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Estudio-vida de Hebreospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3845-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 39 de 69 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE HEBREOS

MENSAJE TREINTA Y NUEVE

EL TIPO DEL ANTIGUO PACTO
Y LA REALIDAD DEL NUEVO PACTO

En este mensaje llegamos a Hebreos 9:1-15, un pasaje de las Escrituras muy difícil de comprender. En 9:1-3 vemos que existían dos tabernáculos. Hebreos 9:1 dice: “Ahora bien, el primer pacto tenía también ordenanzas de servicio sagrado y un santuario terrenal”. El santuario es todo el tabernáculo (Éx. 25:8-9), incluyendo el primer tabernáculo, llamado el Lugar Santo (v. 2), y el segundo tabernáculo, llamado el Lugar Santísimo (v. 3). El versículo 2 dice: “Porque el primer tabernáculo se dispuso, el cual fue llamado el Lugar Santo, donde estaban el candelero, la mesa y los panes de la proposición”. Cuando leí este versículo en el pasado, me inquietó mucho. Según el conocimiento que había adquirido de Éxodo, había solamente un tabernáculo. Si sólo había un tabernáculo, ¿cómo entonces podía este versículo hablar de “el primer tabernáculo”? Por “Lugar Santo” en este versículo, entendemos que el primer tabernáculo se refería sólo a una parte del único tabernáculo, llamada el Lugar Santo. El versículo 3 añade: “Tras el segundo velo estaba otro tabernáculo, llamado el Lugar Santísimo”. El Lugar Santísimo era el segundo tabernáculo. Por lo tanto, tenemos el primer tabernáculo, el Lugar Santo, y el segundo tabernáculo, el Lugar Santísimo.

Estos dos tabernáculos simbolizan los dos pactos. El Lugar Santo es un símbolo del antiguo pacto, y el Lugar Santísimo es un símbolo del nuevo pacto. Aunque es difícil entender el verdadero significado de estos dos pactos, resulta fácil entenderlo si examinamos el tabernáculo completo. Según 9:2, en el Lugar Santo, que es un símbolo del antiguo pacto, estaban el candelero y la mesa. Estos dos muebles tenían un significado positivo, pero se encontraban muy lejos de la presencia de Dios. Aunque una persona podía hallar alimento en la mesa y recibir la luz del candelero, no podía tener ningún contacto con Dios. En el Lugar Santo no se encontraba ni la presencia de Dios ni el camino para entrar en Su presencia. Tampoco se encontraba allí el oráculo, el lugar para emitir el hablar divino de Dios. Donde está el oráculo, allí podemos escuchar el hablar de Dios. Pero en el Lugar Santo no estaba presente el hablar divino. Finalmente, en el Lugar Santo, tampoco podía el hombre reunirse con Dios. La mayor bendición es poder reunirnos con Dios. No obstante, ninguno que entraba al Lugar Santo podía decir que se había reunido con Dios, porque allí era imposible reunirse con Él. Por consiguiente, en el Lugar Santo no estaba la presencia de Dios, no había forma de tener contacto con Dios, no estaba el oráculo donde se pudiera escuchar el hablar de Dios, ni tampoco podíamos reunirnos con Él.

Ésta es una clara descripción de la religión actual. Cuando ustedes estaban en las denominaciones, ¿llegaron a disfrutar la presencia de Dios o encontraron el camino para entrar en Su presencia? ¿Tenían el oráculo, donde se escuchaba el hablar divino? Por supuesto, allí había un púlpito y podían escuchar a un teólogo hablar, pero allí no estaba el oráculo ni el hablar divino. Asimismo, ¿podían ustedes reunirse con Dios? Aunque el Lugar Santo ciertamente es bueno y en él podemos encontrar alimento y recibir iluminación, no encontramos allí la presencia de Dios ni el camino para entrar en Su presencia, tampoco tenemos el hablar divino ni podemos reunirnos con Dios. ¡Cuán lamentable es esto!

Es importante recordar que el libro de Hebreos fue escrito para los creyentes hebreos, quienes se hallaban titubeando en el Lugar Santo. Ellos no estaban seguros si debían avanzar al Lugar Santísimo o retroceder al atrio. En otras palabras, se encontraban sobre la línea que divide el antiguo pacto del nuevo pacto. El escritor de Hebreos fue maravilloso y extraordinariamente paciente; él no les escribió de una manera superficial, sino de una manera muy profunda. Sus escritos fueron tan profundos que en los pasados diecinueve siglos la mayoría de los que han leído esta epístola no han logrado entender completamente lo que quiso decir.

Como hemos visto, el Lugar Santísimo simbolizaba el nuevo pacto. ¿Qué es lo que encontramos en el Lugar Santísimo? Hebreos 9:4 dice que el Lugar Santísimo “tenía un altar de oro”. El altar de oro, que era el altar del incienso, no estaba en el Lugar Santísimo, aunque vemos que sí pertenecía a él. Observemos que aquí no dice que el altar del incienso estaba en el Lugar Santísimo, sino que el Lugar Santísimo tenía un altar de oro. ¿Qué función cumplía el altar del incienso? Proveer el camino que nos permitía entrar a la presencia de Dios. El altar del incienso representa las oraciones apropiadas que ofrecemos con el Cristo resucitado como el incienso, las cuales nos permiten ser aceptos delante de Dios. Por lo tanto, el altar del incienso constituye la entrada misma a la presencia de Dios. Durante mi juventud, cuando estuve en la religión, me enseñaron a orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea Tu nombre”. Sin embargo, aunque oré mucho de esa manera, nunca logré entrar en el Lugar Santísimo. De hecho, cuanto más oraba así, más parecía dirigirme hacia el atrio, o incluso fuera de éste. Pero esto no es lo que experimentamos en el altar del incienso. Cuando oramos en el nombre del Señor y con Él mismo como el olíbano fragante de la resurrección, inmediatamente entramos en el Lugar Santísimo.

