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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
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ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE CIENTO DIECINUEVE

LA MADUREZ:
EL ASPECTO REINANTE DEL ISRAEL MADURO
(7)

Como ya hemos dicho repetidas veces, el libro de Génesis contiene las semillas de casi todas las verdades de las Escrituras. Si deseamos examinar las profundidades del relato de la vida de José, debemos encontrar las semillas sembradas allí, y ver que esta narración contiene una descripción de la vida reinante. Antes de examinar las semillas de la vida reinante en los capítulos del cuarenta y cinco al cuarenta y siete, debemos recordar otros dos puntos acerca de José como figura de Cristo.

(q) Cristo revela Su exaltación
y gloria al Israel arrepentido

Cuando todas las pruebas hubieron terminado y el tiempo se hubo cumplido, José se dio a conocer y reveló su exaltación y gloria a sus hermanos (45:8, 13). Esto indica que algún día Cristo se dará a conocer al remanente de Israel. Cristo, Aquel que ha sido exaltado en los cielos, tiene Su propio temperamento. El sabe lo que debe hacer para probar a Israel, y sabe el tiempo que debe durar la prueba. En el debido momento terminará la prueba de Israel. Después de que los santos hayan sido arrebatados y después del juicio ante el tribunal de Cristo, El junto con los santos vencedores, se dará a conocer desde los cielos, y el remanente de Israel lo verá. En ese entonces, verán quién es Jesús de Nazaret, y dirán: “Jesús de Nazaret es nuestro Mesías. El fue exaltado y entronizado como Señor de todos”.

Cuando José se dio a conocer a sus hermanos, éstos indudablemente quedaron asombrados al verlo y recordar lo que le habían hecho. Sin embargo, el hecho de que José se diera a conocer a ellos fue un asunto de gracia. Del mismo modo, como un asunto de gracia, Cristo se revelará al remanente de Israel. En el momento apropiado e indicado, Cristo revelará que El fue exaltado y que nadie en el universo está por encima de El. Cuando José se dio a conocer a sus hermanos, él dijo que Dios lo había hecho padre para el faraón, y era señor de toda su casa y que gobernaba todo el país de Egipto (45:8). Incluso el faraón estaba bajo las disposiciones de José. Cuando Cristo se revele en su gloria al remanente de Israel, los judíos entenderán que El es mucho más grande que el Mesías que ellos esperan.

(r) Israel participa en el disfrute del reino de Cristo

Cristo, después de revelarse al remanente de Israel, iniciará Su reino milenario. Durante el milenio, los judíos participarán del disfrute del reino de Cristo así como los hermanos de José participaron del disfrute de su reino (45:18; 47:4-6). Los hermanos de José disfrutaron de la mejor porción de la tierra de Egipto. Este es un tipo del milenio, en el cual los judíos disfrutarán de lo mejor de la tierra. Según Zacarías 14:16-19, los egipcios y las demás naciones deberán traer ofrendas al Señor en Jerusalén. Si una nación se rehúsa a subir a Jerusalén a llevar ofrendas para el Señor, sobre su tierra no caerá lluvia. Los judíos serán uno con Dios; y por esta razón, todo lo que le ofrezcan será la porción y el disfrute de ellos. Según el Antiguo Testamento, lo que se ofrecía a Dios se convirtió en la porción de los sacerdotes. Asimismo, lo que se ofrezca a Dios durante esos mil años se convertirá en la porción de los judíos, quienes serán los sacerdotes que instruirán a los pueblos de la tierra, especialmente a los egipcios, en la manera de adorar a Dios. Creo que durante el milenio, muchos egipcios se arrepentirán de la manera en que castigaron a Israel en esta edad. Los egipcios quizá digan a los judíos: “Nos arrepentimos. No sabíamos que ustedes eran esta clase de pueblo. Todo lo que nosotros tenemos y ustedes desean, lo pueden tomar”. Esto se producirá según la profecía y la tipología del Antiguo Testamento.

