Información del libro

Estudio-vida de Colosensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0342-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 63 de 65 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE COLOSENSES

MENSAJE SESENTA Y TRES

LA PAZ DE CRISTO ES EL ÁRBITRO
EN NUESTRO CORAZÓN

Lectura bíblica: Col. 3:12-16; Ef. 2:14-18

En Colosenses 3 y 4 encontramos muchos detalles, los cuales siguen una secuencia excelente y se relacionan con el andar cristiano apropiado. Si hemos de llevar una vida cristiana apropiada, en primer lugar debemos fijar nuestra mente en las cosas de arriba. Como hemos mencionado, estas cosas tienen que ver con lo que Cristo está haciendo en los cielos. Cristo, como nuestro Sumo Sacerdote, intercede por nosotros; como Ministro celestial, Él nos imparte las riquezas de la vida divina, y como Administrador divino, Él ejecuta la economía de Dios. El ministerio celestial de Cristo tiene como fin la edificación de Su Cuerpo. Él desea edificar la iglesia a fin de obtener Su novia. En nuestro andar cristiano, debemos fijar nuestra mente en las cosas de arriba.

ACTIVAR LA TRASMISIÓN DIVINA PARA QUE SE PRODUZCA LA RENOVACIÓN DEL NUEVO HOMBRE

Después de que fijamos la mente en las cosas de arriba, se inicia la renovación del nuevo hombre. Aparentemente no existe ninguna relación entre el hecho de fijar nuestra mente en las cosas de arriba y la renovación del nuevo hombre. En realidad y conforme a nuestra experiencia, estos dos asuntos están estrechamente relacionados. La renovación del nuevo hombre depende enteramente de que nosotros fijemos la mente en las cosas de arriba. La razón es que hay de por medio una trasmisión espiritual. Cada vez que fijamos nuestra mente en las cosas de arriba, abrimos nuestro ser a lo que está ocurriendo en los cielos. Al mismo tiempo, respondemos al ministerio celestial de Cristo y nos convertimos en un reflejo del mismo. Entonces espontáneamente el Espíritu vivificante comienza a fluir y entrar en nosotros. Podemos comparar esta trasmisión con la electricidad. Por una parte, la electricidad se halla en la central eléctrica, y por otra, se halla en nuestras casas. Entre estos dos lugares ocurre una trasmisión. A esta trasmisión se le llama el flujo de la corriente eléctrica. La corriente eléctrica es en realidad la electricidad en movimiento. Basándonos en el mismo principio, podemos afirmar que entre el Cristo que está en los cielos y nosotros los que estamos en la tierra, se produce una trasmisión divina, la cual es el fluir del Espíritu vivificante. Mediante esta trasmisión los cielos con la tierra se unen. Los hermanos de mayor experiencia entienden perfectamente que esto no es un sueño ni una superstición religiosa, sino una realidad divina, celestial y espiritual. La electricidad celestial está fluyendo, y ella une los cielos con la tierra.

El Espíritu vivificante y todo-inclusivo es el producto de la redención de Cristo. Gálatas 3:14 indica que Cristo nos redimió a fin de que recibiésemos el Espíritu. Cristo efectuó la redención no sólo para salvarnos del pecado, sino principalmente para impartirse en nosotros como Espíritu vivificante. ¡Alabado sea el Señor porque en el universo existe una “electricidad” que es maravillosa, divina y celestial: el Espíritu vivificante! Cuando abrimos nuestro ser y fijamos nuestra mente en las cosas de arriba, el Espíritu nos trasmite las riquezas de la vida divina. Todo lo que tenemos que hacer es “prender el interruptor” y al instante fluirá la corriente celestial. La manera de “prender el interruptor” es fijar la mente en las cosas de arriba. Esto es lo que nos permitirá experimentar la trasmisión celestial, la cual introducirá la esencia divina de Cristo en nuestro ser. Cuanto más se añada esta esencia a nuestro ser, más experimentaremos la renovación del nuevo hombre.

La renovación difiere de la enseñanza. Podemos recibir enseñanzas acerca de Dios sin que se añada nada de la sustancia divina a nuestro ser. La renovación depende de la medida en que la sustancia divina nos sea trasmitida. Cuanto más se añade el elemento divino a nosotros, más somos renovados. Actualmente, la mayoría de los cristianos no experimenta la renovación. Todo lo que tienen son simples enseñanzas. Por la misericordia del Señor, nuestro objetivo en Su recobro no es dar meras enseñanzas, sino ayudar a los santos a experimentar la trasmisión divina. En el ministerio, lo que deseamos es compartir la revelación que hemos obtenido de la Palabra de Dios. Entonces, mientras los santos escuchan la palabra con fe y abren su ser al Señor “prendiendo el interruptor” al fijar su mente en las cosas de arriba, recibirán la suministración de la trasmisión celestial. Puede ser que a veces estemos tristes o deprimidos; no obstante, si abrimos nuestro ser a la trasmisión celestial, nos sentiremos llenos de gozo, incluso al grado de querer gritar y alabar al Señor. Este cambio se debe a que la trasmisión celestial ha introducido en nosotros el elemento divino. Esto es lo que produce la renovación, la cual afecta nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Es crucial que veamos la relación que existe entre la renovación del nuevo hombre y el hecho de fijar nuestra mente en las cosas de arriba.


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