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Estudio-vida de 1 y 2 Pedropor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2858-0
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ESTUDIO-VIDA DE 1 PEDRO

MENSAJE UNO

PALABRAS INTRODUCTORIAS

Lectura bíblica: 1 P. 1:1-2

En este mensaje daremos inicio a nuestro estudio-vida de las epístolas de 1 y 2 Pedro y Judas. En el pasado no prestamos mucha atención a los escritos de Pedro, debido a que invertimos mucho tiempo y energía en estudiar otros libros de la Biblia, especialmente los escritos de Pablo. Tal vez parte de la razón por la cual no hemos prestado mucha atención a 1 y 2 Pedro, es que el catolicismo ha exaltado excesivamente a Pedro. El catolicismo considera a Pedro su primer Papa. No estamos de acuerdo con esta aseveración del catolicismo. Por consiguiente, nuestro Pedro, el Pedro revelado en la Biblia, es en cierto sentido diferente del concepto que se halla en el catolicismo. Es debido a que el catolicismo exalta a Pedro desmedidamente que yo he prestado menos atención a los escritos de Pedro.

Aun así, he dado algunos mensajes sobre 1 y 2 Pedro. En 1973, di una conferencia sobre 1 y 2 Pedro en Vancouver, Columbia Británica. También ese mismo año, durante una conferencia que di en San Francisco, compartí algunos mensajes sobre la gracia, los cuales se basaban en los escritos de Pedro. Estos mensajes fueron publicados en la revista The Stream [El manantial] (tomo 12, núm. 1, febrero de 1974, y núm. 2, mayo de 1974). En dichos mensajes recalqué que Pedro definitivamente tiene una porción muy rica, elevada y particular que ministrarnos.

EL CARÁCTER DE LOS ESCRITOS DE PEDRO

Pablo escribió catorce epístolas, mientras que Pedro sólo escribió dos, las cuales contienen un total de ocho capítulos. No obstante, aunque los escritos de Pedro son breves, él usa ciertos términos que no se encuentran en los escritos de Pablo. Por ejemplo, Pedro habla de la sangre preciosa de Cristo (1 P. 1:19). Aunque Pablo también habla acerca de la sangre de Cristo, él no usa esta expresión especial: la sangre preciosa.

Cabe resaltar que una característica particular de los escritos de Pedro es el uso de adjetivos, y en especial, de adjetivos que denotan un alto aprecio. Además de la expresión “la sangre preciosa”, Pedro usa otras expresiones tales como “simiente incorruptible”, “gloria inmarcesible” y “divino poder”. Pablo no usa estas expresiones. Sin embargo, Pedro acostumbraba a usar adjetivos como éstos. En realidad, más que una costumbre suya, esto nos da a entender que algo verdaderamente se había forjado en el carácter de Pedro.

Durante los años que Pedro siguió al Señor Jesús, vio muchas cosas, pero no llegó a entender el significado de lo que había visto. De hecho, al leer los cuatro Evangelios, podríamos pensar que Pedro era insensato. Sin embargo, aunque Pedro no se comportaba de manera inteligente, el Señor Jesús lo escogió y lo puso en primer lugar entre los discípulos. Es por eso que en los Evangelios el nombre de Pedro aparece en primer lugar entre los discípulos.

Pedro no tenía el entendimiento espiritual de las cosas que había visto. Le faltaba la comprensión adecuada de ellas conforme a la vida divina. Fue por esta razón que en los capítulos catorce, quince y dieciséis de Juan, el Señor Jesús habló del Espíritu de realidad: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de realidad, Él os guiará a toda la realidad; porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Jn. 16:12-13).

El Espíritu de realidad efectivamente vino el día de la resurrección de Cristo, y Pedro probablemente fue el primero en quien se infundió este Espíritu. Esto explica la razón por la cual el Pedro que vemos en el primer capítulo de Hechos es tan diferente del Pedro de los Evangelios. En los Evangelios, Pedro a menudo hablaba insensatamente; pero en Hechos 1 no habló de esa manera. Cuando se puso en pie para hablar, él era una persona transparente, clara como el cristal. Pedro llegó a ser transparente porque el Espíritu de realidad había entrado en él. Este maravilloso Espíritu, que se había infundido en él, le recordó todas las cosas que había visto y oído. Este hecho lo confirman los propios escritos de Pedro. Por ejemplo, en 2 Pedro 1:16-18 él se refiere a aquella ocasión en que junto con Jacobo y Juan estuvieron con el Señor Jesús en el monte de la transfiguración. Esto indica que el Espíritu de realidad le había recordado aquel momento y le había mostrado lo que significaba.