Ahora llegamos una vez más a un paréntesis acerca de la vida. Recuerde que casi todo lo que consta en el libro de Génesis es una semilla. El primer libro del Nuevo Testamento, el evangelio de Mateo, primero revela a Cristo y luego el reino de Dios. Mateo también indica que ganamos el reino de Dios al negarnos a nosotros mismos. En Mateo 16 se revela a Cristo, la iglesia y el reino. En dicho capítulo, el Señor Jesús dijo a Sus discípulos que si alguno deseaba seguirle, debía negarse a sí mismo. Al final de Génesis encontramos una semilla de la verdad de negarse a uno mismo. En los últimos capítulos de Génesis, Cristo es tipificado por José, y el reino es prefigurado por la casa de Israel. José se negó a sí mismo y esto permitió que el reino de Dios se llevara a cabo de una manera práctica. El universo en su totalidad pertenece a Dios, y Dios desea un reino. El faraón gobernaba en Egipto, pero el reino de Dios se ejercía por medio del reinado de José. El reinado de José equivalía al reino de Dios, el cual cumple el propósito de Dios. Según el libro de Exodo, el propósito de Dios es tener una morada en la tierra. Y al final de Génesis, vemos una miniatura del reino de Dios.

En toda la historia, no hallamos a nadie que esté al nivel de José. Aunque fue agraviado por sus hermanos hasta el colmo, no procuró vengarse. En José no había ningún deseo de venganza. Por el contrario, él se negó a sí mismo y proporcionó la disciplina adecuada y necesaria a sus hermanos. José no disciplinó a sus hermanos por el bien de sí mismo, sino por el bien de ellos. El no tenía intención alguna de vengarse, y se preocupó por el perfeccionamiento y la edificación de sus hermanos, a fin de que pudiesen vivir juntos como pueblo colectivo. El hecho de que José les exhortara a no reñir en el camino de regreso a casa, revela su preocupación por ellos (45:24). El deseo que había en el corazón de José era que sus hermanos fuesen un pueblo que viviese en armonía como testimonio de Dios en la tierra. José parecía decirles: “Todo lo he hecho por ustedes, y ahora tienen todo lo que necesitan. Vuelvan a mi padre con acciones de gracias a Dios, y tráiganlo de vuelta a mí. Con todo, me preocupa que ustedes puedan pelearse en el camino”. Lo que dijo José acerca de la pelea de sus hermanos también indica que él disciplinó a sus hermanos. El disciplinó a nueve hermanos suyos de una manera general y a Simeón de una manera especifica. Así vemos que su disciplina era sobria; no fue motivada por la ira.

José fue una persona que se negaba a sí misma. Todo lo que hizo se fundamentaba en el principio de negarse a sí mismo. No conozco a otra persona a quien hayan ofendido tanto como a José, y que no haya tenido el menor deseo de vengarse. Cuando él se dio a conocer a sus hermanos, ellos estaban atemorizados (45:3). Sin embargo, José no sólo les perdonó, sino que los recibió y los consoló. El dijo: “Ahora pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (45:5). Aquí vemos que quien había sido agraviado consoló a los ofensores.

Muchas veces cuando los cristianos perdonan a alguien, le dicen: “Sí te perdono, pero también quiero recordarte la gravedad de lo que hiciste”. Esta clase de perdón no tiene ningún valor, ya que en realidad no es perdón verdadero. Cuando José perdonó a sus hermanos, los consoló y les dijo que no les pesara lo que le habían hecho, y se olvidaran de ello. Les dijo que el hecho de que lo hubieran vendido como esclavo fue algo que provino de Dios para preservar la vida. José no culpó a sus hermanos por lo que habían hecho, sino que los consideró ayudantes de Dios. Ellos habían ayudado a Dios a enviarlo a Egipto.

En el versículo 7 José dijo: “Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para dar vida por medio de gran liberación”. La palabra hebrea traducida “posteridad” podría traducirse mejor “remanente”. El propósito de Dios requería un remanente. Su intención era que los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob le edificaran un tabernáculo para El establecer Su reino en la tierra. Si el remanente hubiese sido aniquilado, el propósito de Dios no se habría cumplido. En este caso, el libro de Génesis habría sido el ultimo libro de la Biblia. Dios sabía que el hambre habría acabado con la vida en la tierra de Canaán, y preparó un medio para preservar el remanente de Su linaje escogido y llamado.

