Información del libro

Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 92 de 120 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE NOVENTA Y DOS

LA MADUREZ:
EL PROCESO DE LA MADUREZ
(1)

En este mensaje llegamos a la sección más agradable del libro de Génesis: los capítulos del treinta y siete al cincuenta. A todos los niños les gustan las historias contenidas en estos capítulos. En esta sección, el autor cambia su estilo. El relato de los primeros treinta y seis capítulos es breve y enfático, pero la narración de los últimos catorce capítulos es muy detallada. Por ejemplo, el capítulo treinta y siete da muchos detalles. Esta sección contiene tantos pormenores porque es muy aplicable a nuestra vida humana. Ninguna sección del libro de Génesis es más práctica que la última sección, que consta de catorce capítulos.

Antes de examinar el capítulo treinta y siete, quisiera llevarlos de nuevo al principio de este libro. Cuando leemos un libro, debemos entender el tema, el propósito, del mismo. Después de leer todo el libro de Génesis, compuesto de cincuenta capítulos, es posible que uno no reconozca todavía el tema. ¿Cuál es el tema de dicho libro? Cuando yo era joven, me dijeron que Génesis abarca dos puntos principales: la creación y la caída del hombre. Génesis empieza con las palabras: “En el principio creó Dios”, y termina con las palabras: “Y [José] fue puesto en un ataúd en Egipto”. Se me dijo que Génesis es un libro que trata de la obra creadora de Dios y la caída del hombre porque el primer versículo habla de la creación y el último versículo habla del hecho de que José fue puesto en un ataúd en Egipto. Esta perspectiva no es incorrecta, pero sí es una comprensión muy deficiente del libro de Génesis.

No es fácil entender la Biblia. De hecho, también resulta difícil entendernos a nosotros mismos. Tenemos cabello en la cabeza y diez dedos en los pies, pero ¿constituyen el cabello y los dedos un hombre completo? ¿Es eso una persona completa? Por supuesto que no. Todos los miembros y órganos vitales, tales como el corazón y los pulmones, se encuentran entre el pelo y los dedos de los pies. Del mismo modo, las partes más importantes de Génesis se encuentran entre el primer versículo y el último.

Génesis 1:26 es un versículo crucial: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree...” Note dos palabras significativas en este versículo: imagen y señorío. Efectivamente, el hombre fue creado por Dios y luego cayó. Pero debemos considerar de qué manera fue creado el hombre y con qué propósito. La Biblia afirma que el hombre fue hecho a la imagen de Dios. No existe nada más elevado que Dios. Por consiguiente, el hombre fue hecho a la imagen del ser más elevado. Quizá usted jamás se haya considerado tan elevado. Por llevar la imagen divina, debemos reconocernos como seres elevados. No somos criaturas inferiores; fuimos hechos con el propósito de expresar a Dios y ejercer Su señorío. El tema de Génesis es que el hombre tiene la imagen de Dios y ejerce el señorío de Dios en todas las cosas. Llevamos la imagen de Dios para expresarlo a El, y tenemos Su señorío para representarlo. Por consiguiente, somos la expresión y la representación de Dios. Este es el corazón de Génesis.

Si queremos conocer eso progresivamente, necesitamos los cincuenta capítulos de este libro. Todas las generaciones mencionadas en este libro: Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y José, cumplen un solo propósito: mostrar que la economía de Dios en el universo consiste en que El se exprese a Sí mismo por medio del hombre. Este es el propósito de Dios, Su meta, y el deseo de Su corazón. El propósito y la economía de Dios están relacionados con el hombre.

El relato de todas las generaciones mencionadas en este libro describen la economía de Dios. En Adán no vemos mucho de la expresión ni del señorío de Dios. