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Estudio-vida de 2 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2362-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 59 de 59 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE 2 CORINTIOS

MENSAJE CINCUENTA Y NUEVE

EXHORTACIONES FINALES,
UN SALUDO Y UNA BENDICIÓN

(2)

Lectura bíblica: 2 Co. 13:11-14

UNA BENDICIÓN TRIPLE

En 13:14 tenemos una bendición triple: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. En esta triple bendición se ve al Dios Triuno, porque en ella tenemos la gracia de Cristo el Hijo, el amor de Dios el Padre y la comunión del Espíritu Santo.

En el Antiguo Testamento tenemos también una bendición triple, la bendición pronunciada por el sacerdocio levítico al final de Números capítulo seis. En esta triple bendición queda implícito el Dios Triuno. Números 6:24-26 dice: “Jehová te bendiga y te guarde; Jehová haga resplandecer Su rostro sobre ti, y te otorgue Su gracia; Jehová alce sobre ti Su rostro, y te conceda la paz”. Primero, vemos la bendición relacionada con el Padre: “Jehová te bendiga y te guarde”. Segundo, vemos la bendición relacionada con el Hijo: “Jehová haga resplandecer Su rostro sobre ti, y te otorgue Su gracia”. Tercero, tenemos la bendición relacionada con el Espíritu: “Jehová alce sobre ti Su rostro, y te conceda la paz”. Indudablemente, los sacerdotes levíticos valoraban mucho esta bendición. No obstante, no se puede comparar con la bendición mencionada en 2 Corintios 13:14. Lo que se nos da en Números 6:24-26 es una simple bendición, es decir, una bendición sin el mismo disfrute. Pero en 13:14 no sólo encontramos una bendición; encontramos a Dios en Su Deidad Triuna: el Padre, el Hijo y el Espíritu.

EL DIOS TRIUNO ES NUESTRA BENDICIÓN ÚNICA

Hablar del amor de Dios, de la gracia de Cristo y de la comunión del Espíritu Santo equivale a decir que el amor es Dios, que la gracia es Cristo, y que la comunión es el Espíritu Santo. Así, tenemos a Dios el Padre como amor, a Dios el Hijo como gracia y a Dios el Espíritu como comunión. Esto significa que tenemos al Dios Triuno como nuestro disfrute de manera directa; no simplemente una bendición de parte de Él o por Él.

En el Nuevo Testamento, la verdadera bendición es el propio Dios Triuno. Como hemos dicho, esta bendición es triple, una bendición de gracia, de amor y de comunión. El Dios Triuno llega a nosotros para ser nuestra vida, nuestro suministro de vida y nuestro disfrute, y lo hace con el amor como fuente, con la gracia como curso y con la comunión como trasmisión. Ahora, de una manera práctica, podemos disfrutar al Dios Triuno todo el día. Ésta es nuestra bendición neotestamentaria, una bendición que es única en su género.

TRES ASPECTOS DE UNA SOLA COSA

La gracia del Señor es el Señor mismo dado a nosotros como vida para que lo disfrutemos (Jn. 1:17; 1 Co. 15:10); el amor de Dios es Dios mismo (1 Jn. 4:8, 16) como fuente de la gracia del Señor; y la comunión del Espíritu es el Espíritu mismo como trasmisión de la gracia del Señor y del amor de Dios para que participemos de ellos. Éstos no son tres asuntos separados, sino tres aspectos de una sola cosa, tal como el Señor, Dios y el Espíritu Santo no son tres Dioses separados, sino tres “hipóstases ... del mismo y único Dios indiviso e indivisible” (Philip Schaff). El amor de Dios es la fuente, puesto que Dios es el origen; la gracia del Señor es el caudal del amor de Dios, ya que el Señor es la expresión de Dios; y la comunión del Espíritu es la impartición de la gracia del Señor con el amor de Dios, puesto que el Espíritu es la trasmisión del Señor con Dios, para que nosotros experimentemos y disfrutemos al Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, con Sus virtudes divinas. Aquí se menciona primero la gracia del Señor, ya que este libro trata de la gracia de Cristo (2 Co. 1:12; 4:15; 6:1; 8:1, 9; 9:8, 14; 12:9). Este atributo divino compuesto de tres virtudes —el amor, la gracia y la comunión—, y este Dios Triuno compuesto de tres hipóstases divinas —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, lo necesitaban los creyentes corintios, quienes, a pesar de estar distraídos y confusos, habían sido consolados y restaurados. Por lo tanto, el apóstol usó todas estas cosas divinas y preciosas en una sola frase para concluir su afable y querida epístola.


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