José pudo consolar a sus hermanos porque se dio cuenta de que había sido Dios, y no ellos, quien lo había enviado a Egipto. El pudo haber dicho: “Gracias por haberme vendido. Si no lo hubierais hecho, ¿cómo habría podido yo estar aquí hoy?”. Perdonar a los demás depende de nuestra visión y de nuestro entendimiento. Si sabemos que estamos aquí por causa del recobro del Señor, no nos preocuparemos por los agravios de los demás. Nos daremos cuenta de que cuanto más nos ofendan, más beneficios recogeremos de ello. Si los hermanos de José no lo hubieran vendido como esclavo, ¿cómo habrían podido cumplirse sus sueños? Sus sueños se cumplieron por medio de quienes lo aborrecían. José entendía esto perfectamente, y por eso pudo perdonar a sus hermanos por haberlo tratado mal.

Debería darse lo mismo entre nosotros hoy en la vida de iglesia. Si nos damos cuenta de que el fin de nuestra existencia es el propósito del Señor, Su recobro, entonces veremos que todo lo que nos sucede sirve para el propósito de Dios. Dice en Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. José amaba a Dios; por tanto, todo lo que le sucedía redundaba en bien suyo. Si uno no está dispuesto a perdonar a los que lo ofenden, eso indica que tiene una visión corta. Pero si uno estudia detenidamente lo que Dios ha hecho, nunca buscará venganza. Por el contrario, siempre estará dispuesto a perdonar a los que lo ofenden. Usted dirá: “¡Alabado sea el Señor! Todo lo que me ha sucedido fue para mi bien, y no sólo para el mío, sino para el del pueblo de Dios. Todo lo que me sucede coopera para el bien del reino de Dios”.

José estaba consciente de que Dios lo había mandado a Egipto, y esto constituye la semilla de la verdad que encontramos en Romanos 8:28. La vida de José es un ejemplo de este versículo y de que todo obra para el bien de los que aman a Dios. La semilla sembrada en el libro de Génesis crece en Romanos 8:28 y es cosechada en Apocalipsis 15, donde vemos a los vencedores sobre el mar de vidrio, que representa las pruebas, las tribulaciones y los sufrimientos. Los hermanos de José lo ayudaron a subir al trono. Si no lo hubieran vendido como esclavo, él no habría llegado a Egipto; por tanto, el hecho de que lo hubieran vendido lo condujo al trono. No se queje por lo que su cónyuge o los santos de la iglesia le hagan. Para los que aman a Dios, todo obra para bien. Aquí el asunto crucial es amar a Dios. Si lo amamos, hasta un accidente coopera para nuestro bien. Pero si uno no lo ama, ni siquiera obtener un doctorado en la universidad cooperará para el bien de uno. He sufrido mucho en el transcurso de los años, pero he sido consolado por el hecho de que todo sucede para mi bien. Cuando paso por un sufrimiento, me acuerdo de Romanos 8:28, e inmediatamente recibo consuelo.

José era un joven de diecisiete años de edad, y necesitaba pasar por pruebas y tribulaciones. El era el hijo predilecto de su padre Jacob, y vivía en un entorno placentero, donde no tenía ninguna posibilidad de sufrir. El estaba continuamente bajo la protección de su padre. Sin embargo, un día por la obra providencial del Señor, Jacob le dijo a José que fuera a sus hermanos, y éstos lo vendieron como esclavo. Mediante los sufrimientos que le sobrevinieron como resultado de esto, José fue adiestrado para ser gobernador. Esto nos muestra la sabiduría de Dios.

En primer lugar, José tuvo sueños en los cuales vio a sus hermanos inclinarse ante él. El cumplimiento de esta visión requería que él pasara por muchos sufrimientos, particularmente a manos de quienes le eran cercanos. José sufrió continuamente desde los diecisiete años de edad hasta los treinta. José debía pasar por todos estos sufrimientos a fin de ser perfeccionado y estar capacitado. Dios había enviado a José a Egipto para preservar la vida a fin de que permaneciera un remanente que cumpliera Su propósito.

No tenga temor de este mensaje acerca de los sufrimientos de José. Quizá usted le haya pedido al Señor que haga de usted un José. El Señor contestará a Su oración haciéndolo pasar por ciertos sufrimientos. En estos momentos de sufrimientos, usted dirá: “¿Hasta cuándo, Señor? Los sueños de los demás se han cumplido, ¿pero donde está el cumplimiento de mis sueños?”. Finalmente, usted será liberado. José fue paciente y se negó a sí mismo. El no hizo nada para su propio deleite; todo lo que hizo, lo hizo para disciplinar y perfeccionar a sus hermanos.

