Información del libro

Estudio-vida de Filipensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0338-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 55 de 62 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE FILIPENSES

MENSAJE CINCUENTA Y CINCO

TENER UN MISMO SENTIR Y UN MISMO ANDAR

Lectura bíblica: Fil. 3:15-16; Gá. 5:25; 6:15-16

El capítulo tres de Filipenses revela a una persona que es única: al Cristo excelente que lo es todo. En este mensaje, veremos que los cristianos debemos tener interiormente un mismo sentir y exteriormente un mismo andar.

EL SENTIR DE PROSEGUIR
A LA META DE LA SUPERRESURRECCION

En el versículo 15 Pablo presenta una conclusión de los catorce versículos anteriores: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo; y si en algo tenéis un sentir diverso, esto también os lo revelará Dios”. ¿Qué quiere decir Pablo cuando dice “pensemos de este modo”? Para contestar esta pregunta, debemos examinar lo que él declara en los versículos 13 y 14: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. Al decir “pensemos de este modo”, Pablo se refería a lo que acababa de mencionar, esto es, olvidar lo que queda atrás y a extenderse a lo que está delante, a fin de proseguir a la meta y alcanzar el premio.

Ya mencionamos que la meta es vivir, andar y existir absolutamente en Dios, fuera de la vieja creación. Tal es la meta de la superresurrección (v. 11). Proseguir a la meta de la superresurrección es procurar llevar una vida que esté enteramente en Dios, fuera del ámbito de la vieja creación. Además, ya que la superresurrección es en realidad Cristo mismo en resurrección, podemos decir que Su persona es un cuadro de la superresurrección. Antes de la encarnación, crucifixión y resurrección de Cristo, no teníamos tal cuadro, ya que no existía nada que pudiera llamarse la superresurrección. Antes de la encarnación, Dios no se había unido a Su creación, pero un día, el Hijo de Dios entró en la esfera de la vieja creación. En Su crucifixión, El llevó la vieja creación a la cruz y la clavó allí. Por consiguiente, mediante la crucifixión Cristo le dio fin a la vieja creación. Aun más, cuando El fue sepultado, llevó consigo la vieja creación, la cual estaba simbolizada por los lienzos. Después, el Señor resucitó. El hecho de que los lienzos permanecieran en la tumba después de Su resurrección (Jn. 20:6-7), indica que la vieja creación quedó atrás. Por tanto, vemos que cuando Cristo salió en resurrección, se hallaba plenamente en Dios y totalmente fuera de la vieja creación. Este es el significado de la palabra “superresurrección”. Cristo alcanzó la superresurrección mediante la crucifixión y la resurrección.

El Nuevo Testamento enseña que no debemos separar la superresurrección de la persona de Cristo, ya que en realidad la superresurrección es Cristo mismo. Esto quiere decir que cuando recibimos al Señor Jesús, recibimos también la superresurrección. Sin embargo, a través de la historia, desde el primer siglo hasta ahora, este hecho no ha sido proclamado adecuadamente. ¡Cuánto le agradecemos al Señor que, por Su misericordia, El nos haya iluminado para entender en qué consiste la superresurrección de entre los muertos!

La expresión “pensemos de este modo”, está relacionada con el hecho de proseguir a la superresurrección; significa que entendemos claramente que, como aquellos que han sido escogidos, redimidos y regenerados por Dios, sólo debemos procurar una sola cosa: llevar una vida que se encuentre plenamente en Dios, y que esté completamente fuera de la vieja creación. Esto requiere que nuestra vida se encuentre completamente en la superresurrección. Ya vimos que la superresurrección es en realidad la persona preciosa y excelente de Cristo, quien, mediante la crucifixión y la resurrección, salió de la vieja creación y entró en Dios. Este Cristo es maravilloso y mucho más excelente que los ángeles, los cuales son parte de la vieja creación, ya que no han experimentado la crucifixión ni la resurrección. Después de Su crucifixión y sepultura, Cristo salió de la vieja creación al resucitar y entró en Dios. ¿Había oído antes una descripción semejante del Señor Jesús? ¡Aleluya, Cristo es la realidad de la superresurrección! Ahora, debemos procurar llevar una vida, que en realidad es la persona maravillosa de Cristo. Al igual que Pablo, debemos ser capaces de declarar: “Para mí el vivir es Cristo” (1:21). Pablo además podía testificar que él había sido crucificado juntamente con Cristo y que Cristo vivía en él (Gá. 2:20). El Cristo que vivía en Pablo es la superresurrección misma.

En tanto que vivamos en la vieja creación, no viviremos a Cristo, por muy buenas que sean nuestras acciones. Aun si alguien lograra vivir conforme a una ética más elevada que la de Confucio, con todo, dicho vivir no sería Cristo, sino simplemente un vivir ético en la vieja creación. No sólo debemos procurar la victoria sobre los pecados, sino también sobre los mejores aspectos de la vieja creación, incluyendo la ética. Ante todo, debemos proseguir a la meta de la superresurrección, la cual es nuestro querido y excelente Cristo. ¡Cuán bendecidos somos al ver esto! Cuán bendecida será nuestra vida familiar si buscamos una vida que esté en Dios, y que se halle fuera de la vieja creación.

Todos debemos pensar de “este modo”, teniendo una mente centrada en ir en pos de Cristo, quien es la superresurrección. Los jóvenes que deseen proseguir hacia esta meta no necesitan reformar su comportamiento ni su carácter, ni esforzarse por ser mejores estudiantes; en lugar de ello, deben llevar una vida que sea Cristo mismo en resurrección, una vida que esté enteramente en Dios y completamente fuera de la esfera de la vieja creación. Que todos tengamos este único sentir.


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