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Estudio-vida de 1 y 2 Tesalonicensespor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2821-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 9 de 31 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE 1 TESALONICENSES

MENSAJE NUEVE

LA IGLESIA LLEGA A SER LA CORPORIFICACIÓN
DEL DIOS TRIUNO

(1)

Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1; 2:12; 3:12; 4:7; 5:23-24; 2 Ts. 1:3, 5, 10; 2:13-14, 16; Col. 3:10-11; Ap. 1:11-12

Hemos subrayado el hecho de que en 1:1 Pablo dice que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Hemos visto lo que significa el que la iglesia esté en Dios Padre y también lo que significa el que la iglesia esté en el Señor Jesucristo. Sin embargo, aunque hemos hecho énfasis en el Padre, en el Señor y en Jesús, no hemos explicado cabalmente lo que significa el que la iglesia esté en Cristo.

Cada vez que el nombre de Jesús se menciona en el Nuevo Testamento, se refiere principalmente al Señor en relación con las experiencias que tuvo en la tierra desde Su encarnación hasta Su resurrección. Jesús es el nombre del Señor con respecto a Su humanidad. Por consiguiente, este nombre denota las experiencias que Él vivió y las cosas por las cuales pasó antes de Su resurrección. Cristo es un título divino que alude principalmente a las experiencias del Señor así como a Su posición, Su vida y las acciones que ha tomado desde Su resurrección, es decir, es un título que se refiere a lo que el Señor es después de Su resurrección.

La vida del Señor Jesucristo puede dividirse en dos secciones: la sección antes de Su resurrección y la sección después de Su resurrección. Por consiguiente, la resurrección es una línea divisoria, una línea de demarcación, en la vida y experiencia del Señor.

Los cuatro Evangelios pueden considerarse como biografías del Señor Jesús. Estas biografías narran la historia de Su vida desde Su encarnación hasta Su resurrección. Este período es, en su mayor parte, representado por el nombre Jesús. Si hablamos de Jesús conforme al uso bíblico de este nombre, nos referimos principalmente a lo que Él experimentó a partir de Su encarnación y hasta Su resurrección. Después de la resurrección, la vida del Señor Jesús entró totalmente en otra esfera.

Sin embargo, hoy en día muchos cristianos no tienen un entendimiento claro acerca de Jesús y de Cristo. Algunos creyentes, especialmente los pentecostales, suelen decir: “¡Alabado sea Jesús!”, pero, según la Biblia, es mejor decir: “¡Alabado sea el Señor!”. Hoy en día, es mucho más común oír a los cristianos decir: “¡Alabado sea el Señor!”, que veinte años atrás, cuando el recobro del Señor llegó a este país. Quizás esto se deba a la influencia del recobro. En todo caso, es más apropiado decir: “¡Alabado sea el Señor!” que: “¡Alabado sea Jesús!”.

Según el Nuevo Testamento, el título “Señor” hace alusión a toda la vida y ministerio de Jesucristo. Esto significa que el título “Señor” es un título todo-inclusivo. Sin embargo, el nombre “Jesús” se refiere al Señor en Su humanidad y a Su vida humana antes de la resurrección, mientras que, como hemos visto, el título “Cristo” se refiere al Cristo resucitado en ascensión.

CRISTO ESTÁ EN EL TRONO Y TAMBIÉN EN NOSOTROS

El Cristo en el que muchos cristianos de hoy creen es un Cristo que se encuentra muy lejos, en el tercer cielo. Sin embargo, nuestro Cristo no es solamente el Cristo resucitado y ascendido que está en el cielo, sino también Aquel que descendió y entró en nuestro espíritu. ¡Aleluya, Cristo está ahora en nuestro espíritu!

En Juan 14, el Señor Jesús habló a Sus discípulos acerca de Su ida y de Su venida. En Juan 14:1, dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí”. En el versículo siguiente, el Señor dijo que en la casa de Su Padre había muchas moradas y que iba a preparar un lugar para ellos. Luego, en el versículo 3, declaró: “Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. Era como si el Señor Jesús dijera: “No os turbéis por el hecho de que me voy. Pareciera que os estuviera dejando, pero en realidad, me voy para poder venir. Después de que me vaya, vendré otra vez”. El Señor Jesús no estaba diciendo que iría al cielo; más bien, estaba diciendo que iría a la cruz, y después, a la tumba y al Hades, y que luego, en resurrección, Él volvería a los discípulos.