A fin de fortalecer a sus hermanos, José les reveló su exaltación y gloria, y les dijo que Dios había hecho de él un padre para Faraón. En 45:13 él dice: “Haréis, pues, saber a mi padre toda mi gloria en Egipto”. Los hermanos de José lo consideraban como Faraón. No obstante, José parecía decir: “Yo soy el padre de Faraón. Estoy en una posición aún más elevada de lo que vosotros os imagináis, pues Dios me ha puesto por padre de Faraón. Vosotros habéis visto toda mi gloria. Volved a casa y decid a mi padre lo que habéis visto”. La intención de José no era presumir, sino fortalecer a sus hermanos a fin de que le trajeran a su padre.

Después de sufrir durante trece años, José fue entronizado y llegó a ser el gobernador de la tierra. El indudablemente anhelaba ver a su padre. Podemos preguntarnos porque él no hizo nada por satisfacer ese anhelo cuando subió al trono. El pudo haber mandado carros de Egipto para que trajeran a su padre. Sin embargo, pasaron nueve años antes de que él hiciera traer a Jacob. José tenía el poder y la posición para actuar, pero no hizo nada. Si yo hubiera estado en el lugar de José, habría hecho algo inmediatamente. Habría tomado un ejercito entero de carros y habría ido a visitar a mi padre, y si éste ya hubiese muerto, habría visitado su sepulcro. Esto habría sido lo más normal que José hubiera podido hacer. El hecho de que José no hizo nada durante esos nueve años no quiere decir que no pensaba en su padre. José no era de piedra ni de madera; era una persona viva llena de sentimientos, y amaba mucho a su padre. El estuvo separado de su padre durante muchos años, y seguramente ha de haber pensado mucho en él. Probablemente él consideró cuán cerca estaba Egipto de la casa de su padre, de la tierra de Canaán. El sabía que el viaje tomaría solamente unos días. Aun así, él no hizo nada porque estaba bajo la mano de Dios.

José prefirió permanecer bajo la mano de Dios y no tomar ninguna iniciativa. El quizá haya orado: “Señor, fuiste Tú quien me mandó aquí, quien me trajo mediante tantos sufrimientos, y me pusiste en el trono. Fuiste Tú Señor quien me alejó de mi padre. Señor, me doy cuenta de que todo eso proviene de Ti. Por tanto, no me atrevo a hacer nada. Por el contrario, quisiera esperar Tu momento”. Creo firmemente que José oró de esta manera, lo cual revela que era una persona que se negaba a sí misma. El había subido al trono para ser el gobernador de la tierra, pero no hizo nada para sí mismo ni para su deleite. El estaba totalmente dedicado a los intereses de Dios. La vida de José fue una vida que esperaba el tiempo providencial de Dios. En lugar de iniciar el contacto con su padre, el permaneció continuamente bajo la dirección de Dios, orando: “Señor, obra. Si Tú no actúas, yo no haré nada”. Hermanos y hermanas jóvenes, pienso que el Señor hará mucho con ustedes en Su recobro. Pero deben aprender la lección de no seguir adelante por sí mismos. No hagan nada por su cuenta. Más bien, manténganse bajo la mano de Dios y dejen que sea El quien tome la iniciativa. Todo debe tener su origen en El.

¡Cuán hermoso es el relato de la vida de José! José estaba sometido plenamente a la dirección de Dios, y por eso no tenía razón para lamentar lo que hizo. José es un ejemplo vivo de lo que revela el Nuevo Testamento. El era una persona que se negaba a sí misma, que no tenía ningún interés personal, ni buscaba ningún deleite propio, ni tenía opinión, ambición ni meta personal. Su única meta era Dios y el pueblo de Dios. Por consiguiente, cuando llegó el momento, él extendió una cálida invitación a su padre para que viniera a él.