El Espíritu le recordó a Pedro todas las cosas que vio durante los tres años y medio que estuvo con el Señor Jesús. Pedro había visto muchas cosas, pero en aquel entonces no tenía la debida comprensión o entendimiento de ellas. No obstante, después que el Espíritu de realidad vino y le recordó estas cosas, Pedro empezó a entender lo que significaban. Quizás Pedro se dijo a sí mismo: “Oh, ahora entiendo por qué el Señor me corregía tanto y a menudo me avergonzaba ante los demás. Recuerdo lo que le dije al recaudador de impuestos. Él me preguntó si el Señor pagaba impuestos, y yo enseguida le contesté: ‘Sí’. Inmediatamente después, el Señor me avergonzó diciéndome que Él no tenía que pagar el medio ciclo. Luego me mandó a pescar y me dijo que pescaría un pez que tendría un ciclo en la boca. Ahora entiendo por qué cuando yo decía ‘sí’, el Señor decía ‘no’, y por qué cuando decía ‘no’, Él decía ‘sí’”. Pedro experimentó un gran cambio después de la resurrección del Señor y después de que el Espíritu de realidad entró en él.

Por medio del Espíritu de realidad, algo sólido, elevado, rico y poderoso se forjó en las fibras mismas del ser de Pedro. Es por eso que al hablar acerca de la sangre del Señor, él añadió la palabra “preciosa”. Este adjetivo conmueve nuestros sentimientos. Al emplear esta palabra, Pedro debe de haber tenido un sentimiento particular respecto al valor de la sangre de Cristo. En 1 Pedro 1:18 y 19 él dice: “Sabiendo que fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero sin defecto y sin mancha”. ¿No cree usted que Pedro expresó un sentimiento muy particular cuando expresó estas palabras? En el versículo 23 del mismo capítulo, Pedro añade: “Habiendo sido regenerados, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre”. En este versículo Pedro habla de la simiente incorruptible y de la palabra que vive y permanece para siempre. En 1:4 él describe nuestra herencia diciendo que es “incorruptible, incontaminada e inmarcesible”. Por consiguiente, en estos versículos, donde vemos que Pedro acostumbraba a usar adjetivos, encontramos calificativos tales como: preciosa, incorruptible, que vive, que permanece, incontaminada e inmarcesible. Esto indica que al menos en este aspecto, los escritos de Pedro son más enfáticos, más excelentes y más ricos que los de Pablo.

En 1 Pedro 2:21 leemos que Cristo padeció por nosotros, dejándonos un modelo, para que sigamos Sus pisadas. La palabra griega traducida “modelo” es difícil de traducir. Algunas versiones la han traducido como “ejemplo”. Literalmente, la palabra griega significa “patrón de escritura”. El Señor Jesús es nuestro “patrón de escritura”, muy semejantemente al que ponían los estudiantes debajo del papel para calcar las letras y así aprender a escribirlas. Hoy en día, el término que usamos para describir el proceso de copiado es “fotocopiar”. El proceso de fotocopiar no tiene nada que ver con seguir o imitar a alguien; más bien, consiste en reproducir un original. (Véase el mensaje titulado: “Spiritual Xeroxing” [“El fotocopiado espiritual”], publicado en la revista The Stream [El manantial], tomo 12, núm. 1, febrero de 1974). Cristo, nuestro “patrón de escritura”, no nos ha sido dado para que nosotros lo imitemos o simplemente le sigamos, sino para ser “fotocopiado”, es decir, para reproducirse, dentro de nosotros. Esto significa que todos nosotros debemos llegar a ser reproducciones, fotocopias, de Cristo. Esto es lo que significa la palabra griega traducida “modelo” en 2:21, un término que Pablo no usa en sus escritos.

En 3:7 Pedro usa otra expresión muy particular: “la gracia de la vida”. Nosotros estamos familiarizados con las palabras “gracia” y “vida”, mas no con la expresión “la gracia de la vida”. Las esposas, como vasos más frágiles, son coherederas junto con sus maridos de la gracia de la vida. ¡Qué expresión tan dulce! Es posible que hayamos escuchado muchas veces expresiones como la gracia de la salvación o la gracia del perdón de pecados, y nunca nos halla llamado la atención la frase: la gracia de la vida. Pablo, en sus escritos, no usa esta expresión tan especial, preciosa y dulce.

En 4:17 Pedro dice: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios”. Aquí encontramos una expresión particular por el lado negativo: el juicio de Dios comienza por Su propia casa. Pablo no nos dice esto; pero Pedro fue muy específico al decirnos que el juicio de Dios comienza por Su propia casa.

Pablo a menudo usa la expresión “gracia y paz a vosotros”; en cambio, Pedro expresa en dos ocasiones que la gracia y la paz nos sean multiplicadas. En 1:2 él dice: “Gracia y paz os sean multiplicadas”, y en 2 Pedro 1:2 dice: “Gracia y paz os sean multiplicadas, en el pleno conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor”. Pedro no sólo expresa su deseo de que la gracia sea con los santos, sino además que la gracia les sea multiplicada. ¿Alguna vez se ha preguntado usted qué significa que la gracia sea multiplicada? ¿Ha escuchado alguna vez algún sermón o mensaje en el que se le diga que la gracia y la paz pueden ser multiplicadas? Es posible que a la mayoría de nosotros nos cause desconcierto esta expresión. El uso de la palabra “multiplicadas”, nos muestra una vez más esta característica de Pedro. En este sentido, ni siquiera Pablo era tan minucioso como Pedro, ya que en ninguna de sus epístolas dijo que la gracia y la paz nos fueran multiplicadas.

