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Estudio-vida de 1 y 2 Samuelpor Witness Lee

ISBN: 0-7363-1280-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 38 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE 1 Y 2 SAMUEL

MENSAJE UNO

INTRODUCCION

Lectura bíblica: 1 S. 1

Al estudiar la Biblia, el libro de libros, debemos entender claramente que ella no es un libro de doctrinas. De hecho, ni siquiera es un libro de verdades. Entonces, ¿qué es? La Biblia es la revelación divina. La palabra griega traducida revelación significa descubrir algo que estaba oculto. La Biblia es la revelación que Dios hace de Sí mismo, del universo y del hombre. Es por eso que, cuanto más la estudiamos, más nos convencemos de que Dios es el autor de la misma, no el hombre. Las Escrituras contienen frases que sólo Dios podría expresar.

Si vamos a entender la Biblia como revelación divina, es importante tener un espíritu de sabiduría que nos permita conocer, y de revelación que nos capacite para ver. Por esta razón, Pablo pide “que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria”, nos dé “espíritu de sabiduría y de revelación” (Ef. 1:17). Esto indica que necesitamos la sabiduría divina para entender la revelación divina. La mente humana natural y el conocimiento humano común no pueden comprender la revelación de Dios; para ello necesitamos el espíritu. ¡Gracias a Dios que nos creó con dicho órgano! En Job 32:8a dice: “Ciertamente espíritu hay en el hombre”. Dios creó un espíritu en nosotros específicamente para que lo conozcamos a El. Necesitamos un espíritu de sabiduría y de revelación para conocer y ver lo que está encubierto.

Es importante reconocer que no conocemos la Biblia. El único que la conoce es el Dios Triuno procesado y consumado. Cuanto más comprendamos esto, más oraremos: “Señor, te necesitamos. Necesitamos Tu misericordia y Tu bendición. Te necesitamos como el Espíritu y como la Palabra. Sin Ti, aunque leamos la Biblia, no la entenderemos”.

La Biblia es la revelación divina y como tal devela la economía eterna de Dios, la cual gira en torno a una persona: Cristo. Cristo es el Dios eterno, quien se hizo hombre. El es el Dios completo y el hombre perfecto; El es el Dios-hombre. Sólo en El se puede ver a Dios. Fuera de Cristo, nadie puede conocer a Dios. Asimismo, sólo El posee una humanidad íntegra. Aparte de El, no existe ningún hombre que sea verdadero, íntegro y genuino.

Cristo vino con el propósito de cumplir la voluntad del Padre (Jn. 6:38; 4:34; 5:30), de llevar a cabo la economía de Dios. El vivió en la tierra y experimentó la vida humana en todos sus aspectos. Luego, fue a la cruz y sufrió una muerte que lo incluyó todo, y después de tres días se levantó en Su humanidad. Por medio de la resurrección, El introdujo la humanidad en la divinidad y la hizo parte del Hijo de Dios (Ro. 1:3-4). De esta manera El llegó a ser el Hijo primogénito de Dios, y nosotros Sus muchos hijos (Ro. 8:29; 1 P. 1:3).

El era Dios y se hizo hombre, y nosotros somos hombres y llegamos a ser Dios en vida y naturaleza, mas no en ser objeto de adoración. El es el origen, y nosotros el producto. El producto debe ser semejante a su origen, así que, nosotros, los hijos de Dios (Jn. 1:12), somos semejantes a El en vida y naturaleza, mas no en Su persona, no como objeto de adoración. En conjunto, nosotros somos el Cuerpo de Cristo. Cristo es la Cabeza, y nosotros el Cuerpo, y juntos conformamos el nuevo hombre (Ef. 4:24; Col. 3:10-11). Por ser creyentes de Cristo, todos nosotros somos parte del nuevo hombre. Esto constituye un breve esbozo de la revelación divina en cuanto a la economía de Dios.

Sin esta visión de la economía de Dios, no se puede entender la Biblia. Si leemos la Biblia sin esta perspectiva, la entenderemos equivocadamente. Es por eso que en los mensajes sobre Josué, Jueces y Rut dije que es crucial ver la economía de Dios. Estos tres libros no son solamente libros de historia, sino que forman parte de la revelación divina tocante a la economía de Dios. Además, estos libros contienen muchos tipos, los cuales son representaciones que nos muestran cómo participar de la economía de Dios. Este principio se ve también en 1 y 2 Samuel. Estos libros forman parte de la revelación en cuanto a la economía de Dios y contienen cuadros relacionados con nuestra participación en dicha economía.

Al examinar el estudio-vida de 1 y 2 Samuel necesitamos un espíritu de sabiduría y revelación para poder ver lo que revelan estos dos libros. En ellos se destacan cuatro personas: Elí, Samuel, Saúl y David. Permítanme decir algo acerca de cada una de ellas, resumido en cuatro aspectos, los cuales son extractos de 1 y 2 Samuel:

1. El fracaso de Elí durante la degradación del pueblo provocó la caída del sacerdocio decadente.

2. El ministerio de Samuel, por medio del voto nazareo, acabó con el gobierno de los jueces y trajo el sacerdocio, destinado al oráculo de Dios, y el reinado, destinado a la administración de Dios.

3. Con su vida carnal, Saúl insultó el reinado en el gobierno divino, y por ende, lo perdió.

4. La vida piadosa de David afianzó el reinado en la economía de Dios, y su lujuria contaminó el reinado en cuanto a la santidad de Dios.

Al comienzo de 1 Samuel se expone el fracaso de Elí. Este fracaso sucedió en el tiempo de la degradación del pueblo de Israel. Elí fue el sacerdote responsable por el deterioro del sacerdocio ya por sí decadente.

El ministerio de Samuel trajo la vocación profética que restauró el oráculo de Dios, y el reinado que estableció la administración divina. La vocación profética, según lo ordenó Dios, debía cumplir dos funciones: comunicar la palabra de Dios y establecer Su administración, es decir, Su relación gubernamental con Su pueblo. Así que, por una parte, los sacerdotes eran los portavoces de Dios y, por otra eran Sus representantes. Ellos expresaban la palabra de Dios, y representaban a Dios en Su administración. Debido a que durante el tiempo de Elí el sacerdocio se hallaba decadente y deteriorado, Samuel fue levantado para reemplazarlo. Samuel no tuvo ningún fracaso; él desempeño un ministerio conforme al voto nazareo, el cual puso fin a la época de los jueces e introdujo la vocación profética, que trajo el oráculo de Dios e introdujo el reinado que estableció la administración de Dios.

Aunque tal vez nos sea difícil entender la vida de Samuel, es fácil entender la que llevó Saúl, pues él y nosotros padecemos de la misma enfermedad. La vida de Saúl era carnal, y la nuestra lo es también. Sin importar cuál sea nuestra nacionalidad, todos somos Saules. La vida carnal de Saúl insultó, ofendió y deshonró el reinado en el gobierno divino, y esto lo llevó a perderlo. En cierto sentido, muchos creyentes han hecho lo mismo, y han perdido el reinado.

David es lo opuesto a Saúl. Mientras que la vida de Saúl fue carnal, la de David fue piadosa. La palabra carnal denota al hombre caído, mientras que la palabra piadosa alude a una persona que está con Dios. La vida carnal de Saúl le llevó a perder el reinado, pero la vida piadosa de David protegió el reinado en la economía divina. Sin embargo, la lujuria de David contaminó y dañó el reinado en cuanto a la santidad de Dios. Aunque David no perdió el reino en su totalidad, sí perdió gran parte de él. Una sola tribu, Judá, se quedó con él.

Examinemos otros puntos relacionados con la introducción.


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