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Estudio-vida de Lucaspor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1203-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 51 de 79 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LUCAS

MENSAJE CINCUENTA Y UNO

LA MUERTE DEL SALVADOR-HOMBRE

(1)

Lectura bíblica: Lc. 22:47—23:25

Hasta el presente abarcamos cuatro secciones principales en el Evangelio de Lucas: la introducción (1:1-4), el Salvador-Hombre se prepara en Su humanidad con Su divinidad (1:5—4:13), el Salvador-Hombre lleva a cabo Su ministerio en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos (4:14—19:27), y el Salvador-Hombre se entrega a la muerte para efectuar la redención (19:28—22:46). En este mensaje examinaremos la quinta sección: la muerte del Salvador-Hombre (22:47—23:56), en la cual veremos que el Señor es arrestado (22:47-65), juzgado (22:66—23:25), crucificado (23:26-49) y sepultado (22:50-56).

Después de 22:46 todo estaba preparado para que el Salvador-Hombre fuera inmolado. El moriría en el lugar y en el momento exactos, pues éstos eran el año, el mes y el día indicados.

ARRESTADO

La muerte del Salvador-Hombre comenzó en el momento que fue arrestado. Cuando el Señor Jesús vino al huerto de Getsemaní, sabía que le arrestarían allí. No obstante, así como El tomó la iniciativa de ir de Galilea a Jerusalén, también tomó la iniciativa de ir al huerto de Getsemaní. Por supuesto, los once discípulos no sabían lo que estaba sucediendo. Pero el Salvador-Hombre sí sabía lo que hacía y los pasos que tomaba, pues fue al lugar donde se entregaría a los que le iban a arrestar y darle muerte.

Cuando el Señor Jesús fue arrestado, habían tres grupos de personas a Su alrededor: los que le arrestaron, Sus discípulos y los que le juzgaron. Los que arrestaron al Salvador-Hombre eran hombres religiosos malvados. Aunque eran religiosos, eran falsos, hipócritas y deshonestos. Eran peores que los hombres naturales o de la vieja creación. Eran hombres verdaderamente malos, falsos y deshonestos.

El segundo grupo de personas que estaba con el Señor Jesús cuando fue arrestado era Sus seguidores. A pesar de que las intenciones de los discípulos eran buenas, estaban totalmente en la esfera natural. No había ningún indicio de que estuvieran en la esfera espiritual, pues estaban totalmente en la vieja creación. Aun después de haber participado del pan y de la copa, discutieron entre sí sobre quién de ellos era el mayor. En esto vemos cuán naturales eran. Además, cuando el Señor les dijo que tropezarían, Pedro negó que lo haría: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte” (22:33). Al igual, cuando dijo a los discípulos que se prepararan para enfrentarse a la situación, ellos pensaron que les era necesario comprar espadas para luchar, y por eso, el Señor les dijo: “Basta” (22:38).

Debido a que los discípulos estaban en la vida natural, no fueron capaces de entender lo que el Salvador-Hombre les decía. Cuando el Señor estaba a punto de ser arrestado, “viendo los que estaban con El lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada? Y uno de ellos hirió al esclavo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha” (22:49-50). Vemos que los discípulos se resistieron inmediatamente, pues Pedro fue el primero que sacó la espada, pero el Señor les detuvo y dijo: “Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó” (v. 51). La expresión basta ya; dejad posiblemente significa “dejad que me arresten en este momento”.

Después de que el Salvador-Hombre fue arrestado, “Pedro le seguía de lejos” (v. 54b). Esto es un indicio de que negaría al Señor. Más tarde, Pedro se sentó con numerosas personas al lado del fuego que se encendió en medio del patio (v. 55). Este es otro indicio que él estaba a punto de negar al Señor. Los versículos 56 y 57 dicen: “Y una criada, al verle sentado a la lumbre, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con El. Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco”. Después de que Pedro negó al Señor dos veces más, un gallo cantó, y “vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, cómo El le había dicho: Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces” (vs. 60-61). Entonces Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente (v. 62).

Sabemos por los otros evangelios que los otros discípulos se dispersaron, lo cual muestra que los seguidores del Salvador-Hombre eran personas naturales de la vieja creación. No es de extrañar que fue necesario llevarles a la cruz, darles fin y reemplazarles. Debido a que estaban en la vieja creación, no podían disfrutar del jubileo. El Señor, sabiendo lo que ellos necesitaban, les llevó consigo a la cruz para que se les dieran fin y fueran reemplazados.

Estudiemos con más detalle el proceder de los que arrestaron al Salvador-Hombre. Mientras El aún hablaba con los discípulos, Judas se le acercó para besarle (v. 47). “Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?” (v. 48). Después de haberle dicho a Judas que éste iba a traicionar al Hijo del Hombre con un beso falso, el Señor dijo a los principales sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos que habían venido contra El: “¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos? Habiendo estado con vosotros día tras día en el templo, no extendisteis las manos contra Mí; mas ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas” (vs. 52-53). Los opositores que ofendieron a Dios y lo abandonaron temían al pueblo que acogía al Salvador-Hombre y que le escuchaba de buena gana (Mr. 12:37) y no se atrevían a arrestarlo durante el día ni en un lugar público como el templo. Por eso, lo arrestaron a escondidas, ya muy entrada en la noche, como si se tratase de un ladrón (Lc. 22:52). Aquí el Señor parecía decirles: “¿Por qué no me arrestaron cuando enseñaba en el templo? ¿Por qué vienen de noche y no de día, y por qué me arrestan en un lugar privado? Me arrestan de esta manera porque teméis al pueblo, pues si intentáis arrestarme en el templo, la gente os apedreará. Por consiguiente, ahora es su hora y la de la potestad de las tinieblas”.

El Salvador-Hombre no temía ser arrestado, sino que se enfrentó a la situación con valentía, condenando aun la hipocresía de los que le arrestaban. En realidad, el Señor no fue arrestado, sino que El mismo se entregó. Si no hubiera hecho esto, ¿quién podía arrestarle? Según Juan 18:4, el Señor Jesús les preguntó a quién buscaban. Cuando respondieron que buscaban a Jesús nazareno, “Jesús les dijo: Yo soy” (v. 5). El relato en Juan nos dice que “cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra” (v. 6). Esto indica que en realidad ellos no arrestaron al Salvador-Hombre, sino que El dejó que lo arrestarán.

Cuando leemos Lucas 22:47—23:56, tenemos que saber quién fue realmente arrestado, juzgado y crucificado. Vemos que arrestaron al propio Dios, Dios en un hombre. Esto quiere decir que Dios fue arrestado por sus criaturas, y lo hicieron con engaño. ¿No debió el Dios justo juzgarlos inmediatamente? Pero en vez de hacer esto, les dejó. Se dejó arrestar para redimir a Sus seguidores y a los que le arrestaron.

En el pasaje 22:63 se nos dice que los hombres que custodiaban al Salvador-Hombre “le escarnecían y le golpeaban”. Luego vemos que “vendándole los ojos le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó? Y decían otras muchas cosas contra El, blasfemando” (vs. 64-65). Aquel que escarnecían, golpeaban y blasfemaban era el propio Dios-Hombre, es decir, el que sufría era Dios en un hombre. Si tenemos esto en mente cuando leemos este capítulo, nos impresionará profundamente que a la persona que vendaron los ojos y blasfemaron era el Dios-Hombre.


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