Casi todos los cristianos creen que lo dicho por el Señor en Juan 14 se refiere a Su segunda venida. Este entendimiento no es correcto. En Juan 14:18, el Señor Jesús dijo a los discípulos: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”. Si la venida del Señor mencionada en Juan 14 se refiriera a Su segunda venida, ciertamente los discípulos habrían quedado huérfanos. Si el Señor Jesús sólo estuviera en los cielos, todos seríamos huérfanos. Así que, cuando el Señor dijo: “Vengo a vosotros”, estaba diciendo que vendría en otra forma. Esto se cumplió en el día de Su resurrección en Juan 20:19-22. Después de Su resurrección, el Señor Jesús volvió a Sus discípulos para estar con ellos para siempre y no dejarlos huérfanos.

La venida del Señor en Juan 14 se refiere al hecho de que vendría en otra forma. El Señor primero vino en forma de carne; ésta fue la primera forma en la que vino. Cuando Él habló con los discípulos en Juan 14, seguía teniendo esta misma forma. Pero en este capítulo, Él parecía estar diciendo: “Ahora estoy en la carne; pero voy a la cruz, donde seré inmolado. Después, seré puesto en una tumba y luego me levantaré de los muertos y vendré otra vez en otra forma. Cuando esté en esa forma, vendré a vosotros”. Efectivamente, fue en esta forma que el Señor regresó el día de Su resurrección.

El capítulo veinte de Juan describe cómo el Señor vino a Sus discípulos el día de Su resurrección. Juan 20:19 dice: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto de pie en medio, les dijo: Paz a vosotros”. El Señor Jesús apareció de una manera espléndida y excelente, una manera que excedía toda comprensión humana. Los judíos se oponían a los discípulos y hacían cuanto podían para destruirlos. Por consiguiente, los discípulos tenían miedo y se hallaban reunidos a puerta cerrada. Quizás gemían y se preguntaban qué hacer. De repente, el Señor Jesús apareció y les dijo: “Paz a vosotros”. El que apareció ante ellos no era Jesús en la carne, sino Cristo el Señor.

Según el versículo 21, el Señor les dijo: “Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también Yo os envío”. Luego, como vemos en el versículo 22, el Señor sopló en los discípulos y les infundió el pneúma santo, el Espíritu Santo: “Y habiendo dicho esto, sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. En Su resurrección, el Señor Jesús es ahora el pneúma, el Espíritu. Él apareció a los discípulos en forma de pneúma, y les dijo que recibieran el pneúma santo, el aliento santo. En el idioma griego, la palabra pneúma significa Espíritu y aliento. ¡Aleluya! ¡Cristo en resurrección es el aliento, el pneúma, el Espíritu! Después que los discípulos lo recibieron como el pneúma santo, Él empezó a vivir en ellos.

Nosotros también recibimos al Señor Jesucristo como el aliento santo, el pneúma santo, el Espíritu vivificante, y ahora Él está en nosotros. Yo creo que si entendiéramos correctamente que Cristo está en nosotros, nos emocionaríamos muchísimo, e incluso estallaríamos de gozo. El hecho de que esto no nos entusiasme en absoluto podría indicar que no nos damos cuenta de que Cristo está en nosotros.

¿Dónde está Cristo hoy? La respuesta es que Cristo está en el trono en el cielo y también que Él vive en nosotros. Oh, debiéramos declarar con un espíritu fuerte y liberado que Cristo está en nosotros. ¡Hoy nuestro Cristo es Aquel que vive en nosotros! En un sentido muy real, nuestro Cristo es diferente del Cristo en quien creen muchos cristianos, porque ellos tienen a un Cristo que está solamente en el cielo, mientras que nosotros tenemos al Cristo que está en el cielo y que también mora en nuestro espíritu.

He sido criticado y falsamente acusado de predicar a otro Cristo. Yo no predico a un Cristo diferente del que se revela en la Biblia. Pero, en cierto sentido, predico a un Cristo que es un tanto diferente del Cristo en quien creen muchos cristianos, pues el Cristo que yo predico está en los cielos y también en mí, mientras que para muchos cristianos, Cristo está únicamente en el cielo. Ellos, en lugar de disfrutar hoy al Cristo que ahora mora en su interior, esperan morir para reunirse con Cristo en el cielo. El Cristo que yo predico es el Cristo que se revela en las Escrituras. Él es el Señor Jesucristo. Él es el Señor en un sentido todo-inclusivo. El hecho de que Él sea el Señor significa que Él es Jesús y también Cristo.


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