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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
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ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE CIENTO CUATRO

LA MADUREZ:
LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ
(6)

En este mensaje llegamos al último grupo de los doce hijos de Jacob mencionados en su profecía con bendición, el grupo compuesto de José y Benjamín (Gn. 49:22-27). Las tribus de los doce hijos de Jacob en el Antiguo Testamento siempre se describen en grupos. En Números 2 vemos la distribución de las doce tribus alrededor del tabernáculo: Judá, Isacar y Zabulón al oriente; Rubén, Simeón y Gad al sur; Efraín, Manasés y Benjamín al occidente; y Dan, Aser y Neftalí al norte.

Entre los doce hijos de Jacob, sólo tres tipificaban a Cristo; ellos fueron Judá, José y Benjamín. Judá tipificaba a Cristo como el león victorioso. José tipificaba a Cristo como el Hijo amado del Padre con todas las riquezas que alimentan al mundo. Benjamín tipificaba al Cristo ascendido y exaltado. Cuando él nació, su madre lo llamó Benoni, que significa “hijo de aflicción”, pero su padre le cambió el nombre por Benjamín, que significa “hijo de la diestra”. Por consiguiente, Judá, José y Benjamín tipifican plenamente a Cristo. Rubén era el primogénito, pero perdió la primogenitura por su contaminación. Por consiguiente, en la administración de Dios, Judá tomaba la iniciativa. Pero sin José y sin Benjamín la historia y el significado de las doce tribus de Jacob no tendría conclusión. José y Benjamín proporcionaron una conclusión apropiada y completa de la historia de los doce hijos de Jacob.

Los doce hijos de Jacob tipifican el conjunto del pueblo de Dios, incluyéndonos a todos nosotros. Ya vimos que la historia del pueblo de Dios empieza con los pecadores, pues todos éramos pecadores como Rubén, Simeón y Leví. Rubén estaba lleno de lujuria, y Simeón y Leví estaban llenos de ira. Por tanto, la historia del pueblo de Dios empezó con pecadores llenos de lujuria y de ira. Luego vino Cristo, tipificado por Judá. Más adelante, aparece Neftalí como una cierva suelta que pronuncia dichos hermosos. Si la historia del pueblo de Dios hubiese terminado con Neftalí, sería buena, pero insuficiente. Se necesitan a José y a Benjamín para una conclusión adecuada.

La historia del pueblo de Dios empieza con los pecadores. Finalmente, estos pecadores son transformados en Leví con el sacerdocio y en Judá con el reinado. Entonces Neftalí, el Cristo resucitado, pronuncia dichos hermosos. Esto significa que antes éramos Rubén y Simeón, pero que debemos ser transformados en Leví, Judá y Neftalí. Además, debemos seguir adelante y convertirnos en José y Benjamín.

Antes de considerar los aspectos significativos de José y de Benjamín, quisiera destacar que José y Benjamín, dos hijos nacidos de la misma madre, Raquel, son dos aspectos de una sola persona. Cuando Jacob vio a Raquel, se enamoró de ella, y su corazón se apegó a ella. Sin embargo, no se casó con Raquel primero, sino con Lea, la cual le dio seis hijos. Aunque las siervas de Raquel y Lea también engendraron hijos, Raquel no engendró ningún hijo antes de que nacieran diez hijos. Entonces Raquel dio a luz a José, cuyo nombre indicaba que otro hijo había de venir. Esto significa que José no estaba completo en sí mismo, pues necesitaba otra parte. Benjamín fue su complemento. Por consiguiente, José y Benjamín son uno solo. Si usted lee el Antiguo Testamento, leerá que José y Benjamín van juntos como una sola unidad. Finalmente, José recibió la primogenitura y mediante sus dos hijos, Efraín y Manasés, heredó la doble porción de la tierra. De esta manera, José se convirtió en dos tribus, Efraín y Manasés. Además, la tribu de Manasés, recibió dos porciones de la tierra: la mitad de esta tribu recibió tierras al oriente del río Jordán, y la otra mitad al occidente. José y Benjamín son uno solo. El hecho de que José fuera el undécimo hijo, y que Benjamín fuese el duodécimo indica que tenían una estrecha relación en la secuencia histórica. Por tanto, entre los doce hijos, José y Benjamín constituyeron el último par. Más adelante, se convirtieron en tres tribus, a saber: Efraín, Manasés y Benjamín, las cuales acampaban detrás de la morada de Dios. Judá era la tribu que iba adelante, enfrente del tabernáculo; mientras que José iba detrás.

Consideremos ahora los aspectos significativos de este grupo. José fue fiel y tuvo una victoria completa. Según el relato del Antiguo Testamento, José fue el primer hombre perfecto. Antes de él, nadie fue perfecto, ni siquiera Noé. En José no encontramos ninguna falta; él era totalmente perfecto en su comportamiento. José era perfecto porque tenía una victoria completa. Además, el Antiguo Testamento compara a José con un toro lleno de vigor (Dt. 33:17). El no fue un león salvaje ni un lobo amenazante, sino un toro lleno de energía. Por ser un toro, José tenía dos cuernos, que eran Efraín y Manasés. Con estos dos cuernos, José embestirá a los pueblos empujándolos hasta los confines de la tierra. Esto indica que José es fuerte y victorioso.

José también confiaba en Dios y creía en El. Dios lo bendijo porque era perfecto y victorioso, y porque José confiaba en El. En la Biblia nadie recibió una bendición más grande que la suya. Como veremos, él recibió diez bendiciones en el tiempo y en el espacio, lo cual abarca tanto la eternidad pasada como la eternidad futura, y desde los cielos hasta la tierra. José lo recibió todo. El universo entero llegó a ser una bendición para él.

Benjamín es descrito como un lobo arrebatador (Gn. 49:27). Vemos también que la morada de Dios estaba con Benjamín (Dt. 33:12). Por consiguiente, la profecía que dio Jacob con bendición, termina hablando de la plenitud de la bendición universal y de la morada de Dios. El fin de Génesis 49 requiere Apocalipsis 21 y 22 para su pleno desarrollo.


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