Información del libro

Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 88 de 120 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE OCHENTA Y OCHO

LA MANERA DE SER PERFECCIONADOS
COMO COLUMNAS

En este mensaje examinaremos la manera de ser perfeccionados como columnas para el mover del Señor. Por supuesto, la columna de la cual estoy hablando es la columna del templo de Salomón (1 R. 7:13-22), la columna de Bet-el (Gn. 28:18, 22; 35:14).

NUESTRA NECESIDAD DE ESTAR
EN EL BET-EL DE HOY

Si somos serios para con el Señor y deseamos realmente ser columnas, debemos descubrir donde está Bet-el hoy. De no ser así, estaremos buscando el artículo correcto en el lugar equivocado. Si permanecemos en la Iglesia Católica, en las denominaciones, en el movimiento carismático o en los grupos libres, nos resultará imposible ser perfeccionados como columnas. No se imagine que esta declaración indica que tenemos una mentalidad cerrada o una visión estrecha. Debemos estar en el Bet-el actual, la iglesia. No existe ningún otro lugar en donde podamos llegar a ser columnas del edificio de Dios. Las columnas perfeccionadas en otros lugares no son columnas para Bet-el, el edificio de Dios, sino para otra cosa. En el transcurso de los siglos, algunos gigantes espirituales fueron perfeccionados como columnas de las denominaciones, de los campos misionales o de ciertos movimientos. No obstante, en varios años de observación, no he visto ninguna columna perfeccionada para el templo del Señor fuera de las iglesias locales. Debemos afirmar claramente que las columnas de las cuales estamos hablando son las columnas genuinas del edificio de Dios. Si deseamos ser estas columnas, debemos preguntar dónde se encuentra el edificio de Dios, el Bet-el actual. No debemos tomar este asunto a la ligera.

UN TESTIMONIO PERSONAL

En 1933 recibí del Señor la carga de dejar mi trabajo y servirlo a El a tiempo completo; inclusive, El me obligó a hacerlo. No había estudiado en ningún instituto bíblico ni en ningún seminario. En ese entonces, trabajaba en una empresa. Cuando el Señor me estaba mostrando que debía dejar el trabajo, no pude comer ni dormir bien por tres semanas. Servir al Señor a tiempo completo requería que usara mi fe al extremo, y nada de lo que me rodeaba favorecía esa decisión. Simplemente no sabía cómo podría sobrevivir. Finalmente no tuve otra alternativa que renunciar a mi trabajo. Después de tomar esta decisión, recibí una breve nota del hermano Nee. En ella me decía: “Hermano Witness, en cuanto a tu futuro, me parece que debes dedicarte de lleno a servir al Señor. ¿Qué te parece? Que el Señor te oriente”. La fecha de esta nota era el 17 de agosto de 1933, y llegó en medio de mi lucha de tres semanas con el Señor, y fue una confirmación clara. Había renunciado a mi puesto en la empresa, pero tenía poca fe; todavía dudaba y no sabía si había tomado la decisión correcta. En ese momento, llegó la nota del hermano Nee. Después de leerla, dije: “Dios mediante, visitaré a este hermano y me enteraré de la razón por la cual me envió esta nota en esa fecha”.

Con ese propósito en mente, fui a Shangai a visitar al hermano Nee, y él me hospedó en su casa, donde pasé varios meses y recibí mucha ayuda de su parte. Por supuesto, lo primero que le pregunté fue ¿por qué me había escrito aquella nota el 17 de agosto? El me dijo que mientras su barco navegaba de regreso a China por el mar Mediterráneo y estando en silencio en su cabina a solas, sintió la carga de orar por el mover del Señor en China. Mientras oraba, el Señor le indicó que debía escribirme esa nota. Entonces le dije que él había escrito aquella nota cuando yo estaba en medio de una lucha de tres semanas con el Señor. Este informe confirmó al hermano Nee que lo que él había escrito estaba totalmente correcto. Mediante esta nota, él y yo fuimos edificados aún más que antes. Tuvimos la certeza en lo profundo de nuestro ser de que el Señor nos había reunido. Desde entonces, él me trataba como aprendiz, y yo lo honraba y lo respetaba como un colaborador de más experiencia, uno que podía perfeccionarme.

Dado que en aquellos tiempos ni el hermano Nee ni yo teníamos mucho trabajo, yo iba con frecuencia a su casa, donde pasábamos largos ratos. En esas ocasiones él me perfeccionaba de varias maneras. Delante del Señor, puedo testificar que jamás desperdiciamos un momento en chismes. El hermano Nee era un don sobresaliente que Dios dio para perfeccionar a otros, y siempre dedicaba el tiempo para perfeccionarme. Ciertamente él sabía lo que yo necesitaba. El me guió a una comprensión acertada de la historia de la iglesia desde el siglo primero hasta entonces; me compartió de las biografías de casi todos los fundadores de las distintas denominaciones; y me perfeccionó con respecto a la vida interior, la vida de iglesia y el mover del Señor.


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