En Hebreos 9:4 vemos que en el Lugar Santísimo también estaba “el Arca del Pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba la urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto”. Sobre el Arca estaban “los querubines de gloria que cubrían con su sombra la cubierta expiatoria” (v. 5). Aquí, en el Lugar Santísimo, no sólo encontramos la entrada que nos lleva a la presencia de Dios, sino también la presencia misma de Dios. Sobre el Arca había una tapa llamada el propiciatorio, que era el oráculo divino desde donde Dios hablaba. Es aquí donde escuchamos el hablar de Dios y donde podemos reunirnos con Dios y tener comunión con Él. Éste es el nuevo pacto simbolizado por el Lugar Santísimo.

Todos debemos preguntarnos dónde nos encontramos. ¿Somos creyentes en un lugar donde hay cierta cantidad de alimento e iluminación, pero donde no tenemos acceso a la presencia de Dios, ni tenemos Su presencia ni Su hablar, y donde no podemos reunirnos con Él? ¿O estamos en un lugar donde es fácil entrar a la presencia de Dios, escuchar Su hablar, reunirnos con Él y tener comunión con Él? Si ustedes se hallan en este lugar, entonces se hallan en el Lugar Santísimo.

Los dos tabernáculos no sólo simbolizan dos pactos, sino que además representan dos eras, dos dispensaciones: la dispensación del Antiguo Testamento y la dispensación del Nuevo Testamento. Si usted se encuentra en el Lugar Santo, eso quiere decir que usted se encuentra en la antigua era, en la antigua dispensación. Pero si usted está en el Lugar Santísimo, entonces usted está en la nueva era, en la nueva dispensación. Para ver esto es necesario que leamos Hebreos 9:8-9, que dice: “Dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, mientras el primer tabernáculo estuviese en pie, el cual es figura para el tiempo presente. Según este tabernáculo se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden perfeccionar, en cuanto a la conciencia, al que rinde culto”. La frase “el cual”, al comienzo del versículo 9, se refiere al primer tabernáculo mencionado en el versículo 8. Este tabernáculo era una “figura para el tiempo presente”, es decir, tipificaba una era, una dispensación. La frase “el tiempo presente” se refiere a la era del Nuevo Testamento y no a la era del Antiguo Testamento, como lo sugieren otras versiones cuando dicen “el tiempo en ese entonces presente”. Hay diferentes traducciones del versículo 9. Algunas dicen “del tiempo en ese entonces presente”, en lugar de “para el tiempo presente”, pensando que aquí se alude a la era del Antiguo Testamento. Pero según el idioma griego, el tabernáculo era una “figura para el tiempo presente”, o sea de la era del Nuevo Testamento. Basándonos en este versículo, podemos afirmar certeramente que el Lugar Santo tipificaba una era. Aplicando este mismo principio, el Lugar Santísimo también debe simbolizar otra era.

El Lugar Santo era un símbolo del antiguo pacto, que abarcaba toda la era del Antiguo Testamento. De manera que el antiguo pacto y la era del Antiguo Testamento vienen a ser lo mismo. Cuando una persona estaba bajo el antiguo pacto, en realidad estaba en la era del Antiguo Testamento. Pero si se acogía al nuevo pacto, entraba en la era del Nuevo Testamento. En realidad, el pacto y la era se refieren a una misma cosa; no podemos separarlos. Sin la era, no hay aplicación práctica del pacto. Así pues, el Lugar Santo, que simboliza el antiguo pacto, simboliza también la era del Antiguo Testamento; y el Lugar Santísimo, que representa el nuevo pacto, es símbolo también de la era del Nuevo Testamento. Lo más difícil de entender ahora es lo siguiente: las realidades de la era presente, del Nuevo Testamento eran sólo símbolos en la era del Antiguo Testamento. En la era del Antiguo Testamento eran sombras, pero en la era del Nuevo Testamento son realidades. Por ejemplo, en la era del Antiguo Testamento sólo se cubrían los pecados, lo cual era una figura del perdón de los pecados. En la era del Antiguo Testamento teníamos la ley de la letra o mandamientos, la cual era una figura de la ley de vida en la era del Nuevo Testamento. En la era del Antiguo Testamento, Dios era Dios para Su pueblo, y éste era pueblo Suyo, según la ley escrita. Aquello era un símbolo de que hoy en día, en la era del Nuevo Testamento, Dios es nuestro Dios y nosotros somos Su pueblo, según la ley de vida. Además, en la era del Antiguo Testamento los sacerdotes enseñaban al pueblo, dándoles a conocer a Dios conforme a la ley escrita. Esto también era una sombra de la capacidad interna para conocer a Dios en vida conforme a la ley de vida. Por lo tanto, todas las cosas de la era del Nuevo Testamento, fueron simbolizadas por cosas de la era del Antiguo Testamento. Así que, el Lugar Santo era un símbolo del antiguo pacto, y al mismo tiempo, era un tipo o figura de la era del Nuevo Testamento. No obstante, la Biblia en ningún momento dice que el Lugar Santísimo fuera un tipo de la era del Nuevo Testamento. En principio, los dos tabernáculos simbolizan estas dos eras. Sin embargo, en la práctica, el Lugar Santísimo no era un tipo sino la realidad misma. Solamente el Lugar Santo era un tipo de la era presente. Es por eso que titulamos este mensaje: “El tipo del antiguo pacto y la realidad del nuevo pacto”.


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