Información del libro

Estudio-vida de 1 y 2 Tesalonicensespor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2821-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 16 de 31 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE DIECISÉIS

LA ESPERANZA DE LA VIDA CRISTIANA

Lectura bíblica: 1 Ts. 4:13-18

En 1 Tesalonicenses 4:13-18 Pablo nos da una palabra elemental acerca de la venida del Señor y del arrebatamiento de los creyentes. Aquí, como se trata de una palabra de consolación, sólo se menciona el arrebatamiento de los creyentes a la venida del Señor de una manera general. Los detalles en cuanto a este tema se revelan en otros libros del Nuevo Testamento, tales como Mateo y Apocalipsis.

Lo que Pablo describe en 4:13-18 es la esperanza común de todos los creyentes. Ésta es la esperanza de la vida santa para la vida de iglesia. Esta clase de vida no es ni pecaminosa ni mundana; antes bien, es pura y santa. Además, la vida santa para la vida de iglesia tiene una esperanza.

Debido a la caída del hombre, no hay esperanza para el linaje humano caído. La única esperanza que tienen los incrédulos es la muerte. La muerte es su destino. Día tras día viven teniendo presente la muerte, y van camino a la muerte. Por lo tanto, la muerte es el futuro de ellos.

En Efesios 2:12 Pablo describe la situación de desesperanza que viven los incrédulos: “Estabais separados de Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Los incrédulos no tienen esperanza porque no tienen a Dios. Puesto que están separados de Cristo y viven sin Dios, no tienen esperanza alguna. Lo único que les espera es la muerte. Todos están conscientes de ello y lo dan por sentado. Es por eso que a los incrédulos no les gusta pensar en el futuro. De hecho, el futuro de ellos no es nada positivo. Con respecto a su futuro, sólo se vislumbra la oscuridad de la muerte.

Nosotros, como personas que creen en Cristo, tenemos una vida llena de esperanza. Nuestra esperanza es la venida del Señor. Aun más, nuestra esperanza incluye la resurrección y el arrebatamiento. La resurrección no es sólo algo relacionado con la vida; es la vida que vence la muerte. Cuando la vida vence la muerte, eso es resurrección. Además, el arrebatamiento es una experiencia que nos lleva aun más lejos que la resurrección. De hecho, es posible que una persona sea resucitada y no sea arrebatada.

LA RESURRECCIÓN Y EL ARREBATAMIENTO

La vida santa para la vida de iglesia es una vida que tiene futuro, una vida que tiene esperanza. Esta esperanza no es meramente la venida del Señor; es la venida del Señor junto con la resurrección y el arrebatamiento. El regreso del Señor Jesús propiciará la resurrección y el arrebatamiento. Como acabamos de mencionar, la resurrección y el arrebatamiento son asuntos adicionales a la vida divina. Hoy poseemos la vida divina; tenemos esta vida, estamos en dicha vida y disfrutamos de ella. Sin embargo, esperamos la venida del Señor, la cual nos traerá la resurrección y el arrebatamiento.

La resurrección, por supuesto, es para aquellos que han muerto. Hoy llevamos una vida santa por causa de la iglesia; pero si el Señor se tarda en regresar, un día todos “dormiremos”, es decir, moriremos físicamente. Todos los creyentes que han muerto, esperan la resurrección. Si vivimos hasta el regreso del Señor Jesús, por supuesto, no necesitaremos resucitar, pero sí necesitaremos ser arrebatados. Además, los que hayan muerto necesitarán ser resucitados y también arrebatados. Todos los creyentes, tanto muertos como vivos, necesitarán ser arrebatados. Por consiguiente, el arrebatamiento marca el final de nuestra vida en la tierra. Esto significa que la experiencia con la que concluye nuestra vida no es la muerte ni la resurrección, sino el arrebatamiento.

En las Escrituras no se encuentra la palabra “arrebatamiento”, pero sí el concepto del arrebatamiento. La palabra “arrebatar”, según ha sido usada por los maestros cristianos, significa ser tomado, como en el caso de Enoc y Elías (Gn. 5:24; 2 R. 2:1, 11). Mateo 24:40-41, Lucas 17:34-36, 21:36, 1 Tesalonicenses 4:17, Apocalipsis 3:10, 7:9, 11:12, 12:5, 14:1 y 16, y 15:2 son pasajes que se refieren al arrebatamiento, es decir, al hecho de que los creyentes sean tomados a los cielos.

