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Estudio-vida de Romanospor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2929-3
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ESTUDIO-VIDA DE ROMANOS

MENSAJE DIECINUEVE

HEREDEROS DE LA GLORIA

(2)

D. Las primicias del Espíritu

Romanos 8:17 dice: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados”. En este versículo vemos que hemos avanzado de hijos inmaduros a herederos. Somos herederos de Dios y coherederos con Cristo. Aquí el pensamiento de Pablo es muy definido. Notemos la palabra si en la última parte de este versículo, pues indica que existe una condición para ser herederos. No podemos decir que por el simple hecho de haber nacido de Dios, ya somos herederos. Esto es demasiado prematuro. No existe ningún requisito que debamos cumplir para ser hechos hijos de Dios. En tanto que el Espíritu dé testimonio juntamente con nuestro espíritu, somos Suyos. Sin embargo, para avanzar y ser herederos, hay un requisito que debemos cumplir, el cual se menciona en la última parte del versículo.

La única manera de ser herederos de Dios y coherederos con Cristo es padecer “juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados”. Tal vez no nos agrade sufrir, pero es necesario. Recordemos que el sufrimiento es la encarnación de la gracia. No debemos angustiarnos debido al sufrimiento; si sufrimos juntamente con Él, seremos glorificados juntamente con Él. Aunque no puedo afirmar que si no sufrimos no seremos glorificados, es muy cierto que el grado de sufrimiento determina el grado de gloria. Cuanto más suframos, más se intensificará nuestra gloria, porque los sufrimientos intensifican nuestra gloria. Aunque nos gusta mucho ser glorificados, no queremos sufrir. Sin embargo, los sufrimientos aumentan la gloria. En 1 Corintios 15:41, Pablo dice que “una estrella es diferente de otra en gloria”, indicando que algunas estrellas brillan más que otras. Todos nosotros brillaremos y todos seremos glorificados, pero la intensidad de la gloria dependerá de la cantidad de sufrimiento que estemos dispuestos a aceptar y experimentar. Ciertamente en aquel día el apóstol Pablo brillará con más fulgor que todos nosotros. ¿Cree que usted brillará tanto como el apóstol Pablo? Ciertamente todos seremos glorificados, pero la intensidad de la gloria diferirá conforme a la intensidad de los sufrimientos de cada cual. Por lo tanto, Pablo dice en Romanos 8:18: “Pues tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de compararse con la gloria venidera que en nosotros ha de revelarse”. Los padecimientos que experimentamos en la actualidad no significan nada en comparación con la gloria venidera.

Leamos el versículo 19: “Porque la creación observa ansiosamente, aguardando con anhelo la manifestación de los hijos de Dios”. Aquí se puede decir también “la revelación, o apariencia, de los hijos de Dios”. Todos nosotros somos hijos de Dios. Ya mencioné que si nosotros dijéramos a la gente en la calle que nosotros somos hijos de Dios, ellos pensarían que estamos locos. Dirían: “Mírate a ti y a mí. ¿Cuál es la diferencia entre nosotros? Ambos somos seres humanos; tú no eres nada diferente de mí; simplemente eres otra persona. ¿Por qué entonces dices que eres un hijo de Dios?”. Sin embargo, el día se acerca cuando los hijos de Dios serán manifestados. En ese día no será necesario proclamar: “Desde ahora en adelante somos hijos de Dios”, porque en ese entonces todos seremos glorificados; estaremos en la gloria y seremos designados como hijos de Dios por Su gloria. Entonces todos tendrán que reconocer que somos hijos de Dios. Ellos dirán: “Mira a estas personas tan llenas de gloria. ¿Quiénes serán? Deben ser los hijos de Dios”. No será necesario decir nada, pues seremos designados por nuestra glorificación. Toda la creación está en espera de esto atentamente, porque la creación aguarda con anhelo la manifestación de los hijos de Dios.

El versículo 20 añade: “Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó”. Debemos notar la palabra vanidad. Toda la creación está sujeta a vanidad. Todo lo que se encuentra debajo del sol es vanidad. El sabio rey Salomón dijo: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Ec. 1:2). La creación está sujeta a vanidad.

Luego en el versículo 21 leemos: “Con la esperanza de que también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad de la gloria de los hijos de Dios”. Debemos notar las palabras esclavitud y corrupción. En todo el universo no hay nada excepto vanidad y corrupción. Esta corrupción es un tipo de cautiverio o esclavitud que ata a toda la creación, la cual fue sujetada a vanidad, con la esperanza de que sería libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Un día los hijos de Dios serán glorificados, o sea, introducidos en la gloria. Con esa gloria habrá libertad, la cual constituirá un reino, una esfera, un dominio. Toda esa gloria será un reino, una esfera, en el cual seremos introducidos. Cuando nosotros seamos introducidos en aquella libertad o reino de gloria, la creación será librada de la vanidad, de la corrupción y de la esclavitud. Ésta es la razón por la cual toda la creación espera ese tiempo. Lo que nos concierne a nosotros, concierne a la creación, porque el destino futuro de ella descansa sobre nosotros. Si somos lentos en madurar, la creación nos culpará y murmurará contra nosotros, diciendo: “Queridos hijos de Dios, vosotros estáis creciendo muy lentamente. Nosotros estamos aguardando el tiempo de vuestra madurez, cuando vosotros entréis en la gloria y nosotros seamos librados de la vanidad, de la corrupción y de la esclavitud”. Debemos ser fieles a la creación y de no decepcionarla.

