Información del libro

Estudio-vida de Hechospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1419-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 72 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE HECHOS

MENSAJE CUATRO

INTRODUCCION Y PREPARACION

(2)

Lectura bíblica: Hch. 1:1-26

Ya vimos que 1:1-2 presenta la introducción al libro de Hechos. Luego, en 1:3-26, se narra la preparación de los discípulos, la cual fue realizada por el Señor y también por ellos mismos. En este mensaje, seguiremos hablando de la preparación de los discípulos por parte de Cristo en Su resurrección.

HABLA A LOS DISCIPULOS ACERCA
DEL REINO DE DIOS

Leamos Hechos 1:3: “A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoles durante cuarenta días y hablándoles de lo tocante al reino de Dios”. En este pasaje vemos que durante cuarenta días el Señor habló a los discípulos acerca del reino de Dios. ¿Qué les diría el Señor específicamente durante ese tiempo? Lucas no lo dice. En lugar de proporcionarnos un relato completo de lo que el Señor enseñó a los discípulos acerca del reino, él simplemente declara el hecho.

Aunque Hechos no relata las palabras que el Señor habló acerca del reino, podemos deducir lo que dijo al estudiar otros pasajes de la Palabra. En los evangelios, el Señor Jesús habló bastante a Sus discípulos acerca del reino. Dudo que durante los cuarenta días después de Su resurrección, el Señor les dijera algo nuevo. Yo diría que El repitió lo que ya les había enseñado. Sólo que en esa ocasión, los discípulos no entendieron lo que su “profesor” les enseñaba. Por tanto, el Señor Jesús repitió Su enseñanza durante esos cuarenta días, desde Su resurrección hasta Su ascensión.

Si queremos saber, o por lo menos deducir, lo que el Señor enseñó a los discípulos acerca del reino en los cuarenta días, debemos leer nuevamente todo lo que El dijo acerca del reino en los evangelios. Es muy probable que la enseñanza que impartió durante esos cuarenta días fuera idéntica a la que aparece en los evangelios.

La necesidad de tener perspicacia espiritual

Cuando el Señor Jesús habló a Sus discípulos acerca del reino antes de Su muerte y resurrección, El aún no estaba en ellos, pues todavía estaba en la carne. Los discípulos no tenían la perspicacia espiritual necesaria para entender lo que era el reino de Dios porque el Señor no estaba en ellos en aquel tiempo.

Conocer el reino de Dios requiere percepción y perspicacia espirituales. Sin ellos es imposible conocer el reino de Dios. Los que carecen de percepción espiritual piensan que entrar en el reino de Dios equivale a ir al cielo. En general, éste es el concepto natural de la humanidad caída en cuanto al reino de Dios.

En los evangelios, los discípulos no tenían la perspicacia con la cual entender el reino de Dios, pero en Juan 20, recibieron a la persona maravillosa del Cristo resucitado como Espíritu vivificante. Esto hizo de ellos personas diferentes en Hechos 1. Por una parte, eran las mismas personas; por otra, eran distintos porque Cristo, el Espíritu vivificante, estaba ahora en ellos como su vida y su persona. La presencia del Espíritu vivificante en ellos les permitió entender lo que el Señor habló acerca del reino de Dios.

El reino de la vida divina

Ahora debemos hacernos una pregunta importante: ¿Qué es el reino de Dios? El reino de Dios no es un reino material, visible al hombre, sino un reino divino, un reino constituido de la vida de Dios. El reino de Dios es la extensión de Cristo como vida en Sus creyentes, la cual forma un dominio en el que Dios gobierna en Su vida. El hecho de que el reino se mencione en 1:3 demuestra que ese sería el tema principal de la predicación de los apóstoles en la comisión que recibirían después de Pentecostés (8:12; 14:22; 19:8; 20:25; 28:23, 31).

El reino de Dios es el gobierno, el reinado, de Dios con todas Sus bendiciones y disfrute. Es la meta del evangelio de Dios y de Jesucristo. La entrada a este reino requiere que las personas se arrepientan de sus pecados y crean en el evangelio (Mr. 1:15) para que les sean perdonados sus pecados y sean regeneradas por Dios con el fin de tener la vida divina, la cual corresponde a la naturaleza divina de este reino (Jn. 3:3, 5).

Todos los creyentes de Cristo pueden participar del reino en la era de la iglesia y disfrutar a Dios en Su justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Ro. 14:17). El la era venidera, el reino llegará a ser el reino de Cristo y de Dios para que los creyentes vencedores lo hereden y lo disfruten (1 Co. 6:9-10; Gá. 5:21; Ef. 5:5), a fin de que reinen juntamente con Cristo durante mil años (Ap. 20:4, 6). Finalmente, como reino eterno, el reino de Dios será la bendición eterna de la vida eterna de Dios para todos Sus redimidos, la cual ellos disfrutarán en el cielo nuevo y la tierra nueva por toda la eternidad (Ap. 21:1-4; 22:1-5, 14, 17).

El reino de Dios es la realidad de la iglesia, la cual es producida por la vida de resurrección de Cristo mediante el evangelio (1 Co. 4:15). Al reino se entra mediante la regeneración (Jn. 3:5), y el crecimiento de la vida divina en los creyentes constituye su desarrollo (2 P. 1:3-11).

El reino de Dios es el Salvador mismo (Lc. 17:21) como semilla de vida sembrada en Sus creyentes, el pueblo escogido de Dios (Mr. 4:3, 26), que se desarrolla en un dominio en que Dios gobierna en Su vida divina. Hemos visto que la entrada al reino es la regeneración y que el desarrollo del reino es el crecimiento del creyente en la vida divina. El reino de Dios es la actual vida de iglesia, en la cual viven los creyentes fieles (Ro. 14:17), y se desarrollará en el reino venidero como una recompensa que heredarán (Gá. 5:21; Ef. 5:5) los vencedores en el milenio. Tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén como reino eterno de Dios y esfera eterna en la que se les otorgará la bendición eterna de la vida eterna a todos los redimidos para su disfrute en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad.

Ya mencionamos que el reino de Dios es el reino de la vida divina. Un buen ejemplo de esto es el reino humano. Así como la humanidad es el reino de la vida humana, también el reino de Dios es el reino de la vida divina. Si no fuéramos humanos, no podríamos entender el reino de la vida humana. Por ejemplo, los perros no pueden entender el reino humano porque no poseen la vida humana; pero si un perro recibiera la vida humana, podría entender el reino humano. Asimismo, nosotros, por medio de la vida divina, conocemos el reino de Dios, pues éste es el reino de dicha vida.


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