El arrebatamiento es un tema muy importante en el Nuevo Testamento. En 4:13-18 Pablo habla al respecto pero sólo de manera general o elemental. Él nos dice que los creyentes que estén vivos, juntamente con los que hayan muerto y hayan sido resucitados, serán tomados y se reunirán con el Señor en el aire. En estos versículos, Pablo no profundiza ni da explicación de los detalles. Lo que él dice aquí puede compararse con los principios básicos de matemáticas que un maestro de primaria enseña a sus estudiantes. Sin embargo, el arrebatamiento no es un asunto sencillo. De hecho, ha sido objeto de mucho debate entre los maestros de la Biblia.

La intención de Pablo era dar a los nuevos creyentes un concepto básico de la esperanza de nuestra vida cristiana. Él deseaba recalcarles que la vida cristiana, que es una vida santa para la vida de iglesia, tiene una esperanza. Por lo tanto, esta vida es absolutamente diferente a la vida de desesperanza que lleva el linaje humano caído. La esperanza de la vida cristiana es el regreso del Señor, y esta esperanza incluye la resurrección y el arrebatamiento.

En el versículo 13 Pablo dice: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza”. Las palabras “los que duermen” se refieren a los que han muerto (v. 16; Jn. 11:11-14; 1 Co. 11:30). Tanto el Señor como el apóstol consideraban que la muerte de los creyentes era dormir. Probablemente cuando Pablo escribió esta epístola, algunos de los creyentes de Tesalónica ya habían muerto. De lo contrario, no habría habido razón alguna para que Pablo hubiese escrito al respecto.

En el versículo 14 Pablo añade: “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron por medio de El”. Creer en la esperanza descrita aquí incluye el creer en la resurrección del Señor. Cualquiera que no crea en la resurrección de Cristo, tampoco creerá en esta esperanza. Pero si creemos en esta esperanza, esto indica que ya hemos creído en la resurrección de Cristo.

Es posible que algunos, refiriéndose al versículo 14, digan: “Cuando los santos mueren, van al cielo, y cuando el Señor Jesús regrese, Él los traerá consigo del cielo”. Interpretar este versículo así es pasar por alto la primera parte del versículo, donde dice que Jesús murió y resucitó. Esto, por supuesto, se refiere a Su resurrección. Si los santos que han muerto estuvieran en el cielo y el Señor los trajera consigo del cielo a Su regreso, entonces los santos que han muerto no necesitarían resucitar.

Los versículos 15 y 16 les ayudarán a entender lo que quiero decir: “Por lo cual os decimos esto en virtud de la palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con exclamación de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero”. Quisiera pedirles que presten mucha atención a la palabra “resucitarán” del versículo 16. Si los muertos ya estuvieran en el cielo, ¿qué necesidad habría de que resucitaran? Si realmente estuvieran en el cielo, no necesitarían resucitar. Además, tampoco necesitarían ser arrebatados o llevados al Señor. Sólo necesitarían descender del cielo con el Señor Jesús. El hecho de que el versículo 16 diga que los muertos en Cristo resucitarán indica que ellos deben de estar en algún otro lugar que no es el cielo.

En el versículo 15, la palabra griega traducida “venida” es parousía, que significa presencia. En el versículo 16, las palabras griegas traducidas “exclamación de mando” pueden también traducirse “grito de mando”, como señal para congregarse. La trompeta de Dios es la trompeta final (1 Co. 15:52), una trompeta para congregar a los redimidos de Dios (véase Nm. 10:2).

En el versículo 17 Pablo dice: “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”. Según este versículo, tanto los creyentes que hayan muerto como los que estén vivos serán llevados al Señor. Primero, los muertos resucitarán, y luego, todos juntos, seremos arrebatados al encuentro del Señor en el aire.

En Apocalipsis 12 el hijo varón, es decir, los vencedores, será llevado, arrebatado, al trono de Dios en el tercer cielo antes de la gran tribulación, los últimos tres años y medio de la era actual (Ap. 12:5-6, 14). En este versículo vemos que la mayoría de los creyentes serán arrebatados al aire cuando el Señor venga.


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