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Estudio-vida de Deuteronomiopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6649-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 12 de 30 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE DEUTERONOMIO

MENSAJE DOCE

LA LEY ES PROCLAMADA NUEVAMENTE

(6)

Lectura bíblica: Dt. 13:1-18

En Deuteronomio 12 se nos habla claramente en cuanto a guardar la unidad del pueblo de Dios. En el capítulo 13, el cual consideraremos en este mensaje, encontramos unas palabras aún más claras: unas palabras con respecto a la apostasía.

R. El encargo que Moisés hace a los hijos de Israel
con respecto a la apostasía

¿Qué denota la palabra apostasía? En el Antiguo Testamento, la apostasía denota desechar a Dios y abandonarlo volviéndose a los ídolos. En el Nuevo Testamento, la apostasía denota negar la deidad de Cristo; se refiere a no creer que Cristo es el Dios encarnado que se hizo hombre.

La existencia de Dios es un misterio; y el hecho de que Dios se encarnara para ser un hombre llamado Jesús es un misterio aún más grande. Por esta razón, le es más difícil a la gente creer que Dios se hizo hombre que creer que hay un Dios. Al contactar a las personas en la predicación del evangelio, lo primero que debemos aclarar a las personas es que hay un Dios. Podríamos usar el libro de Romanos para mostrarles que hay un Dios. Luego, debemos decirles que ese Dios se encarnó para ser un hombre.

Unos que supuestamente son cristianos, los modernistas, no creen que Jesucristo es Dios; antes bien, creen que el Señor Jesús era simplemente un hombre, que era un maestro y que murió como mártir, pero no para efectuar la redención. Ellos no confiesan que Jesucristo vino en carne (1 Jn. 4:2-3). Sus creencias acerca de Cristo son heréticas, y, debido a que niegan que Jesucristo es el Dios completo y un hombre perfecto, han tomado la senda de la apostasía.

El Nuevo Testamento trata severamente el asunto de la división y de que se niegue la enseñanza que afirma que Cristo es el Dios que se encarnó para ser un hombre. “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Regocíjate! Porque el que le dice: ¡Regocíjate! participa en sus malas obras” (2 Jn. 10-11). La enseñanza a la que el apóstol Juan se refiere aquí es la que afirma que Dios vino mediante la encarnación para ser un hombre. En su evangelio, el mismo Juan dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios [...] Y la Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] llena de gracia y de realidad” (Jn. 1:1, 14). En su segunda epístola, Juan nos muestra que, aun en su época, algunos que se llamaban creyentes no confesaban que Jesucristo el Señor había venido en carne. Juan dice además que no debemos recibir, ni siquiera saludar, a los que no traen la enseñanza de que Jesucristo es Dios mismo que se encarnó para ser un hombre. En lugar de hablar con los que no traen esta enseñanza, debemos apartarnos de ellos.

Debemos entender claramente la diferencia entre enseñar apostasía y estar equivocado en cuanto a la doctrina. Es posible que alguien no esté en lo correcto referente a cierta doctrina, pero eso no significa que sea apóstata. Por ejemplo, supongamos que un hermano en el Señor, un verdadero creyente de Cristo, esté algo equivocado en su enseñanza respecto al arrebatamiento. En ese caso podríamos decir que él está equivocado en cuanto a la doctrina, pero no deberíamos decir que es un hereje o que enseña apostasía, puesto que él cree en la persona divina de Cristo y en Su obra redentora. Él cree que Jesucristo es el propio Dios, que se encarnó para ser un hombre, que murió en la cruz por nuestros pecados, que resucitó de entre los muertos y que ascendió a los cielos. Según el Nuevo Testamento, alguien se convierte en apóstata, no porque enseñe incorrectamente acerca del arrebatamiento, sino porque abandona la fe respecto a que Jesucristo es Dios y que vino en carne para ser un hombre. Los que no creen en esto son apóstatas.

Yo creo que Juan y Pablo aprendieron mucho de los escritos de Moisés, incluso de las claras palabras presentadas en los capítulos 12 y 13 de Deuteronomio. Juan fue claro con respecto a la apostasía, y Pablo también fue claro con respecto a la división.

El libro de Romanos presenta un cuadro completo de la salvación que Dios efectúa, un cuadro que incluye la vida cristiana y la vida de iglesia. Los últimos tres capítulos de Romanos, los capítulos del 14 al 16, tratan sobre la vida de iglesia en una localidad. En los capítulos 14 y 15, Pablo habla con respecto a recibir a los creyentes: “Ahora bien, recibid al débil en la fe, pero no para juzgar sus opiniones” (14:1). El hecho de que un creyente sea débil en la fe no significa que no tenga fe; más bien, significa que si bien tiene fe, es débil en la fe. Debemos recibir a los que son débiles en la fe sin juzgar sus opiniones. Debemos recibirlos sin entrar en discusiones con ellos. Es posible que el que es débil en la fe coma solo legumbres y haga diferencia entre día y día (vs. 2-3, 5), mientras que el que es fuerte en la fe crea que puede comer de todo y juzgue iguales todos los días. En lugar de juzgar a los creyentes con respecto a asuntos como éstos, debemos recibirlos en amor, porque Dios los ha recibido (v. 3). Además, Pablo dice: “Los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos” (15:1). Después de esto añade: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo os recibió, para gloria de Dios” (v. 7). No debemos recibir a los creyentes por lo que coman ni por los días que guarden, sino según Cristo, quien es el centro único y Aquel que todo lo abarca. Debemos recibir a los creyentes genuinos de toda índole, ya sea que coman legumbres o coman carne, ya sea que guarden ciertos días o consideren iguales todos los días. Más aún, debemos recibir a todos los verdaderos creyentes según Cristo.

En Romanos 14 y 15 Pablo es amplio, abierto y abarca a todos, pero en Romanos 16:17 es muy riguroso y estricto. “Os exhorto, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos”. Por una parte, debemos recibir a toda índole de creyentes verdaderos; por otra, debemos ser rigurosos y estrictos al tratar con los que causan divisiones. En 16:17 Pablo no dice: “Esas personas que causan divisiones son hermanos; por tanto, debemos recibirlos y amarlos”. No, él dice que nos fijemos en quiénes son y nos apartemos de ellos. Apartarnos de los que causan divisiones y tropiezos equivale a ponerlos en cuarentena.

En Romanos 16:20a Pablo dice: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies”. Es significativo que estas palabras vengan después de lo dicho en cuanto a la manera estricta de tratar con los que causan divisiones. Si no tenemos ningún discernimiento, sino que, en vez de ello, amamos ciegamente, y si no ponemos en cuarentena a los que causan divisiones y tropiezos, Satanás estará sobre nosotros, y no bajo nuestros pies. Pero si ponemos en cuarentena a los que causan divisiones, Satanás será aplastado bajo nuestros pies.


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