Podemos aprender muchas lecciones al examinar la vida de José. El tuvo sueños e interpretó sus sueños y los de otros. Todos esos sueños se cumplieron. Sin embargo, José se dio cuenta de que todavía le faltaba algo: la presencia de su padre. Desde el punto de vista humano, lo único que podía satisfacer a José era la presencia de su padre. Con todo, él no hizo nada por su propia cuenta para obtener la presencia de su padre, sino que fue paciente y esperó continuamente el momento oportuno. Durante nueve años él no hizo nada. Finalmente, se presentó la oportunidad. Pero se dio cuenta de que sus hermanos necesitaban ser perfeccionados, y por esta razón él no actuó. Sólo cuando sus hermanos fueron edificados, él extendió la invitación. Esta invitación fue iniciada por la mano de Dios. Dios en Su soberanía preparó las circunstancias e indicó que el tiempo había llegado para que José buscara a su padre.

Cuando José mandó por su padre, él mismo no fue a traerlo. ¿Por qué motivo hizo eso? No podemos decir que no tenía tiempo, pues cuando su padre murió, él tomó el tiempo necesario para ir a sepultarlo. Para contestar a esta pregunta, debemos descubrir lo que no dice la Biblia (ésta es una manera de estudiar la Biblia). José no fue, porque estaba restringido. El no quería hacer nada motivado por sus sentimientos. Sus emociones fueron restringidas. José no salió de Egipto para ir a ver a su padre; tampoco mandó a nadie que le informara cuando llegara la caravana. De hecho, Jacob envió “a Judá delante de sí a José, para que le viniese a ver en Gosén” (46:28). Jacob parecía decir a Judá: “Judá, ve a José y dile que estoy llegando y pídele que nos conduzca a él”.

No piense que José no tenía ganas de ver a su padre. Sin duda alguna, anhelaba verlo. Sin embargo, el día qué llegó su padre, él todavía estaba en casa. No hizo ningún viaje especial para encontrar a su padre en el camino. José, una vez más, estaba plenamente bajo la restricción de Dios. Sin embargo, cuando oyó que su padre había llegado a Gosén, “se manifestó a él y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente” (46:29). Esto demuestra que José era muy sensible y amaba profundamente a su padre. Con todo y eso, no actuó conforme a sus emociones, sino bajo la restricción de Dios. Es por eso que podía gobernar.

Si usted no puede gobernarse a sí mismo, no podrá ser un buen gobernador. Supongamos que usted pierde la calma por cualquier motivo. En dado caso, ya ha perdido el gobierno del Espíritu Santo sobre usted. Pero si estamos bajo el gobierno del Espíritu, pediremos al Señor que tenga misericordia de nosotros cuando sintamos que estamos a punto de perder la calma. Podemos gobernar a otros sólo cuando nosotros seamos restringidos por Dios. Ser restringidos por Dios es la mejor disciplina que nos capacita para el reino de la era venidera. Ninguna persona infantil, nadie que no haya sido restringido, podrá reinar en el reino venidero. Vemos la madurez de vida en esto de vivir bajo restricción. Espero que estas palabras sean una ayuda para todos los que aman al Señor, el recobro y la vida de iglesia.

En el recobro del Señor tenemos personas con diferentes pasados, con distintas maneras de ser y con diversos conceptos. Debido a todas estas diferencias, debemos ser restringidos. Si no somos restringidos y damos rienda suelta a nuestras emociones, haremos daño. Es posible que más tarde lamentemos lo que hayamos hecho, pero puede ser demasiado tarde. Usted tal vez diga: “Tengo derecho a expresar mis sentimientos así”. Efectivamente, usted tiene derecho a hacerlo, pero perjudica a los demás. ¿Desea usted llevar una vida de iglesia apropiada? Si es así, entonces debe ser restringido por Dios. Examine nuevamente el cuadro de José. El pudo traer el reino sólo porque se negaba a sí mismo. Si él hubiera actuado según sus sentimientos y no conforme a la dirección de Dios, todo se habría echado a perder. Pero José era una persona totalmente restringida por Dios. Por consiguiente, el reino de Dios pudo ser traído por medio de El. Se necesitaba una persona que viviera bajo la restricción y se negara a sí misma para ganar el reino de una manera práctica.

