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Estudio-vida de Romanospor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2929-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 37 de 69 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE ROMANOS

MENSAJE TREINTA Y SIETE

LA LEY PRESENTADA EN LOS CAPÍTULOS
SIETE Y OCHO DE ROMANOS

En Romanos 7 y 8 se hallan tres palabras cruciales, a saber: ley, vida y muerte. Es difícil incluso para los científicos definir lo que es la vida y la muerte. Sin embargo, la Biblia habla de la vida de una forma muy clara. En 1 Corintios 15:26 se nos dice que la muerte es el último enemigo, y Apocalipsis 20:14 dice que la muerte será lanzada al lago de fuego. Afirmar que la muerte será lanzada al lago de fuego, indica que ésta debe ser algo concreto y tangible. En Apocalipsis 20 vemos que la muerte se relaciona por un lado con Satanás, y por otro, con el Hades, y que ambos serán lanzados juntamente al lago de fuego. Esto demuestra que Satanás es una persona real y que el Hades es un lugar definido. Por lo tanto, la muerte debe también ser algo concreto. A pesar de ello, nadie puede explicar adecuadamente lo que es la muerte.

CUATRO LEYES

Lo concerniente a la ley es muy profundo. De hecho, a muchos estudiantes de la Biblia les ha inquietado el uso que Pablo hace de la palabra ley en Romanos 7. Esta palabra primeramente denota la ley de Dios, es decir, los Diez Mandamientos (7:22). Luego, en 7:23 Pablo habla de “la ley de [la] mente”, y en Romanos 8:2, de “la ley del pecado y de la muerte” y de “la ley del Espíritu de vida”. Resulta difícil entender el significado de las palabras ley y vida, y aun más difícil entender la expresión la ley del Espíritu de vida. Así que, en los capítulos 7 y 8 la palabra ley se usa de cuatro formas diferentes: la ley de Dios, la ley de la mente, la ley del pecado y de la muerte, y también la ley del Espíritu de vida.

OTRA LEY

Además, en el capítulo 7 se hace referencia a otra ley: “Así que yo, queriendo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está conmigo” (v. 21). Antes de que podamos saber cuál es la ley a la que se hace referencia en este versículo, necesitamos entender lo que es la ley de Dios, la ley de la mente, la ley del pecado y de la muerte (que es la ley del pecado en nuestros miembros), y la ley del Espíritu de vida. Conocer estas cuatro leyes es semejante a conocer los principios básicos de matemáticas. La ley hallada en el versículo 21 no es la ley de la mente ni la ley del pecado en nuestros miembros. Podríamos llamarla “esta ley que...”. Existe esta ley, este principio: siempre que queramos hacer el bien, el mal estará con nosotros. La ley mencionada en Romanos 7:21 se refiere a este principio.

Pablo descubrió el principio de que siempre que él trataba de hacer el bien, el mal estaba consigo. ¿Se había dado cuenta usted alguna vez de la existencia de esta ley? Si no procuramos hacer el bien, pareciera que el mal no está presente. No obstante, conforme a esta ley, cada vez que intentemos hacer el bien, el mal estará con nosotros. Por ejemplo, si usted no se propone ser humilde, pareciera que carece de orgullo; pero en el momento que decide actuar con humildad, su orgullo aflora. De igual manera, si usted no determina dejar de enojarse, su mal carácter no se presentará, pero si usted toma la determinación de no enojarse nunca más, de inmediato brotará su mal genio. Esto es “esta ley que”. Esta ley no tiene mandamientos; sólo opera bajo este principio de que cuando nos proponemos hacer el bien, el mal está con nosotros.

