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Estudio-vida de Mateopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1422-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 12 de 72 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE MATEO

MENSAJE DOCE

EL COMIENZO DEL MINISTERIO DEL REY

Ahora llegamos a una sección muy importante del Evangelio de Mateo, la del ministerio del Rey (4:12—11:30). En este mensaje consideraremos el comienzo del ministerio (4:12-25). Después de que el Señor fue ungido, pasó por una prueba para demostrar que estaba plenamente capacitado, y luego empezó a ministrar.

I. EL COMIENZO DEL MINISTERIO

A. Después de que Juan el Bautista
fue encarcelado

Mateo 4:12 dice: “Cuando Jesús oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea”. Aunque Juan el Bautista ministraba en el desierto, y no en el templo santo de la ciudad santa, estaba en Judea, no muy lejos de las cosas “santas”. Puesto que el pueblo había rechazado a Juan, el Señor Jesús se retiró a Galilea para comenzar Su ministerio, muy lejos del templo santo y de la ciudad santa. Esto ocurrió bajo la soberanía de Dios para que se cumpliera la profecía de Isaías 9:1 y 2.

Conforme al concepto humano, Jesús debería haber empezado a ministrar desde el templo santo en la ciudad santa, Jerusalén. Pero le llegaron las noticias de que Su precursor, Juan el Bautista, había sido encarcelado. Esto le sirvió como indicio al nuevo Rey de que Jerusalén se había convertido en un lugar de rechazo; por lo tanto, no podía empezar Su ministerio real allí.

Dios, en Su economía, tenía la intención de que hubiese un cambio completo, de la vieja economía a la nueva. La vieja economía había resultado en una religión, un templo, una ciudad y un sistema de adoración externa. Todo lo que estaba en la vieja economía fue sistematizado de manera externa. En Su nueva economía, Dios lo renunció todo y empezó de nuevo. Bajo Su soberanía el ambiente correspondió a este cambio en Su economía. El Señor Jesús sabía que no podía comenzar a ministrar en Jerusalén, debido a que ésta rechazó a aquel que había recomendado al nuevo Rey, pues no le darían la bienvenida en Jerusalén.

Aunque el nuevo Rey era el Hijo de Dios y había sido ungido con el Espíritu de Dios, no se menciona en este pasaje que oró con respecto a dónde debería ir a ministrar. Tampoco leemos que El tuvo un sentir profundo en su ser, el cual le conducía al norte, lejos de Jerusalén. Al contrario, el Señor examinó el ambiente y de él recibió un indicio claro de la dirección en que debía ir. No debemos creer que podemos ser tan espirituales que no necesitamos prestar atención a lo que nuestro ambiente nos indica. Incluso el Rey del reino celestial, el Hijo de Dios ungido con el Espíritu Santo, actuó conforme a lo indicado por el ambiente. El concepto del Señor no era natural ni religioso. Además, no se basaba en la historia. Según ella, como Rey ungido debía haber ido a la capital, a Jerusalén, porque éste es el lugar apropiado para el Rey. No obstante, fue a Galilea porque Su precursor, es decir, aquel que lo había recomendado, había sido encarcelado. Según lo esperado, era ridículo que el Rey recién ungido saliera de la capital y fuera a una región menospreciada para empezar Su ministerio real. Además, no fue al sur a, donde David fue entronizado, ni a Betsabé, donde Abraham vivió, sino a Galilea.

Teniendo en mente cómo actuó el Señor después de que Juan el Bautista fue encarcelado, debemos aprender a no intentar ser sobrenaturalmente espirituales. Jesús no era espiritual de ese modo. También debemos aprender a no actuar conforme a la historia ni conforme al entendimiento humano, según los cuales el rey de los judíos debía haber estado en Jerusalén sentado en el trono. Sin embargo, Jesús no actuó en conformidad con la dirección espiritual, ni según la historia ni el concepto natural. Por el contrario, El actuó en conformidad con lo indicado por el ambiente que correspondía a la economía de Dios. Al actuar así, espontáneamente cumplió la profecía de Isaías 9:1 y 2. Aunque el Señor aparentemente actuó conforme al medio ambiente en vez de seguir al Espíritu, lo que hizo cumplió la profecía de las Escrituras.

Al obrar con el Señor debemos evitar dos extremos. El primer extremo es el sobrenatural. Algunos afirman que no hay necesidad de considerar el medio ambiente porque tienen al Espíritu. El otro extremo presta demasiado atención a la historia y a la inclinación y entendimiento naturales. Pero en Mateo 4 el nuevo Rey no procedió conforme a la llamada dirección espiritual ni conforme a la historia ni a la inclinación natural. Más bien, El actuó junto con la economía de Dios conforme a lo indicado por el ambiente. Fue a Galilea, a la región de Zabulón y Neftalí, para brillar como una gran luz sobre los asentados en tinieblas y en región y sombra de muerte (4:15-16).

Nada sucedió a Juan el Bautista ni al Señor Jesús por casualidad. Cuando Juan comenzó a ministrar a la edad de treinta, lo hizo con denuedo. Muy poco después fue encarcelado. Tal vez le es difícil a usted creer que Juan el Bautista fuese encarcelado. Parece que no había razón. De nuevo, su encarcelamiento fue resultado del ambiente. Juan fue encarcelado por el rey Herodes y no por los líderes judíos. Sin embargo, tanto el poder religioso como el poder político, o sea la religión judía y el gobierno romano colaboraron, lo cual resultó en el cumplimiento del propósito de Dios. Juan el Bautista fue encarcelado durante este tiempo bajo la soberanía de Dios conforme a Su economía. Para todo ministerio de recomendación llega el momento en el cual debe cesar. Si Juan el Bautista no hubiera sido encarcelado, le habría sido difícil cesar de ministrar. Juan era el que recomendaba; por eso, su ministerio no debía haber continuado. En el capítulo tres del Evangelio de Juan vemos que los discípulos de Juan el Bautista competían con el ministerio del nuevo Rey (v. 26). El ministerio del que recomendaba competía con el del Rey. Por lo tanto, el ministerio del que recomendaba tenía que ser detenido; la mejor manera de detenerlo fue encarcelar a Juan y aun permitir que fuese decapitado.

Tal vez usted diga que Dios no podía ser tan cruel como para permitir esto. Pero a veces Dios permite cosas como ésta. Sin lugar a dudas, Dios lo levanta a usted, lo prepara, lo constituye, lo capacita y lo usa mucho. Pero después de usarlo, es posible que El diga: “Vete a la cárcel y espera allí tu ejecución”. ¿Puede usted aceptarlo? Quizás usted diga: “Esto es completamente injusto. Dios no debe permitirlo!” Pero anteriormente Dios lo ha permitido muchas veces, y creo que volverá a hacerlo. Si El permite que esto le suceda a usted, usted simplemente debe decir: “Amén”. No envíe a algunos de sus discípulos para hacer frente a Cristo preguntando: “¿Eres Tú el Cristo, el Señor todopoderoso a quien sirvo? Si éste es el caso, ¿por qué no haces algo para rescatarme de la cárcel?” El Rey diría: “No voy a salvarte de esto. Debes morir. Debes llegar a tu fin. Que el nuevo Rey esté en el trono”. Juan el Bautista y su ministerio llegaron a su fin por la llegada del nuevo Rey. Cuando el nuevo Rey está presente, nadie ni nada debe competir con El.


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