Sucede lo mismo con nosotros hoy en día. ¿Desea usted llevar una vida de iglesia agradable? Entonces usted debe someterse a la restricción y negarse a sí mismo. Todos debemos aprender esto. Supongamos que José no hubiera sido una persona que se negara a sí misma. En ese caso, habría sido imposible que el reino de Dios viniese y fuese ganado de una manera práctica. El hecho de que José se negara a sí mismo y fuese restringido bajo la mano de Dios, fue la clave para poner en práctica la vida del reino. Agradecemos a Dios por la vida que llevó José, por la vida de uno que se niega a sí mismo. Mediante esta vida, el propósito de Dios se cumplió, vino el reino y fue llevado a la práctica. Por este cumplimiento, los hijos de Israel participaron del disfrute del reino.

José tenía la posición y la potestad de hacer todo lo que quisiera. Pero no hizo nada para sí mismo. Hace más de cuarenta años, oí que alguien dijo que lo más difícil es no hacer algo que uno puede hacer. Uno tiene la potestad, la posición y la oportunidad de hacer cierta cosa, y aun así no la hace. Leí la historia de José hace muchos años. Pero en ese entonces, no entendía porque José no había utilizado su poder para ir a ver a su padre, después de ser entronizado como gobernador de Egipto. Después de ascender al trono, él no hizo nada para evitar la soledad, aunque había estado separado de su padre trece años. Cuando los hermanos vinieron a él por primera vez, no hizo nada. José tenía el poder y la posición para hacer algo al respecto, y sin embargo no lo hizo. Esto indica que era una persona muy poderosa, alguien que tiene la fuerza de no hacer lo que puede hacer. José era así porque estaba bajo la mano de Dios, bajo Su restricción.

Durante los primeros nueve años que José gobernó en Egipto, debe de haberse mantenido en contacto con el Señor. Quizá mientras oraba al Señor acerca de la posibilidad de visitar a su padre, el Señor le mandó que no hiciera nada al respecto. Semana tras semana, José pudo haber orado: “¿Señor, es éste el momento de hacer algo para que mi padre sea traído aquí?”. Creo que el Señor le decía: “¡No! Todavía no es tiempo. No necesitas hacer nada para cumplir tu sueño. Espera simplemente y permíteme hacerlo”. Mediante su oración, posiblemente haya sido confirmado en su fe de que sus sueños venían de Dios y que Dios mismo los cumpliría. José permaneció en silencio porque no necesitaba hacer nada. El tenía la fuerza de no hacer lo que podía hacer. Cuando sus hermanos vinieron a Egipto por primera vez, él no hizo nada para que su padre fuese traído a él. Inclusive cuando hubo llegado el tiempo para que su padre viniese a él en Egipto, José no salió a su encuentro. Creo que eso fue el resultado de haber estado bajo la restricción del Señor. José sabía que él no necesitaba hacer nada para cumplir sus sueños. Esta es la verdadera negación de uno mismo y el llevar verdaderamente la cruz.

Llevar la cruz significa restringirse de hacer lo que uno puede hacer. Uno está calificado y tiene la potestad de hacer todo lo necesario para cumplir su deseo, pero se restringe y no lo hace. Este tipo de persona es la persona más fuerte. La persona más fuerte no es la que puede hacer algo, sino la que es capaz de no hacer lo que puede realizar. Esta negación de sí mismo es la única manera de traer el reino de Dios y de llevar a cabo la vida del reino. Como veremos en el mensaje siguiente, la vida del reino vino por medio de la capacidad de José de no hacer lo que podía hacer. Nosotros necesitamos ser esta clase de personas hoy en día.

Indudablemente, nosotros no tenemos la capacidad de ser así. Nuestra vida no es la clase de vida que tiene el poder de no hacer lo que está a su alcance. Cuando tenemos la oportunidad de hacer algo, simplemente lo hacemos. Pero la vida de Cristo tiene la potestad de abstenerse de hacer lo que es capaz de hacer. Esta es la clave de los cuatro evangelios y de la vida del Señor Jesús. En muchas ocasiones El tuvo la posición, la potestad y las circunstancias propicias para hacer muchas cosas, pero también tenía el poder de abstenerse de hacer estas cosas. Por ejemplo, El pudo haber pedido al Padre que mandara doce legiones de ángeles para que lo rescataran, pero tuvo la entereza de no hacerlo (Mt. 26:53). Esta vida se niega a sí misma y lleva la cruz; es la vida que trae el reino.


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