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Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 46 de 185 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE CUARENTA Y SEIS

LA DERROTA DE AMALEC

Lectura Bíblica: Ex. 17:8-16; 1 P. 2:11; Dt. 25:17-19; 1 S. 15:2; Ro. 7:24; 8:34b; He. 7:25; Gá. 5:16-17; Ro. 8:13; Nm. 24:20

Es importante ver que el libro de Exodo constituye un cuadro completo de la salvación completa que Dios efectúa. Este hecho se confirma con el cuadro presentado en 17:8-16. En el capítulo dieciséis, vemos el maná del cielo como el suministro de vida, y en el diecisiete, el agua viva que fluye de la roca para satisfacer nuestra sed. Luego en Exodo 17:8-16, vemos la guerra contra Amalec. Ciertamente, esta secuencia no es ninguna coincidencia. Al contrario, se conforma al plan de Dios. Según el cuadro presentado en los capítulos dieciséis y diecisiete, después que hemos recibido el suministro de vida celestial y el agua viva de la roca, estamos listos para combatir contra Amalec.

La batalla en contra de Amalec fue el primer combate de los hijos de Israel. Cuando estaban en Egipto, nunca combatieron. En el mar Rojo hubo una guerra entre Dios y Faraón, pero los hijos de Israel no combatieron contra el ejército de Faraón. Sin embargo, en el capítulo diecisiete, vemos a los hijos de Israel envueltos en una batalla contra Amalec. Muchos estudiantes de la Biblia saben que este combate describe el conflicto entre la carne y el Espíritu. Esto demuestra que al seguir al Señor, el primer combate se produce entre la carne y el Espíritu. Esto indica que luego de ser salvos y bautizados, el primer conflicto que experimentaremos será la guerra entre la carne y el Espíritu que nos regeneró.

En los capítulos catorce y diecisiete, vemos un cuadro de muchas experiencias por las cuales pasamos después del bautismo. Estas experiencias incluyen a Mara y Elim, el comer del maná celestial para satisfacer nuestra hambre, y beber del agua viva para satisfacer nuestra sed. Después de estas experiencias, estamos equipados y listos para combatir en contra de la carne. Nuestra experiencia con el Señor lo confirma. Después de ser salvos y bautizados, pasamos por las experiencias en Mara y en Elim. Luego comimos del maná y bebimos del agua viva. Es sólo entonces que descubrimos cuanto nos frustra la carne y nos impide seguir al Señor. La carne es el enemigo que nos impide seguir adelante con el Señor. En este asunto, la carne es un enemigo más temible que el mundo.

I. EL APOYO PARA LUCHAR

Si internamente tenemos hambre y sed, no podremos luchar contra la carne. Para luchar, primero debemos satisfacer nuestra hambre y sed. Necesitamos el maná, el alimento celestial, y el agua de la roca, el agua viva. Entonces tendremos la fuerza para combatir. El maná y el agua viva sostuvieron a los hijos de Israel en su combate contra Amalec. Sin este apoyo, los hijos de Israel no hubieran podido combatir. Pasa lo mismo en nuestra experiencia espiritual. Si no disfrutamos del maná celestial cada día y bebemos del agua viva continuamente, seremos vencidos y sometidos por la carne. Los cristianos que no participan del maná ni beben del agua viva ya están sometidos por la carne. Sin el maná y el agua viva, somos espontáneamente uno con la carne y andamos conforme a ella. Sólo cuando somos suministrados por Cristo y con El nuestra sed es satisfecha por el Espíritu vivificante, estamos listos para combatir contra la carne.

Exodo 17:8 dice: “Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim”. Este versículo indica que Amalec tomó la iniciativa de pelear contra los hijos de Israel. Amalec los atacó por envidia. Los amalecitas habían oído lo que les había pasado a los hijos de Israel y los envidiaban. Por tanto, Amalec salió a pelear contra el pueblo de Dios.

Cuando no estamos satisfechos con Cristo y no recibimos el suministro del Espíritu vivificante, somos sometidos a la carne. Pero cuando nos levantamos y disfrutamos de Cristo como nuestro maná y bebemos del Espíritu vivificante, como el agua viva, ya no somos sometidos por la carne. Por supuesto, las actividades de la carne son instigadas por Satanás, quien obra a través de la carne. La carne no puede tolerar nuestro disfrute de Cristo y el hecho de que bebamos el agua viva. Por esta razón, la carne se levanta para combatir contra nosotros e intentar someternos.

