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Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 5 de 72 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE CINCO

LOS ANTEPASADOS Y LA CONDICION DEL REY

(5)

II. SU NACIMIENTO

En este mensaje llegamos al nacimiento de Cristo. Su nacimiento es un misterio total; por eso, es difícil hablar de ello. Primero, debemos considerar algunos asuntos relacionados con los preparativos que fueron hechos para el nacimiento de Cristo.

A. Por la soberanía de Dios

El nacimiento de Cristo fue preparado y llevado a cabo por la soberanía de Dios (1:18; Lc. 1:26-27). Por Su soberanía, Dios unió a José y María en matrimonio para que Cristo naciese como heredero legítimo del trono de David. El matrimonio es un misterio. No es fácil unir a dos personas, y especialmente cuando tiene que ver con el nacimiento de Cristo. No era fácil unir a José con María. Miremos la historia. Según la genealogía de Cristo presentada en Mateo, José era descendiente de Zorobabel, uno que regresó del cautiverio. Zorobabel, líder de la tribu de Judá y descendiente de la familia real, sacó a los cautivos de Babilonia y los llevó a Jerusalén (Esd. 2:2). También tomó la iniciativa en la reedificación del templo (Esd. 3:8; 5:2). José era su descendiente. Si el regreso de los cautivos no hubiera sucedido, ¿dónde habría nacido José? Habría nacido en Babilonia. Habría sido igual en el caso de María, quien era descendiente de los cautivos que regresaron a Jerusalén. Si los antepasados de José y María hubieran permanecido en Babilonia y por consiguiente María y José hubieran nacido allí, ¿cómo podría Jesús haber nacido en Belén? Gracias a Dios por Su soberanía en hacer regresar a los antepasados de José y de María.

Dios, en Su soberanía, colocó a José y a María en la misma ciudad, Nazaret (Lc. 1:26; 2:4). Si ellos hubieran vivido muy lejos el uno del otro, les habría sido difícil casarse. José y María no solamente eran descendientes de los que regresaron del cautiverio, sino que también vivían en el mismo pueblo, lo cual les proporcionó la oportunidad de casarse.

Además, cuando examinamos las genealogías dadas en Mateo y Lucas, descubrimos que José procedió del linaje real, el de Salomón (vs. 6-7), y María procedió de un linaje no real, el de Natán (Lc. 3:31). Aunque José y María se casaron, Jesús nació de María, y no de José. Aparentemente, fue engendrado por José, pero en realidad, nació de María (Mt. 1:16). Todo esto tenía que ver con la soberanía de Dios.

Como vimos en el mensaje anterior, la maldición hallada en el libro de Jeremías excluyó a todos los descendientes de Jeconías, o sea, no podían heredar el trono de David (Jer. 22:28-30). Si Jesús, de hecho, hubiera sido engendrado por José, habría sido excluido del trono de David. José, por proceder del linaje real, era descendiente real a los ojos de los hombres. Aparentemente, Jesús fue ligado a este linaje por el matrimonio de su madre María con José. De nuevo, vemos la soberanía de Dios. Dios había hallado una joven, también descendiente de David, quien podría dar a luz a Cristo. Jesús nació de ella y, en realidad, era simiente de David. Jesús tenía los requisitos para heredar el trono de David.

Por este arreglo soberano, Jesús era tanto una persona del pueblo así como heredero del trono real. Esta es la razón por la cual El tiene dos genealogías: una se presenta en Lucas y nos cuenta Su condición de plebeyo; la otra se halla en Mateo y nos cuenta Su rango real. Heredó Su condición plebeya de María y Su rango real de José. Así que Jesús nació bajo la mano soberana de Dios. Ninguno de nosotros nació así. Ninguno de nosotros nació bajo esta soberanía. Sólo Jesús tenía los requisitos para disfrutar de ese arreglo soberano.

B. Por medio de la entrega de María

Según Lucas 1:26-28, el nacimiento de Cristo fue llevado a cabo por medio de la entrega de María. Aquí yo quisiera decirles algo a los jóvenes. No era fácil que una joven, una virgen como María, aceptara el encargo de concebir a un hijo. Si yo hubiera sido ella, habría dicho: “Señor, si me pidieras cualquier otra cosa, lo haría. ¡Pero me pides que conciba a un hijo! Esto no es posible en términos humanos; no es virtuoso ni ético. ¡No lo puedo hacer!” Nos es fácil leer esta narración. No obstante, supongamos que una hermana joven de entre nosotros recibiera semejante encargo esta noche. ¿Podría aceptarlo? No es asunto insignificante. Es posible que María dijera: “Gabriel, ¿no sabes que ya estoy comprometida? ¿Cómo podría concebir a un hijo?” ¿Quien de entre nosotros aceptaría un encargo tal como éste? Si un ángel hablara así con usted, ¿podría usted aceptarlo?

Después de escuchar las palabras del ángel, María dijo: “He aquí la esclava del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lc. 1:38). Tal vez parezca algo sencillo, pero el precio es excesivamente alto. Para dar a luz a Cristo, María pagó un precio muy alto: pagó con todo su ser. No es fácil producir a Cristo; cuesta mucho. Si queremos introducir a Cristo, tenemos que pagar un precio. María lo hizo.

José reaccionó inmediatamente, pensando despedirla secretamente (v. 19). Así que, María estaba en apuros. Le aseguro a usted que cuando acepte el encargo de sacar a luz a Cristo, se encontrará usted en apuros. Todos los ángeles lo entenderán, pero ningún ser humano lo entenderá. No espere que haya alguien como el ángel Gabriel. Todos le van a entender mal a usted. De hecho, es posible que la persona más cercana a usted sea la que menos lo entienda. No obstante, el nacimiento de Cristo fue realizado en gran parte por la entrega de María.


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