La palabra “multiplicadas” indica que ya tenemos cierta cosa, y que, en lugar de que nos sea añadido algo más de lo mismo, necesitamos que se multiplique aquello que ya tenemos. Esto significa que necesitamos que la gracia, la cual ya poseemos, nos sea multiplicada. No necesitamos otra gracia; más bien, necesitamos que se multiplique la gracia que ya poseemos.

Más adelante, Pedro, basándose en el concepto de que la gracia nos es multiplicada, nos habla en 4:10 de la multiforme gracia: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos mayordomos de la multiforme gracia de Dios”. Todos debemos ser buenos mayordomos de lo que Pedro llama la “multiforme gracia”, que es la gracia en sus diferentes aspectos y categorías. Pedro vuelve a mencionar la gracia en 5:10, donde nos habla del Dios de toda gracia. Así, pues, en 1 Pedro encontramos cuatro expresiones excepcionales en cuanto a la gracia: “la gracia de la vida”, “la gracia que nos es multiplicada”, “la multiforme gracia” y “toda gracia”. La gracia de la vida nos está siendo multiplicada. Luego, esta gracia llega a ser la multiforme gracia, y finalmente, toda gracia. Como resultado de ello, la gracia viene a nosotros no de una sola dirección, sino de muchas direcciones. Por ejemplo, viene a nosotros de los cielos y de la tierra, de nuestro esposo o esposa, y de nuestros hijos. Cuantos más hijos tengamos, más aspectos de la gracia experimentaremos. Si usted tiene cuatro hijos, disfrutará la gracia en cuatro aspectos. Pero si tiene más hijos, disfrutará más aspectos de la gracia. De la misma manera, mientras un hermano permanezca soltero, le hará falta cierto aspecto de la gracia. En cambio, un hermano casado experimentará la gracia en un aspecto particular. Asimismo, si la esposa de un hermano es muy buena pero de una manera natural, posiblemente él tendrá deficiencias en algún aspecto rico de la gracia. En cambio, si su esposa es una persona difícil, y en cierto modo terca, él tendrá la oportunidad de disfrutar de un aspecto de la gracia, el cual es a la vez muy específico y rico. Así que, la gracia varía conforme a nuestra situación y entorno. Por ejemplo, variará según la clase de esposa que usted tenga, sea ella naturalmente sumisa o difícil. Si su esposa es buena, usted no recibirá tanta gracia como la que recibiría si ella tuviese un carácter difícil. Asimismo, si usted no tiene hijos, no disfrutará del aspecto de la gracia que está relacionado con los hijos. ¡Oh, cuánto necesitamos conocer esta multiforme gracia!

En 2 Pedro 1:3 Pedro dice: “Ya que Su divino poder nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad”. Al parecer a Pedro le gusta mucho usar la palabra “todo” o “toda”. En 1 Pedro 5:10 él habla de toda gracia, y aquí en 2 Pedro 1:3, habla de todas las cosas. La frase “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” es una expresión tremenda. En ninguna de las epístolas de Pablo se encuentra tal expresión. Pedro es quien nos dice que el divino poder nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, es decir, todas las cosas que pertenecen a la vida interiormente y a la piedad, a la expresión de Dios, externamente.

En 2 Pedro 1:4 Pedro nos dice además que Dios “nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina”. La palabra griega traducida “grandísimas” es una palabra difícil de traducir. Traducida literalmente, sería: “las más grandes de todas”. Dios nos ha dado promesas que no sólo son preciosas, sino también grandísimas.

Según 2 Pedro 1:4, Dios nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas para que por ellas llegásemos a ser participantes de la naturaleza divina. Nosotros somos partícipes de la naturaleza divina. A menudo, cuando hablo de este asunto, me siento extasiado de gozo. ¡Qué maravilloso es que podamos ser participantes de la naturaleza divina! ¿Se da cuenta usted de que es partícipe de la naturaleza divina, esto es, partícipe de la naturaleza de Dios? Nosotros los seres humanos podemos de hecho ser participantes de la naturaleza divina. Esto significa que, como creyentes de Cristo, no sólo tenemos la vida divina, sino que continuamente disfrutamos, participamos, de la naturaleza divina. Si Pablo leyera tal expresión, sin duda alguna diría: “Hermano Pedro, en este aspecto, tus escritos son superiores a los míos”.

Pablo en sus escritos no nos dice nada acerca del cielo nuevo y la tierra nueva; esto se menciona tanto en los escritos de Pedro como en los de Juan, quien tenía una relación muy estrecha con Pedro. (Con frecuencia en el libro de Hechos, los nombres de Pedro y Juan se mencionan juntos.) En el libro de Apocalipsis, Juan abunda más acerca del cielo nuevo y la tierra nueva, mientras que Pedro sólo nos habla brevemente al respecto en 2 Pedro 3:13, donde dice: “Pero nosotros esperamos, según Su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Lo que dice Pedro respecto de los cielos nuevos y la tierra nueva nos muestra una vez más que sus escritos contienen detalles que no se encuentran en los escritos de Pablo.


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