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Estudio-vida de 1 y 2 Pedropor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2858-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 24 de 47 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE 1 PEDRO

MENSAJE VEINTICUATRO

LA VIDA CRISTIANA Y SUS SUFRIMIENTOS

(6)

Lectura bíblica: 1 P. 3:14-22

En este mensaje llegamos a 1 Pedro 3:14-22, una sección que trata de los sufrimientos que padecemos por causa de la justicia según la voluntad de Dios, como Cristo sufrió. Aunque este pasaje forma parte de la sección que trata acerca de la vida cristiana y sus sufrimientos, en realidad nos habla acerca de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo. En estos versículos encontramos dos grandes problemas que han sido objeto de debates a través de los años; un problema tiene que ver con la muerte de Cristo, y el otro, con el bautismo en relación con la resurrección y ascensión de Cristo.

SANTIFICAR AL SEÑOR EN NUESTROS CORAZONES

Los versículos del 14 al 16 dicen: “Mas aun si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre a presentar defensa ante todo el que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros; pero con mansedumbre y temor”. Si los perseguidores consiguen amedrentarnos y conturbarnos, parecerá que no tenemos al Señor en nuestros corazones. Así que, al sufrir persecución debemos mostrar a otros que en nuestro interior tenemos a Cristo como Señor. Esto lo santifica a Él, lo separa, de los dioses falsos, y no lo degrada como si fuera semejante a los ídolos, que no tienen vida.

La esperanza de la que se habla en el versículo 15 es la esperanza viva que resulta de heredar la vida eterna. Ésta es una esperanza que tenemos hoy durante nuestro peregrinaje con respecto al futuro; no es una esperanza de cosas objetivas, sino una esperanza de vida, la vida eterna, con sus innumerables bendiciones divinas. El temor mencionado por Pedro en el versículo 16 es un temor reverente, un temor santo. Pedro habla acerca del temor varias veces en esta epístola porque lo que se enseña en ella tiene que ver con el gobierno de Dios.

En los sufrimientos que se derivan de la oposición y la persecución, debemos santificar a Cristo como Señor en nuestros corazones. La palabra santificar en griego significa apartar o separar algo o a alguien de lo común. Esto hace que aquello se distinga de lo demás y que incluso sobresalga. Cuando suframos persecución, debemos mostrar que Cristo es especial; debemos mostrar que Él es magnífico, absolutamente diferente de los ídolos. Santificar a Cristo como Señor en nuestros corazones no es algo que se logra con actividades externas que muestran que Él es diferente de todo lo común, sino que es una cuestión interna. Santificar a Cristo como Señor en nuestros corazones significa que mientras sufrimos persecución, mostramos que tenemos al Señor en nuestros corazones. Si mientras sufrimos persecución nosotros permitimos que el Señor sea el Señor en nuestros corazones, le expresaremos. Al expresarle de esta manera, espontáneamente santificaremos a Cristo y mostraremos que Él es diferente de los ídolos.

Si nos mostramos tímidos y temerosos cuando sufrimos persecución, el Señor no será santificado en nosotros. ¡Cuánta vergüenza le traería esto a Él! Daríamos la impresión de que no tenemos al Señor en nuestros corazones. Siempre que suframos persecución, los demás deben percibir que el Cristo que reside en nosotros es Señor. Pero si nos mostramos tímidos y temerosos, los demás pensarán que no tenemos nada dentro de nosotros, es decir, se llevarán la impresión de que no tenemos al Señor viviente dentro de nosotros. Pero si somos valientes, es decir, si santificamos al Señor en nuestros corazones y le reflejamos en nuestros rostros, los demás percibirán que hay algo de valor dentro de nosotros. Esto es lo que significa santificar a Cristo como Señor en nuestros corazones.

Hace algún tiempo les conté una historia que escuché acerca de una joven que sufrió el martirio durante la rebelión Bóxer en China. Este incidente sucedió en Pekín. A causa del movimiento Bóxer, todos los negocios de la ciudad cerraron sus establecimientos. Un joven, que trabajaba como aprendiz en cierto negocio, no se atrevió a abrir la puerta del local donde se encontraba. Así que, asomándose por la rendija de la puerta, vio a los bóxeres desfilando por la calle. Podía oír el clamor y los gritos. Luego vio a algunos de los bóxeres que con espada en mano, amenazaban a una joven. Ella era cristiana. Iba sentada en una carreta que la llevaría al lugar de su martirio. Aunque los bóxeres la rodeaban, vociferando, gritando y pronunciando amenazas, ella no mostraba ningún temor. Su rostro resplandecía, y ella iba gozándose en el Señor y alabándole. Este espectáculo conmovió profundamente a aquel joven. Aunque no era creyente, a partir de ese momento, él tomó la decisión de conocer más acerca de la fe cristiana. Dijo para sus adentros: “Si esto no fuera más que una religión occidental, ¿por qué aquella joven no se veía atemorizada por las amenazas ni los gritos? ¿Por qué no tenía ningún temor de morir? ¿Por qué resplandecía su rostro, y por qué se regocijaba?”. En aquel entonces este joven no se dio cuenta de que ella estaba alabando al Señor. Más tarde, él creyó en el Señor y llegó a ser un predicador. Años después, siendo ya anciano, tuve la oportunidad de conocerlo en mi pueblo natal y tuvimos una conversación muy agradable. Él me contó la historia de lo que experimentó aquel día en Pekín.

Aquella joven que sufrió el martirio durante la rebelión Bóxer santificó verdaderamente a Cristo como Señor en su corazón. El resplandor en su rostro, su regocijo y sus alabanzas, todo ello, expresaba que el Señor estaba en su corazón. Espontáneamente, ella santificó a Cristo como Señor. Al santificar a Cristo de esta manera, ella influyó en aquel joven para que creyera en el Señor.


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