El versículo 22 dice: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora”. Pareciera que una estrella gime a otra y que la luna gime a los planetas. Todos ellos gimen a una. No sólo toda la creación gime a una, sino que también sufre dolores de parto. Toda la creación gime y sufre dolores de parto hasta ahora.

El versículo 23 añade: “Y no sólo esto, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando con anhelo la plena filiación, la redención de nuestro cuerpo”. Aunque nacimos como hijos de Dios mediante la regeneración y tenemos al Espíritu como las primicias, nosotros también gemimos porque aún estamos en el cuerpo, el cual está relacionado con la vieja creación. Debemos admitir que nuestro cuerpo todavía pertenece a la vieja creación y no ha sido redimido; por eso, nosotros gemimos en este cuerpo al igual que la creación lo hace. Sin embargo, mientras gemimos, tenemos las primicias del Espíritu, las cuales se nos dan para que las disfrutemos como un anticipo de la cosecha venidera. Estas primicias son el Espíritu Santo a quien disfrutamos como muestra del disfrute que tendremos de Dios en plenitud, es decir, de todo lo que Dios quiere ser para nosotros. Dios lo es todo para nosotros. El pleno disfrute vendrá en el día de la gloria. No obstante, desde ahora, antes de que tengamos el pleno disfrute, Dios nos ha dado un anticipo. Éste es Su divino Espíritu como las primicias de la cosecha, la cual será el pleno disfrute de todo lo que Él es para nosotros.

Si hablamos con los incrédulos, ellos admitirán que, en cierto sentido sí disfrutan de sus entretenimientos, como por ejemplo el baile o el juego de apuestas. No obstante, también nos dirán que no son felices. Podemos preguntar a cualquiera de ellos: “¿Por qué va a bailar o a jugar al casino?, y nos contestará: “Porque estoy muy triste y deprimido, y necesito entretenerme con algo”. Ellos también están gimiendo, pero sólo eso, pues no cuentan con nada más. Nosotros, por el contrario, mientras gemimos, tenemos en nuestro ser interior al Espíritu como las primicias, como un anticipo de Dios mismo. Incluso mientras estamos sufriendo, tenemos el disfrute, o sea, el sabor de la presencia del Señor, la cual es simplemente el Espíritu dado a nosotros como las primicias que hoy disfrutamos. Por esto, somos diferentes de las personas mundanas, quienes gimen sin disfrutar nada en su ser interior. Aunque nosotros gemimos externamente, nos regocijamos internamente. ¿Por qué nos regocijamos? Porque tenemos las primicias del Espíritu. El Espíritu Divino dentro de nosotros es el anticipo de Dios, que nos conduce a saborear plenamente el disfrute divino. Entre las bendiciones de la filiación, ésta es una de las más grandes.

Mientras nos encontramos gimiendo y disfrutando las primicias del Espíritu, estamos esperando la filiación, o sea, la plena filiación. Aunque dentro de nosotros tenemos la filiación, ésta todavía no está completa. En aquel día conoceremos la plena filiación, o sea, la redención de nuestro cuerpo. Tenemos la filiación en nuestro espíritu mediante la regeneración, y también podemos experimentar la filiación en nuestra alma mediante la transformación, pero aún no hemos experimentado la filiación en nuestro cuerpo, la cual se realiza mediante la transfiguración. En el día venidero también experimentaremos la filiación en nuestro cuerpo. Ésta es la plena filiación, la cual aguardamos con gran anhelo.

Mientras esperamos, necesitamos crecer. No es necesario gemir tanto como crecer. Aunque necesitamos regocijarnos continuamente, al hacerlo, es imprescindible que crezcamos. Muchos entre nosotros son muy jóvenes e inmaduros. Todos debemos crecer y madurar. El tiempo en que aquel glorioso día venga dependerá de nuestro crecimiento en vida. Cuanto más rápido crezcamos, más rápido vendrá ese día.

En el versículo 24 Pablo dice: “Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque ¿quién espera lo que ya ve?”. ¿Cuál es la esperanza que aquí se menciona? Es la esperanza de gloria. Fuimos salvos en la esperanza de que algún día entraremos en la gloria. Pablo está diciendo que “la esperanza que se ve, no es esperanza, porque lo que se ve, ¿para qué esperarlo?”. ¿Qué significa esto? Significa que aquello que esperamos es maravilloso porque nunca lo hemos visto. Ésta es la razón por la cual es una esperanza real. Si viéramos un poquito de ello, no sería una esperanza tan excelente. Si alguien me preguntara acerca de la gloria del futuro, yo le diría que no sé nada de ella porque nunca la he visto. No puedo hablar de esa gloria porque no la he visto. Por lo tanto, es una esperanza maravillosa.

El versículo 25 dice a continuación: “Pero si esperamos lo que no vemos, con perseverancia y anhelo lo aguardamos”. Muchos santos que están esperando han preguntado: “Señor, ¿hasta cuando esperaremos? ¿Otros diez años? ¿Otra generación? ¿Hasta cuando, Señor?”. Esto pone a prueba nuestra perseverancia.


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