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Estudio-vida de Lucaspor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1203-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 41 de 79 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE LUCAS

MENSAJE CUARENTA Y UNO

EL SALVADOR-HOMBRE LLEVA A CABO
SU MINISTERIO EN SUS VIRTUDES HUMANAS
CON SUS ATRIBUTOS DIVINOS
DE GALILEA A JERUSALEN

(19)

Lectura bíblica: Lc. 18:9-30

En 18:9-30 el Señor enseña en cuanto a entrar en el reino de Dios. Lo que se abarca en estos versículos puede considerarse como las condiciones y los requisitos para entrar en el reino de Dios. Aquí el Señor menciona tres etapas: primero, humillarse como pecador delante de Dios, reconociendo la necesidad de propiciación de parte de Dios (vs. 9-14); segundo, ser como un niño, sin ninguna preocupación (vs. 15-17), y tercero, seguir al Salvador venciendo la preocupación de las riquezas y bienes materiales (vs. 18-30). Examinemos cada uno de estos aspectos de la enseñanza del Señor.

HUMILLARSE

En 18:9-14 vemos que para entrar en el reino de Dios, tenemos que humillarnos. En el versículo 14 el Señor dice: “Todo el que se enaltece, será humillado, pero el que se humilla será enaltecido”. No debemos creer que somos alguien, sino que debemos humillarnos y reconocer que no somos nada ni nadie.

La oración del fariseo

En los versículos del 10 al 14 el Señor cuenta una parábola de dos hombres que “subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro recaudador de impuestos” (v. 10). El Señor usó frecuentemente, como ejemplos, estos dos tipos de personas. Los versículos 11 y 12 relatan lo que el fariseo dijo: “El fariseo, puesto en pie, oraba esto para sí: Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este recaudador de impuestos; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”. Esto no parece del todo una oración, sino una acusación en contra de los demás y una jactancia arrogante ante Dios. Por lo tanto, el fariseo en su oración acusaba a los demás y se jactaba ante Dios.

La oración del recaudador de impuestos

En el versículo 13 vemos que el recaudador de impuestos, menospreciado, acusado y condenado, oró con gran humildad: “Mas el recaudador de impuestos, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador”. Estas palabras indican que necesita un Redentor y también la propiciación. Reconoció cuánto había ofendido a Dios su vida de pecado; por esto, pidió a Dios que le fuera propicio, que lo reconciliara mediante un sacrificio propiciatorio, por Su misericordia y Su gracia.

Romanos 3:25 dice que Dios presentó a Cristo Jesús como propiciación por medio de la fe en Su sangre. La palabra griega traducida propiciatorio es ilastérion, la cual es diferente de ilásmos mencionada en 1 Juan 2:2 y 4:10, y de iláskomai en Hebreo 2:17. Ilásmos significa aquello que propicia, es decir, un sacrificio propiciatorio. En 1 Juan 2:2 y 4:10 el Señor Jesús es el sacrificio propiciatorio por nuestros pecados. El Señor se ofreció a Dios como sacrificio por nuestros pecados (He. 9:28), no solamente para redimirnos sino también para satisfacer a Dios, quien está satisfecho y apaciguado en Cristo, nuestro Substituto, por medio de Su muerte substitutiva. Por lo tanto, El es la propiciación entre Dios y nosotros.

Iláskomai significa apaciguar, reconciliar a uno satisfaciendo las exigencias del otro. En Hebreos 2:17 el Señor Jesús hizo propiciación por nuestros pecados para reconciliarnos con Dios, al cumplir con lo que Dios en Su justicia requiere de nosotros. El hizo propiciación por nuestros pecados para reconciliarnos, al satisfacer las exigencias de la justicia de Dios.

En Romanos 3:25 ilastérion es el lugar de propiciación. Así, en Hebreos 9:5, esta palabra se refiere a la cubierta del arca que se halla en Lugar Santísimo, y en Exodo 25:16-22 y Levítico 16:12-16 la Septuaginta también usa esta palabra para referirse a la cubierta del arca. Los Diez Mandamientos que se encontraban dentro del arca, sus justas exigencias, exponían y condenaban los pecados de los que se acercaban a Dios. Por medio de la cubierta del arca, sobre la cual se rociaba la sangre propiciatoria el día de la propiciación, la situación del pecador era completamente cubierta. Por lo tanto, sobre esta cubierta Dios podría reunirse con los que quebrantaban Su justa ley, y podía hacerlo sin contradicción gubernamental de Su justicia, bajo la observación de los querubines que tenían Su gloria y estaban sobre la cubierta del arca. El propiciatorio, o sea, el sacrificio expiatorio, el cual prefiguraba Cristo, satisfizo todos los requisitos de la justicia y gloria de Dios. A esto se refiere Romanos 3:25. De este modo, la palabra ilastérion revela que el Señor Jesús es el lugar de propiciación, el propiciatorio. El, como sacrificio propiciatorio, efectuó la propiciación en la cruz por nuestros pecados y satisfizo completamente los requisitos de la justicia y la gloria de Dios.

Es significativo, por tanto, que el recaudador de impuestos mencionado en Lucas 18:13 dijera: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. El reconoció que había ofendido a Dios y que necesitaba que alguien fuera su ofrenda de propiciación para que Dios estuviera apaciguado. Este individuo humilde reconoció que él no era más que un pecador. Ya que ofreció una oración basaba en la propiciación que Dios llevó a cabo, “descendió a su casa justificado” (v. 14).


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