Información del libro

Estudio-vida de Colosensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0342-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 47 de 65 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE COLOSENSES

MENSAJE CUARENTA Y SIETE

ARRAIGADOS Y SOBREEDIFICADOS EN CRISTO,
CON EL DIOS PROCESADO

Lectura bíblica: Col. 2:2, 7, 19; 4:2; Ef. 4:13

Hemos visto anteriormente que el libro de Colosenses primero nos da una revelación objetiva del Cristo extenso y todo-inclusivo, y después presenta el ministerio subjetivo, la mayordomía, por la cual el Cristo todo-inclusivo se imparte en nosotros. Por último, nos explica cómo experimentamos de manera práctica al Cristo que nos ha sido ministrado. Por consiguiente, en Colosenses tenemos la revelación objetiva, el ministerio subjetivo y la experiencia práctica.

EL CRISTO TODO-INCLUSIVO
MORA EN NUESTRO ESPÍRITU

Nosotros los que experimentamos a Cristo tenemos una relación cercana, profunda, íntima y personal con Él. Sin embargo, debemos hacernos tres preguntas: ¿Quién es Cristo? ¿Qué es Cristo? ¿Dónde está Cristo? Puesto que Cristo es tantas cosas, es difícil decir exactamente quién es Él y lo que Él es. En primer lugar, podemos decir que Cristo es Dios mismo. Según lo que consta en Colosenses, Él es el Primogénito de toda creación. La Biblia indica que Cristo es la realidad de muchas especies de árboles, como la higuera, el olivo, la vid y el cedro. Cristo es también el verdadero buey, cordero, león, águila y paloma. Además, Cristo es nuestro verdadero alimento, agua, leche, miel, aire, rayos de sol, lluvia, rocío y nieve. Finalmente, Cristo llega a ser nuestra tierra todo-inclusiva, una tierra en la cual tenemos montañas, colinas, valles, fuentes, arroyos, riachuelos, piedras, hierro y bronce. Puesto que Cristo es una persona todo-inclusiva, cuando Él estuvo en la tierra, usó varios objetos de la naturaleza como ejemplos de Sí mismo.

En cuanto al lugar donde está Cristo, debemos saber que, a pesar de que Él es omnipresente y está sobre todo a la diestra de Dios en el tercer cielo, Él mora en nosotros (1:27). No obstante, no es nada fácil tomar conciencia de que en realidad Cristo está en nosotros. Somos personas complicadas, con muchas cámaras, muchas partes internas. Proverbios 20:27 habla de lo más profundo del corazón del hombre, de sus cámaras interiores. Entre estas cámaras están la mente, la parte emotiva, la voluntad, el corazón, el alma, el hombre interior y el hombre escondido. En 1 Pedro 3:4 se menciona el hombre escondido en el corazón, y en Efesios 3:16, el hombre interior. Tal vez creamos que Cristo está en nosotros, pero ¿en qué cámara de nuestro ser? En 2 Timoteo 4:22 vemos que el Señor está en nuestro espíritu.

Ahora debemos preguntarnos lo que es el espíritu y en qué difiere del corazón y del alma. La versión china de la Biblia usa la extraña expresión: “corazón-espíritu”. Sin embargo, en nosotros no existe tal cosa llamada “corazón-espíritu”. ¡Qué lastima que los traductores de la versión china usaron este término para referirse al espíritu humano! Aunque eran eruditos, los traductores erraron al respecto. Otros dicen que el espíritu y el alma se refieren a lo mismo. El espíritu humano no es el corazón ni tampoco el alma. La mente, la parte emotiva, la voluntad, el alma y el corazón se incluyen entre las partes internas del hombre, pero ninguna de ellas es el espíritu. El espíritu humano está en lo más profundo del ser hombre. Por consiguiente, el hecho de que Cristo esté en nuestro espíritu, significa que Él está en lo más profundo de nuestro ser.

El espíritu, donde Cristo mora en el creyente, difiere del cuerpo y del alma. La Biblia revela que el hombre es un ser tripartito, compuesto de espíritu, alma y cuerpo. Puesto que el espíritu es distinto del alma, debemos decir con exactitud dónde reside Cristo en nosotros. Conforme a la Biblia, debemos decir que Cristo está en nuestro espíritu. Expresando esto con las palabras de 1 Corintios 6:17, somos un solo espíritu con el Señor. El Señor es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), el cual es uno con nuestro espíritu; por consiguiente, los dos espíritus son uno. El Señor no solamente mora en nuestro espíritu, sino que incluso se ha hecho uno con nuestro espíritu. De esta manera, los dos espíritus —el Espíritu vivificante y nuestro espíritu— han venido a ser un solo espíritu. ¡Cuán cercana e íntima es nuestra relación con el Señor! Él y nosotros, nosotros y Él, somos un solo espíritu. ¿Qué clase de relación podría ser más cercana y más íntima que ésta? Ciertamente, esta relación es la más cercana e íntima que pueda existir. Si queremos experimentar a Cristo adecuadamente, debemos darnos cuenta de que tenemos una relación muy íntima con Él.


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