Antes de empezar a disfrutar de Cristo como nuestro alimento y del Espíritu vivificante como nuestra agua viva, no teníamos ninguna conciencia de que la carne luchaba contra nosotros. En aquel entonces, estábamos totalmente sometidos por la carne. Vivíamos en la carne, actuábamos por ella, y andábamos conforme a ella. Todo lo que hacíamos era en la carne. No obstante, no teníamos ninguna conciencia de que la carne era tan activa y prevaleciente. Eramos víctimas sin esperanzas bajo el poder maligno de la serpiente, Satanás. La serpiente podía obrar en nosotros y sobre nosotros, y no lo sabíamos. Pero un día, empezamos a compartir del alimento celestial y a beber del agua viva. Entonces empezamos a levantarnos y a alejarnos de la mano de Satanás y rehusamos ser víctimas por más tiempo. En ese momento, Satanás instiga a la carne a que combata contra nosotros. Muchos podemos testificar esto. Podemos testificar que después de empezar a disfrutar a Cristo y a beber del agua viva, fuimos atacados por la carne. ¡Alabado sea el Señor porque tenemos el maná celestial y el agua viva que nos sostiene en nuestro combate contra la carne!

Días tras día, recibimos el suministro del maná, el Cristo celestial, como nuestra porción. El Señor Jesús nos enseñó a orar: “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Cada día debemos orar así: “Señor, danos hoy nuestra porción diaria de Cristo”. Me gusta orar de esta manera. A menudo digo: “Señor, gracias por otro nuevo día. Te pido que me des la porción de gracia de este día”. Cada día necesitamos una porción de gracia particular de Cristo como nuestro suministro de vida. También necesitamos al Espíritu como el agua viva. Tenemos el Cristo celestial y también el Espíritu vivificante. El Cristo celestial es el maná que satisface nuestra hambre, y el Espíritu es el agua viva que sacia nuestra sed. ¿Disfruta de este maná y de esta agua viva día tras día? Puedo testificar que hoy he disfrutado mi porción de Cristo, y he bebido mucha agua viva. Por lo tanto, no estoy sometido por la carne. Mi hambre ha sido satisfecha, y mi sed también. Por tanto, tengo algo que compartir con los santos. El agua viva puede brotar de mi interior y saciar la sed de otros.

Aunque participamos de Cristo como el maná celestial y bebemos del Espíritu como el agua viva, Amalec está cerca para combatir contra nosotros. Debemos recordar el hecho de que Amalec, la carne, está siempre con nosotros. Inmediatamente después de disfrutar del Señor en el avivamiento matutino, algo puede suceder, quizás en el desayuno, para provocar la carne. La carne envidia nuestro disfrute de Cristo. Por tanto, Satanás levanta la carne para combatir contra nosotros a fin de frustrarnos e impedirnos seguir al Señor.

La única razón por la cual Amalec atacó fue su envidia hacia el pueblo de Dios. El no quería ver que un pueblo pudiese ser tan brillante y victorioso. Los hijos de Israel habían sido satisfechos por el maná celestial, y estaban bebiendo del agua viva maravillosa. Según dice Pablo, la roca de la cual salía agua viva los seguía (1 Co. 10:4). Los hijos de Israel deben haber estado contentos con el maná y el agua viva. ¿Acaso usted no habría estado contento si hubiera estado allí? Ellos no necesitaban preocuparse por la comida. Tenían el suministro diario del maná celestial. Además, podían beber del agua que salía de la roca. ¡Qué escena más hermosa! No obstante, supongamos que los hijos de Israel no tuviesen el maná ni el agua viva. En tal caso, el pueblo indudablemente se habría peleado unos con otros y aún habría combatido uno contra otro. Esta situación no le habría causado celos al enemigo. Pero Amalec sintió celos al oír acerca de un pueblo radiante, feliz y victorioso. Motivado por la envidia, él combatió contra ellos para destruirlos.

Las Escrituras prestan mucha atención a la guerra entre la carne y el Espíritu. Esta guerra no aparece solamente en Exodo 17, sino también en 1 Samuel 15. La Biblia tiene mucho que decir acerca de Amalec. Esto es porque en la historia de la experiencia cristiana, la carne ocupa mucho espacio. Si usted tuviese que escribir una biografía de algún creyente, tendría que dedicar gran atención a la carne. Por el lado negativo, la vida cristiana es una historia, un relato de la carne. Cada día en nuestro andar cristiano, la carne nos molesta. Quizás al sentarse en las reuniones de la iglesia, usted recuerda ciertas ofensas o maltratos por parte de otras personas; sus pensamientos en cuanto a estas ofensas pueden estar en la carne. Después de la reunión, usted quizá sea atacado fuertemente por la carne. Es posible que Amalec venga a combatir contra usted. Por el lado negativo, la vida cristiana se preocupa principalmente por la carne. La carne se levanta para atacarnos de muchas maneras distintas.


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