en que puede convertirse en una persona buena. Esto es una advertencia y también un aliento. Rubén como primogénito tenía la preeminencia. No obstante, perdió su preeminencia, y su condición natural por nacimiento cambió. Por tanto, nunca deberíamos desilusionarnos ni estar complacidos. Más bien, deberíamos tener cuidado de no perder la primogenitura.

Además, aunque usted en realidad no haya nacido primero, puede llegar a ser el primogénito. José fue el undécimo hijo, pero llegó a ser el primero. En la mayoría de los casos en que hay un traspaso de primogenitura en la Biblia, ésta pasa del primero al segundo. Al oír esta palabra, una persona sensata dirá: “No fui ni el primero ni el segundo en nacer, fui el undécimo. Aunque se traspase la primogenitura, nunca llegará a mí”. Pero tenga confianza y cobre ánimo. A pesar de ser el número once, usted puede llegar a ser el número uno por obra de Dios. El hizo esto en el caso de José. Espero que usted reciba una gran impresión del hecho que es posible cambiar la condición natural para bien o para mal. No le eche la culpa a Dios por hacerlo a usted el número once y no el número uno. Si le echamos la culpa a Dios, El podría decir: “Querido hijo, lee nuevamente Génesis 49. Tu fuiste el undécimo hijo pero tu condición puede cambiar y puedes llegar a ser el número uno”.

En el transcurso de los años, he hablado a los ancianos sobre su forma de ser. Reconozco que lo que les he dicho al respecto ha sido fuerte y agudo como una espada de dos filos y ha atravesado a los hermanos. Cuando los ancianos me preguntan cómo pueden ser más útiles, siempre les digo que eso depende de su forma de ser. A menudo les he dicho que su disposición natural es la razón principal por la cual no son útiles. Muchos se han desanimado al oír esto. Pero aquí en Génesis 49, hay buenas nuevas para los que están desanimados por causa de su disposición natural. En este grupo de tres hermanos, no sólo vemos que nuestra condición natural puede cambiar, sino también que nuestra disposición natural puede ser usada por Dios. No obstante, como veremos más adelante en este mensaje, Dios puede usar nuestra disposición solamente si se cumplen ciertas condiciones.

Jacob puso a Simeón y a Leví juntos en esta profecía porque ambos tenían el mismo carácter y la misma inclinación natural. Esta quedó expuesta en el capítulo treinta y cuatro, donde se relata la deshonra de su hermana Dina y la venganza ejecutada sobre Hamor y Siquem. Simeón, Leví y Dina nacieron de la misma madre. Por tanto, ellos querían mucho a su hermana. Cuando se enteraron de que había sido deshonrada, su forma de ser quedó expuesta por la forma en que mataron a todos los hombre de la ciudad de Siquem, saquearon la ciudad y desjarretaron el ganado. ¡Cuán crueles eran! La crueldad de Simeón y de Leví atemorizó a Jacob. En toda su vida Jacob nunca había tenido tanto temor como en el capítulo treinta y cuatro. No obstante, por la intervención de Dios, los acontecimientos de este capítulo fomentaron bastante la madurez de Jacob. Estos acontecimientos fueron el intenso calor del sol que ayudó a Jacob a madurar. Por consiguiente, en el capítulo treinta y cinco vemos un verdadero cambio en su vida.

No obstante, Jacob no olvidó lo que hicieron Simeón y Leví. Por tanto, en Génesis 49:6, Jacob dijo de ellos: “En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres, y en su temeridad desjarretaron toros”. Lo que hicieron Simeón y Leví dejó una profunda impresión en el espíritu de Jacob, de tal modo que no pudo concederles ninguna bendición. Sin embargo, en Deuteronomio 33, Moisés bendijo a Leví. En Génesis 49 la bendición fue dada por un padre que se preocupaba amorosamente por sus hijos. Pero la profecía que consta en Deuteronomio 33 fue dada por un hombre ya anciano que representaba la ley. Todo lo que él profetizó era el juicio que concordaba con la ley. Sin embargo, ese juicio estaba lleno de misericordia, y Leví recibió la bendición.

Aunque Jacob amaba a sus hijos y se preocupaba por ellos, no pudo bendecir ni a Simeón ni a Leví. Leemos en Génesis 49:5: “Simeón y Leví son hermanos; armas de iniquidad sus armas”. Al mencionar que Simeón y Leví eran hermanos, se refiere a que eran compañeros, que formaban una sola compañía. Sus armas eran armas de violencia. Como dijimos antes, el versículo 6 revela su crueldad. En el versículo 7, Jacob dijo: “Maldito su furor, que fue fiero; y su ira, que fue dura. Yo los apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel”. Jacob no dijo: “Sean malditos Simeón y Leví, sino: “Malditos su furor y su ira”. Ellos merecían ser maldecidos, pero su padre no los maldijo a ellos, sino a su ira, y ejecutó juicio sobre ellos al dividirlos. La mejor manera de castigar a los que son crueles es dispersarlos. En cuanto a Simeón y Leví, Jacob parecía decir: “Simeón y Leví eran demasiado crueles, pues no mostraron ninguna misericordia ni bondad. Aunque Hamor y Siquem habían obrado mal al deshonrar a Dina; habría sido suficiente darles muerte a ellos. Simeón y Leví no era necesario matar a todos los hombres de la ciudad ni desjarretar su ganado. No les permitiré que permanezcan juntos. Lo mejor es separarlos”.


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