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Estudio-vida de Romanospor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2929-3
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ESTUDIO-VIDA DE ROMANOS

MENSAJE VEINTITRÉS

LA ELECCIÓN DE DIOS, NUESTRO DESTINO

(2)

V. POR MEDIO DE CRISTO

A. Cristo, el fin de la ley

Romanos 10:4 dice: “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”. Cristo es el fin de la ley, lo cual significa que Él completó la ley y puso fin a ella. Él vino para cumplir la ley (Mt. 5:17) y, al hacerlo, puso fin a ella y la reemplazó. Como resultado, la justicia de Dios es dada a todo aquel que cree en Cristo. Cristo completó la ley y puso fin a ella cuando murió en la cruz; la ley llegó a su fin en Él. Ya que la ley fue terminada en la cruz de Cristo, no debemos seguir estando sujetos a ella. Lo único que debemos hacer es recibir la justicia de Dios al creer en Cristo.

Los judíos valoraban la ley e intentaban guardarla a fin de establecer su propia justicia ante Dios. Ellos no vieron que Cristo había completado la ley y puso fin a ella. Si hubieran visto esto, habrían desistido de sus intentos por guardar la ley. Nunca más habrían tratado de establecer su propia justicia ante Dios, sino que habrían tomado a Cristo como su justicia.

El principio es el mismo con muchos cristianos hoy en día. Después de ser salvos, se resuelven hacer el bien para agradar a Dios. Como resultado espontáneo formulan muchas reglas para sí mismos, que pueden ser consideradas como leyes hechas por ellos mismos, y se esfuerzan para cumplirlas con esperanzas de agradar a Dios. Al igual que los judíos, ellos tampoco ven que Cristo es el fin y la conclusión de todos los preceptos, y que ellos deben tomarle como su vida para poder vivir rectamente ante Dios. Además, necesitan ver que la justicia genuina delante de Dios es Cristo, Aquel que puso fin a la ley para ser la justicia viviente para todo aquel que cree en Él. Romanos 10 revela mucho acerca de Cristo de modo que podamos saber cómo participar de Él y disfrutarle como nuestra justicia real y viviente ante Dios.

B. El Cristo encarnado y resucitado

Necesitamos leer los versículos del 5 al 7: “Porque acerca de la justicia que procede de la ley Moisés escribe así: ‘El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas’. Pero la justicia que procede de la fe habla así: ‘No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo?’ (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ‘¿quién descenderá al abismo?’ (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos)”. Los escritos de Pablo son muy profundos. Aparentemente estos versículos no mencionan la encarnación de Cristo ni Su resurrección, pero en realidad ambos eventos están incluidos en este pasaje. Aunque Pablo no usa las palabras encarnación ni resurrección; no obstante, tenía en mente dichos eventos cuando escribió esta parte de Romanos. Pablo cita Deuteronomio 30:12, diciendo: “No digas en tu corazón: ¿Quién subirá por nosotros al cielo?”. Luego indica que esto significa “traer abajo a Cristo” y que se refiere a la encarnación de Cristo, porque Cristo descendió de los cielos en Su encarnación. Además, Pablo dice que no debemos preguntar: “¿Quién descenderá al abismo?”. Descender al abismo significa “hacer subir a Cristo de entre los muertos” y se refiere a la resurrección de Cristo. Descender al abismo significa morir y entrar en el Hades. Cuando Cristo murió, descendió al abismo, y en Su resurrección subió de entre los muertos, es decir, salió del abismo. Cristo es Aquel que pasó por la muerte y la resurrección. Por lo tanto, podemos decir que Él es el Cristo “procesado”, el Cristo encarnado y resucitado.

Cristo pasó por un largo proceso desde Su encarnación hasta Su resurrección. En este proceso Él cumplió con todo lo requerido por la justicia, santidad y gloria de Dios, y realizó todo lo necesario a fin de capacitarnos para participar de Él. Él fue el Dios encarnado como hombre, y como tal fue transfigurado por medio de la resurrección y hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Ahora en resurrección, como Espíritu vivificante, Él está disponible a nosotros, y podemos recibirle y tomarle en todo momento y en cualquier lugar.

Necesitamos decir algo acerca del “abismo” mencionado en el versículo 7. La palabra en griego, abyssos, se usa en Lucas 8:31 para referirse a la morada de los demonios; en Apocalipsis 9:1, 2, 11, para denotar el lugar del cual saldrán las “langostas” cuyo rey es Apolión; en Apocalipsis 11:7 y 17:8, para denotar el lugar del cual subirá la bestia, que es el anticristo; y en Apocalipsis 20:1 y 3, para especificar el lugar donde Satanás será echado y donde estará encarcelado durante el milenio. La Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento, usa esta palabra en Génesis 1:2 (traducida allí “abismo”). Aquí, en Romanos 10:7, la palabra abismo denota el lugar que Cristo visitó después de Su muerte y antes de Su resurrección; dicho lugar, conforme a Hechos 2:24 y 27 es el Hades. Ahí se revela que Cristo entró en el Hades después de que murió, y que subió de aquel lugar en Su resurrección. Así que, conforme al uso bíblico, la palabra abismo siempre se refiere a la región de la muerte y del poder de tinieblas de Satanás. Esta región se refiere a las partes más bajas de la tierra (Ef. 4:9), adonde Cristo descendió después de Su muerte, la cual Él venció y de la cual ascendió en Su resurrección.


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