Información del libro

Estudio-vida de Lucaspor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1203-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 17 de 79 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE LUCAS

MENSAJE DIECISIETE

EL MINISTERIO DEL SALVADOR-HOMBRE
SE LLEVA A CABO EN SUS VIRTUDES HUMANAS
JUNTO CON SUS ATRIBUTOS DIVINOS
EN GALILEA

(7)

Lectura bíblica: Lc. 7:36-50

Lucas 7:36—8:21 abarca cuatro asuntos: el Salvador-Hombre perdona a los pecadores (7:36-50), las mujeres le ministran (8:1-3), enseña en parábolas (8:4-18) e identifica a Sus verdaderos parientes (8:19-21). Primero vemos que los pecadores son perdonados no por su amor, sino por su fe en el Señor. La fe, y no el amor, es lo que nos lleva a experimentar el perdón de los pecados. Segundo, los salvos, a quienes los pecados les fueron perdonados, siguen al Señor y le ministran. Tercero, los que fueron perdonados y ahora aman al Señor, le siguen y le ministran, deben crecer en vida y alumbrar como lámparas. Cuarto, con el tiempo ellos llegan a ser los parientes genuinos del Salvador-Hombre. Con esto vemos que los cuatros asuntos abarcados en 7:36—8:21 van juntos en nuestra experiencia espiritual. En este mensaje examinaremos 7:36-50, y en el mensaje siguiente abarcaremos 8:1-21.

UN CASO DEL PERDON DE PECADOS

La vida cristiana comienza con el perdón de pecados mediante nuestra fe en el Salvador. En 7:36-50 Lucas presenta de una manera muy efectiva un caso del perdón de pecados. Aquí tenemos una descripción vívida de una mujer pecadora que experimenta el perdón de pecados. Esta porción del Evangelio de Lucas es un relato afectuoso sobre el caso del perdón de pecados.

Un fariseo y una mujer pecadora

Lucas 7:36 dice: “Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se reclinó a la mesa”. En este versículo Lucas no dice que el fariseo preparó una fiesta e invitó al Señor Jesús a comer con él. En cambio, Lucas nos dice que el fariseo rogó al Salvador a que comiera con él. Esto puede indicar que lo hizo de una manera bastante fría; es decir, no le dio una invitación calurosa llena de afecto. No obstante, el Salvador-Hombre fue a la casa del fariseo para comer con él.

¿Por quién fue el Salvador-Hombre a la casa del fariseo? ¿Hizo esto por el bien del fariseo o por el bien de la mujer pecadora? Yo creo que lo hizo por el bien de los dos. El Salvador-Hombre en Su omnisciencia sabía que la mujer entraría en la casa. Podemos decir que al aceptar la petición del fariseo de comer en su casa, el Señor deparó una oportunidad a la mujer para que tuviera contacto con El. De otra manera, esta mujer pecadora que se la conocía por su pecaminosidad, no hubiera tenido el medio por el cual tener contacto con el Salvador. Al aceptar la petición del fariseo e ir a su casa a comer, el Señor dio a la pecadora salva la oportunidad de expresar su amor por El.

En Lucas 7:36-50 Lucas no nos dice lo que el anfitrión hizo al Señor. No hay ningún indicio de que el fariseo fuera amable y amoroso con el Señor. En realidad, Lucas no dice mucho sobre el anfitrión. Sin embargo, tiene mucho que decir en relación con lo que la mujer hizo al Señor Jesús.

Los versículos 37 y 38 dicen: “Entonces había en la ciudad una mujer, que era pecadora, la cual, sabiendo que Jesús estaba reclinado a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con ungüento; y estando detrás de El a Sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas Sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza; y besaba afectuosamente Sus pies, y los ungía con el ungüento”. El cabello es la gloria de la mujer (1 Co. 11:15), y está en la parte superior de su cuerpo. Con éste ella enjugó los pies, la parte más baja del cuerpo del Salvador, amándole con la gloria de ella.

La mujer besó los pies del Señor afectuosamente, es decir, en amor, y los ungió con el ungüento (v. 38). Este ungüento indica el aprecio que la mujer tenía por las palabras valiosas y la dulzura del Salvador. Aun los pies del Salvador eran dignos y dulces para el afecto de ella.

En el versículo 39 vemos que el fariseo criticó a la mujer y la menospreció: “Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora”. Una multitud considerable en Naín, habiendo sido testigos del poder de resurrección del Salvador-Hombre, le reconoció como un gran profeta (7:16). Pero el fariseo se preguntaba si en verdad lo era. El no solamente dudó con respecto al Salvador, sino que también menospreció a la mujer como a una pecadora.

El Salvador-Hombre, por Su atributo divino de omnisciencia, sabía lo que Su anfitrión estaba diciendo en su corazón. Ya que El es Dios, sabe lo que hay en el corazón del hombre. El versículo 40 dice: “Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro”.


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