Muy pocos creyentes, incluyendo a aquellos que buscan más del Señor, saben que existe tal ley. Sin embargo, a todos nosotros nos ha inquietado el hecho de que cada vez que nos proponemos ser pacientes, fracasamos; pues en lugar de ser pacientes, terminamos enojándonos. De la misma manera, cuando decidimos ser humildes, terminamos actuando orgullosamente. Antes de que fuéramos salvos y buscáramos al Señor diligentemente, tal parecía que nos comportábamos bastante bien. Pero más tarde aprendimos que debíamos ser nuevas personas. Tal fue la enseñanza que yo recibí. Pero cuanto más trataba de vivir como una nueva persona, más la vieja persona estaba presente en mí. Luego me dijeron que tenía que considerarme a mí mismo como muerto, y me esforcé por poner en práctica esta enseñanza. Sin embargo, cuanto más me consideraba muerto, más vivo estaba. Cuanto más trataba yo de hacer el bien, peor me volvía.

Creo que todos hemos tenido esta experiencia. Cuando vivíamos de forma despreocupada, aparentemente todo nos marchaba bien. Pero cuando se nos vino el deseo de hacer el bien para agradar al Señor, al parecer nuestra conducta empeoró. Por ejemplo, un hermano tal vez diga: “Como todo creyente que ama al Señor, no debo enojarme con mi esposa ni maltratarla. Debo pedir al Señor que me ayude en cuanto a este asunto”. Sin embargo, poco después, pierde la paciencia y se pelea con su esposa.

Yo fui perturbado por asuntos como éste durante ocho años, desde 1925 hasta 1933. Durante esos años, muchas veces ni siquiera podía comer ni dormir bien, debido a que estaba preocupado por mi vida cristiana. Algunos, debido a esta situación, han llegado a pensar que deben dejar de ser cristianos y se han dicho a sí mismos: “No quiero seguir siendo un cristiano. Se me ha dicho que si soy cristiano debo ser feliz, pero a diario tengo problemas. Quisiera ser humilde, pero por el contrario soy orgulloso”. Este tipo de experiencias me puso al descubierto al grado que no podía creer cuán malo era. Por medio de la lectura de la Biblia y de mis experiencias en la vida cristiana, descubrí que hay una ley que opera en los seres humanos, a saber, cuando intentamos hacer el bien, el mal está con nosotros. Cuando descubrí esta ley, me di cuenta de que no debería ser tan tonto como para seguir tratando de hacer el bien, puesto que era como presionar un botón que llama al mal. Si no se presiona ese botón, el mal no estará con nosotros; pero si se presiona, el mal se presentará de inmediato, deseoso de trabajar. Fue en 1933 que por primera vez dejé de presionar ese botón. Sin embargo, me costó trabajo dejar de hacerlo, porque lo había presionado durante toda mi vida. Ahora sé que no debo presionar ese botón, pero debo confesar que a veces todavía lo hago. Probablemente usted presionó ese botón incluso este mismo día. Es probable que no lo dejemos de hacer de forma definitiva hasta que seamos arrebatados o hasta que estemos en la Nueva Jerusalén.

Tal vez usted haya leído Romanos 7 una y otra vez sin haber visto esta quinta ley. Además de las cuatro leyes que hemos visto, existe una quinta ley que opera cada vez que nos proponemos hacer el bien. Necesitamos pedir al Señor que nos guarde de presionar este botón, porque siempre que lo hagamos, el mal estará con nosotros. Si tratamos de ser pacientes, presionamos el botón y, en vez de ser pacientes, nos enojamos. Si tratamos de ser humildes, presionamos de nuevo este botón, y nuestro orgullo se manifiesta. Los creyentes siempre han orado pidiendo que el Señor les ayude a hacer el bien, a lograr tales cosas como amar a sus esposas o, con respecto a las esposas, cómo deben someterse a sus esposos. En lugar de ello, debemos orar pidiendo que el Señor nos guarde de procurar hacer tales cosas. Lo que necesitamos es recibir una revelación, una visión, que nos guarde de presionar dicho botón que, al fin de cuentas, lo único que causa es que el mal esté con nosotros.


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