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Estudio-vida de 2 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2362-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 42 de 59 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS

MENSAJE CUARENTA Y DOS

LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO

(11)

Lectura bíblica: 2 Co. 6:1-13

Muchos maestros de la Biblia consideran el sexto capítulo de 2 Corintios como si fuera un capítulo completamente separado del capítulo cinco. Ellos no hacen notar que entre los capítulos cinco y seis hay una conexión, pero de hecho, el capítulo seis es una explicación del capítulo cinco.

LLEGAR A SER LA JUSTICIA DE DIOS

Hemos visto que en el capítulo cinco, los apóstoles reciben el ministerio de la reconciliación para hacer que el pueblo de Dios, no solamente los pecadores, vuelva a Dios de modo que llegue a ser la justicia de Dios en Cristo. A los apóstoles se les había encomendado este ministerio para que introdujeran al pueblo de Dios en Dios y lo hiciera uno con Él orgánicamente. Cuando somos introducidos de nuevo en Dios de esta manera, llegamos a ser la justicia de Dios.

Puesto que la justicia es un atributo de Dios, llegar a ser la justicia de Dios en Cristo equivale a llegar a ser este atributo divino. En este sentido, llegamos a ser lo que Dios es. Dios es justicia, y, en Cristo, llegamos a ser la justicia de Dios, un atributo de lo que Dios mismo es. ¡Cuán maravilloso es esto! Éste es el propósito de la salvación de Dios y la meta de Su economía. La economía de Dios al salvarnos consiste en hacer de nosotros la expresión de Dios, incluso uno de Sus atributos. Esto se revela en el capítulo cinco de 2 Corintios.

LA NECESIDAD DE SER AÚN MÁS RECONCILIADOS

Pablo se daba cuenta de que la descripción que hizo de la reconciliación en el capítulo cinco suponía algo muy profundo. Por ende, en el capítulo seis, él explica que la reconciliación del capítulo anterior equivale a la plena salvación. Por esta razón, en 6:2 él se refiere a la reconciliación como salvación. La salvación en este contexto no es la salvación de los pecadores; es la salvación del pueblo de Dios que ha sido reconciliado sólo a medias. Aquellos que han sido reconciliados con Él sólo en parte, necesitan ser aún más reconciliados, aún más salvos.

Todos podemos declarar con confianza que hemos sido salvos. No obstante, es posible que no seamos plenamente salvos. Por tanto, debemos humillarnos delante del Señor y orar: “Oh Señor, te doy gracias de que por Tu misericordia y gracia me has salvado. Pero Señor, todavía no he sido plenamente salvo. Necesito más de Tu salvación”.

Algunos creyentes han sido salvos en un grado bastante amplio. Otros, sin embargo, han sido salvos únicamente en pequeña escala. En estos mensajes, siento la carga de que todos experimentemos la salvación en un grado más completo. Me preocupa el porcentaje de su salvación. ¿Hasta qué grado, en qué medida, ha sido usted salvo? La salvación que han experimentado algunas personas que han recibido este ministerio por muchos años todavía es una salvación muy limitada. Además, el porcentaje de su salvación aumenta muy lentamente. Lo que quiero decir es que la reconciliación y la salvación se miden en grados. Esto es cierto especialmente de la reconciliación. Espero que el grado en que somos reconciliados con Dios aumente con mayor rapidez.

Lo que se halla en el capítulo seis es un progreso relacionado con la salvación. Según el contexto, ser salvos (6:2) simplemente significa ser reconciliados con Dios.

Mientras que ciertas partes de nuestro ser no sean salvas, existe en ellas una discrepancia entre nosotros y Dios. Una palabra más exacta para describir esta condición sería “enemistad”. En Romanos 8, Pablo declara que la mente puesta en la carne es enemistad contra Dios, pero que la mente puesta en el espíritu, es vida y paz (Ro. 8:6). Cuando estamos en el espíritu, tenemos vida y también paz. El hecho de tener paz es un indicio de que hemos sido reconciliados con Dios. Mientras subsista algo en nosotros que carezca de paz, cierta parte de nosotros está en enemistad con Dios. Esto indica que, por lo menos en ciertos asuntos, no hemos sido reconciliados con Dios, ya que con relación a ellos, no hay paz entre nosotros y Dios. Sin lugar a dudas, siempre que no hay paz, hay enemistad. Pero cuando viene la paz, desaparece la enemistad. También podemos decir que cuando desaparece la enemistad, viene la paz. Si hemos de estar en paz o no, depende de que seamos reconciliados con Dios.


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