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Estudio-vida de Marcospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1437-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 31 de 70 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE MARCOS

MENSAJE TREINTA Y UNO

LAS ACTIVIDADES QUE EL SALVADOR-ESCLAVO
REALIZO EN SU SERVICIO EVANGELICO

(15)

Lectura bíblica: Mr. 10:1-31

En este mensaje seguiremos examinando 10:1-31. Esta porción del Evangelio de Marcos contiene cuatro asuntos: el Señor viene a Judea (v. 1), enseña en contra del divorcio (vs. 2-12), bendice a los niños (vs. 13-16) y enseña en cuanto a los ricos y el reino de Dios (vs. 17-31). En el mensaje anterior dijimos que hay tres factores que pueden impedir que entremos en el reino de Dios: el matrimonio, la vejez y las riquezas. Vimos que si permitimos que Cristo nos reemplace, seguramente sabremos conducirnos con relación a dichos factores. Examinemos ahora con más detalle lo que dijo el Señor en 10:2-31 respecto al matrimonio, la vejez y las riquezas.

ENSEÑA EN CONTRA DEL DIVORCIO

Cuando Dios creó al hombre, no creó a todas las personas que necesitaba para cumplir Su propósito al mismo tiempo. Si ese hubiese sido Su deseo, ciertamente habría podido hacerlo; habría creado billones de personas a la vez. Pero Dios optó por hacerlo de la siguiente manera: creó una pareja y le mandó que se multiplicase y llenase la tierra. Según lo que Dios dispuso, la propagación del linaje humano se lleva a cabo por medio del matrimonio, al cual sólo la creación misma supera en importancia.

Nunca debemos menospreciar el matrimonio. Hebreos 13:4 dice: “Honroso sea entre todos el matrimonio”. El matrimonio es santo, y debemos honrarlo.

Dios creó el linaje humano y designó que éste se propagara por medio del matrimonio.

Debemos comprender que el matrimonio es honorable y santo, pues fue designado para la propagación del linaje humano a fin de que éste cumpliera el propósito de Dios. Si el hombre no hubiera sido creado, y el linaje humano no se propaga (por medio del matrimonio) no se podría cumplir el propósito de Dios. Si tenemos esta perspectiva del matrimonio, nos será honroso; comprenderemos que el matrimonio tiene como fin propagar el linaje humano para que se cumpla el propósito eterno de Dios.

Debemos ser sinceros, fieles y puros en nuestra vida conyugal, de lo contrario ofenderemos a Dios seriamente. Según la Biblia, Dios condena la fornicación y el adulterio. Hebreos 13:4b dice: “Porque a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. Aparte de la idolatría, los pecados que más ofenden a Dios son la fornicación y el adulterio. Así que, es necesario que tengamos una actitud apropiada delante de Dios en cuanto al matrimonio. Debemos ver que la fornicación y el adulterio dañan la debida propagación del linaje humano. Por esta razón, Dios no permite el divorcio.

Puesto que el matrimonio es un asunto tan delicado, advierto a los jóvenes que no inicien una relación matrimonial a la ligera. Jóvenes, antes de casarse, necesitan orar mucho y pensarlo bien. No sólo vean el matrimonio con su propia perspectiva; deben verlo especialmente según la perspectiva de Dios. No se casen apresuradamente, porque una vez que lo hacen, ya no tienen ninguna alternativa. El divorcio ofende tremendamente a Dios.

Ya que procuramos entrar en el reino de Dios, debemos tomar, de manera especial, una postura firme en cuanto al matrimonio. Comprendamos que una vez que nos casamos, ya no hay divorcio.

Toda persona casada debe “cerrar sus ojos” con respecto a las debilidades de su cónyuge. No intente encontrarle fallas a su pareja. Todo lo que tenga que saber acerca de ella sépalo antes de comprometerse. Una vez que se comprometa, y en especial después de casarse, debe cerrar sus ojos y estar ciego a los defectos de su cónyuge. De lo contrario, no tendrá una vida conyugal apropiada.

Según 10:2, los fariseos preguntaron al Señor Jesús “si era lícito a un hombre repudiar a su mujer”. Cuando El les preguntó en cuanto a lo que Moisés les había mandado al respecto, dijeron: “Moisés permitió dar carta de divorcio, y repudiarla” (v. 4). Este mandamiento no formaba parte de la ley básica, sino que fue añadido. No fue dado por Moisés conforme a lo que Dios dispuso desde el principio, sino como algo temporal, debido a la dureza del corazón del hombre.

En 10:5-8 el Señor añade: “Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento; pero desde el principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que ya no son dos, sino una sola carne”. En este pasaje, el Señor no sólo reconoce que Dios creó al hombre, sino que también confirma lo que Dios dispuso respecto al matrimonio, es decir, que un hombre y una mujer se deben unir y llegar a ser una sola carne, y que no deben permitir que el hombre los separe. El mandamiento que Moisés dio sobre el divorcio era una desviación de lo que Dios había establecido originalmente. Pero Cristo nos restaura a lo que era en el principio.

En 10:9 el Señor dice: “Por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre”. El divorcio no solamente es contrario a la ley de Dios, sino que contradice al propio Dios. Lo que Dios unió, no lo debe separar el hombre.

Por un lado, el matrimonio es una necesidad; por el otro, es difícil llevar la vida conyugal. No obstante, tenemos que aprender a apreciar esta dificultad y hasta ocuparnos de ella con afecto. En otras palabras debemos valorar nuestro matrimonio y cuidarlo muy bien. De otro modo, nos impedirá la entrada al reino de Dios.

Nosotros creemos que Dios es verás, y que también lo es Su Palabra, la Biblia. Así que, tenemos que honrar lo que Dios dice en Su Palabra en cuanto al matrimonio. Es muy serio no tratar debidamente nuestra vida conyugal. Si no nos ocupamos de ella según lo que Dios estableció, nos será impedida la entrada al reino de Dios. Sí, sabemos que vamos en camino al reino, pero que entremos en él en la edad venidera todavía está pendiente. Según el capítulo diez de Marcos, nuestra entrada al reino de Dios depende en primer lugar de cómo nos conducimos en nuestra vida conyugal.


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