Información del libro

Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 11 de 120 Sección 1 de 6

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE ONCE

EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA
PARA CUMPLIR SU PROPOSITO

(2)

En los diez mensajes previos vimos claramente en la Palabra santa que el propósito eterno de Dios consiste en expresarse a Sí mismo por medio del hombre y en conferirle a éste Su autoridad para que ejerza Su dominio sobre la tierra. Vimos también que la vida es el medio que Dios usa para cumplir Su propósito. Como primer paso en el cumplimiento de Su propósito, El creó al hombre de una manera muy específica, pues lo formó como una vasija que le contuviera a El, y no como un instrumento que laborara para El. Romanos 9 expresa claramente que Dios hizo al hombre del polvo de la tierra como vaso de misericordia para honra y gloria a fin de que contuviera a Dios mismo. Por consiguiente, Dios creó al hombre con un órgano especial: el espíritu humano. Nunca debemos olvidar Zacarías 12:1 donde leemos que Dios extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él. En este universo se necesitan tres cosas para cumplir el propósito de Dios: los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Nuestro espíritu es sumamente importante; es tan vital para cumplir el propósito de Dios como lo son los cielos y la tierra. Aunque el espíritu del hombre no es tan vasto como los cielos ni tan ancho como la tierra, es el aspecto más crucial de nuestro ser.

En Job 32:8 se afirma: “Ciertamente espíritu hay en el hombre”. Todos saben que el hombre tiene un corazón, una mente, una voluntad y una conciencia, pero pocos entienden que el hombre tiene un espíritu. No nos referimos al Espíritu Santo de Dios, sino al espíritu humano del hombre. Tenemos este órgano.

Consideremos los órganos de nuestro cuerpo físico: tenemos los órganos del oído, la vista, el olfato, el gusto y del tacto. Con mis ojos puedo ver muchos colores distintos. Si estuviese ciego, no podría comprobar la existencia de estos colores. Aunque los colores de todos modos existirían, yo no podría percibirlos, pues un objeto determinado sólo puede ser percibido por el órgano designado específicamente con ese propósito. Mientras yo hablo, los oídos de ustedes pueden percibir el sonido de mi voz. Si ustedes no tuviesen oídos, pensarían que mi voz no existe. Sucede lo mismo con nuestro olfato. Aunque haya un aroma fragante en este cuarto, necesitamos el olfato para olerlo.

Dios no creó solamente nuestros órganos físicos, sino también nuestros órganos psicológicos. ¿Cómo podemos determinar la existencia del pensamiento? Comprobamos que existe el pensamiento por la función de nuestra mente. Del mismo modo, podemos sentir el gozo por el órgano afectivo de la alegría que se suscita en nuestra alma. Comprobamos la existencia del pensamiento y del gozo por los órganos correspondientes que están en nuestra alma.

Además de nuestros órganos físicos y psicológicos, Dios creó un órgano espiritual: el espíritu humano. Aunque resulta difícil entender qué es nuestro espíritu, podemos saber algo al respecto por medio de la función de nuestra conciencia. Aunque pocas personas entienden qué es el espíritu humano, todos conocen el significado de la conciencia. Según la Biblia, la conciencia es el órgano principal de nuestro espíritu humano. ¿Dónde está nuestra conciencia? No es fácil determinarlo. De hecho, también es difícil ubicar nuestra parte emotiva, nuestra mente y nuestro corazón. En realidad, tenemos dos corazones, uno físico y otro psicológico. Es fácil ubicar nuestro corazón físico, pero resulta difícil encontrar nuestro corazón psicológico. No podemos negar que tenemos ese corazón, pero no podemos determinar dónde está. Ocurre lo mismo con nuestra conciencia. Aunque no podemos ubicarla, sabemos que existe porque nos acusa o nos excusa constantemente. Nuestra conciencia protesta continuamente contra nuestro razonamiento y nuestras emociones. Por ejemplo, en la escuela algunos jóvenes tienen la tentación de robar cuando piensan que los demás son ricos, que lo tienen todo y que ellos son pobres. Por consiguiente, deciden robar de los demás, tratando de justificar su acción. La mente está de acuerdo, las emociones asienten, y la voluntad decide. No obstante, cuando el joven está a punto de cometer el robo, su conciencia protesta: “No hagas eso; no está correcto”. Aun cuando él no le haga caso al sentimiento de su conciencia y robe todo lo que quiera, la voz de su conciencia lo condenará durante mucho tiempo. Esta voz interior no viene de la mente, ni de la parte emotiva ni del corazón, sino de la conciencia, y ésta es la parte principal de nuestro espíritu.

Ahora debemos relacionar eso con un asunto muy importante acerca de Dios. ¿Qué es Dios? Dios es una substancia espiritual. En Juan 4:24 Jesús dice que Dios es Espíritu. Esta mesa que está a mi lado está hecha de madera; la madera es su substancia. Asimismo, Dios es Espíritu; la substancia de Su ser divino es Espíritu. El órgano por el cual podemos percibir ese ser divino es nuestro espíritu humano. Si intentamos experimentar a Dios sin ejercitar nuestro espíritu, será como intentar percibir colores sin usar la vista. Si usamos el órgano equivocado, es imposible percibir a Dios. Alabamos a Dios porque en Su creación El formó un espíritu dentro de nosotros. Por ser hechos como vasijas para contener a Dios, necesitamos nuestro espíritu como receptor correspondiente.

El receptor de nuestro cuerpo físico es nuestro estómago. Si tuviéramos boca pero careciéramos de estómago, nos resultaría imposible recibir comida para abastecer todo el cuerpo. El estómago no es solamente un receptor, sino también un órgano digestivo que asimila la comida y la distribuye a las células de la sangre. Finalmente, la substancia de la comida digerida y asimilada se convierte en nuestros tejidos orgánicos. Dios tiene la intención de depositarse en nosotros. ¿Cómo lo puede hacer? El lo hace al ser nuestra comida. El mismo Señor Jesús nos dijo que El venía como el pan de vida (Jn. 6:35). El dijo también: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:57). Esto significa que Jesús no es solamente nuestro Salvador, Redentor y vida, sino también nuestra provisión de vida. El es el pan de vida. Dios desea infundirse en nosotros al ser alimento que podemos recibir. ¿Qué órgano usaremos para ingerir a Dios? Nuestro espíritu humano.

Debemos orar. La oración no consiste solamente en pedir a Dios que haga cosas por nosotros. Esta idea de la oración es demasiado superficial. Orar es respirar. Cada vez que clamamos: “Oh Padre celestial” o invocamos: “Oh Señor Jesús”, estamos respirando. Cuando respiramos, inhalamos aire. Asimismo, cada vez que oramos a Dios ejercitando nuestro espíritu, recibimos Su ser divino en nuestro espíritu. Dentro de nuestro espíritu lo contenemos a El y, en cierto sentido, lo asimilamos y distribuimos Sus elementos divinos a todo nuestro ser. De este modo Dios entra en nosotros como vida. Nosotros los seres humanos fuimos hechos por Dios de una manera muy específica: fuimos hechos como vasijas que tienen un receptor, nuestro espíritu humano. Este fue el primer paso que Dios dio para cumplir Su propósito.


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