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Estudio-vida de Hechospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1419-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 71 de 72 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE HECHOS

MENSAJE SETENTA Y UNO

LA PROPAGACION EN ASIA MENOR Y EUROPA MEDIANTE EL MINISTERIO DE LA COMPAÑIA
DE PABLO

(37)

Lectura bíblica: Hch. 28:1-31

En este mensaje abordaremos el capítulo veintiocho, el último capítulo del libro de Hechos. En 28:1-10, Pablo llega a la isla de Malta, donde hace muchos milagros. Luego, en 28:11-31, llega a Roma, donde termina su cuarto viaje, después de haber pasado por Siracusa, Regio, Puteoli, el Foro de Apio y las Tres Tabernas (vs. 11-16). Finalmente se comunica con los líderes judíos (vs. 17-22) y ministra en Roma (vs. 23-31).

LLEGA A LA ISLA DE MALTA,
DONDE REALIZA MUCHOS MILAGROS

Leamos Hechos 28:1-2: “Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Y los naturales nos trataron con una amabilidad extraordinaria; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía y del frío”. La palabra griega traducida “naturales” en los versículos 2 y 4 significa también bárbaros, y se refiere a los que no hablaban ni griego ni latín, pero que no eran necesariamente incivilizados.

Los versículos 3-5 agregan: “Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la Justicia no deja vivir. Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció”. La palabra griega traducida “víbora” en los versículos 4 y 5 es literalmente “bestia”. Los médicos usaban este término para referirse a las serpientes venenosas. Al principio, los naturales de la isla pensaban que Pablo era un homicida por haber sido mordido por una víbora. Sin embargo, como lo indica el versículo 6, ellos finalmente cambiaron de parecer: “Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios”. El apóstol no era un dios según creían los supersticiosos naturales; él simplemente expresaba, en su vida y en su ministerio, al propio Dios verdadero, quien en Jesucristo había pasado por los procesos de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección, y quien, como Espíritu todo-inclusivo, vivía en Pablo y por medio de él.

En sus epístolas, vemos que el apóstol Pablo daba mucho énfasis a la enseñanza de andar en el Espíritu. Durante todo el viaje, y ahora, en la isla de Malta, Pablo ciertamente andaba en el Espíritu. Indudablemente la vida que él llevaba era el propio Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido. La vida de Pablo era en realidad la expresión del Espíritu vivificante. En todas las circunstancias de su diario vivir, él expresaba al mismo Cristo que predicaba. Pablo predicaba al Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido como Espíritu vivificante, y en la isla de Malta, él vivió a este Cristo como Espíritu todo-inclusivo. Vemos esto en las palabras que él mismo escribió más tarde en Filipenses 1:20 y 21a: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo...” Lo único que a Pablo le importaba era vivir a Cristo y magnificarlo. Por tanto, en la isla de Malta, Pablo vivió a Cristo, quien era el Espíritu vivificante, y lo magnificó como tal. Al leer el relato de Lucas acerca del vivir que Pablo llevó, podemos ver su vivir en realidad era el Espíritu todo-inclusivo, la consumación del Cristo encarnado, crucificado y resucitado, a quien Dios exaltó.

Leamos los versículos 7-8: “En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó amistosamente tres días. Y aconteció que el Padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó”. La disentería era una afección muy común, pero difícil de sanar. No obstante, Pablo, quien se conducía como un rey que gobierna sobre su reino, actuó en este caso como médico, para sanar el padre de Publio.

El versículo 9 dice: “Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían a él, y eran sanados”. Vemos que Pablo llegó a ser el médico e incluso el salvador de toda la isla. Todos los enfermos que traían a Pablo eran sanados.

En el mar, en medio de la tormenta, el Señor hizo al apóstol no sólo dueño de sus compañeros de viaje (27:24), sino también su garantía de vida y consolador (27:22-25). Ahora, estando en tierra y en paz, el Señor lo hizo no sólo una atracción mágica ante los ojos supersticiosos (vs. 3-6), sino también un sanador y motivo de gozo para ellos (vs. 8-9). Durante el largo y desafortunado viaje y encarcelamiento del apóstol, el Señor lo guardó en ascensión junto con El y lo capacitó para que llevara una vida libre del dominio de la ansiedad. Su vida estaba plenamente revestida de dignidad y poseía la norma más elevada de las virtudes humanas que expresaban los más excelentes atributos divinos. Era una vida semejante a la que el propio Señor Jesús había vivido en la tierra años antes. ¡Este era Jesús mismo viviendo otra vez en la tierra en Su humanidad divinamente enriquecida! ¡El maravilloso, excelente y misterioso Dios-hombre, que vivió en los evangelios, ahora, en Hechos, seguía viviendo por medio de uno de Sus muchos miembros! ¡Este era un testigo vivo del Cristo encarnado, crucificado y resucitado, a quien Dios exaltó! Durante la navegación, Pablo vivió y magnificó a Cristo. ¡Por eso los honraron, a él y a sus compañeros, con muchas atenciones (v. 10), es decir, con el mayor respeto y consideración!

Leamos Hechos 28:10: “Los cuales también nos honraron con muchas atenciones y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias”. Este versículo indica que los naturales de la isla de Malta trataron a Pablo y a sus compañeros como si fuesen miembros de una familia real. En esta familia, Pablo era el rey, y Lucas, un miembro de ella.

Según el versículo 10, los naturales les llevaron a la nave todas las cosas necesarias para el viaje. Esta fue la forma providencial en que el Señor proveyó alimento para doscientos setenta y seis personas. Un rey debe proveer alimentos a su pueblo. Así que Pablo, como rey, recibió las provisiones de parte de los naturales. Sin embargo, él no les debía nada, puesto que había sanado a muchos enfermos entre ellos. Más bien diríamos que esta fue la forma en que ellos le pagaron.


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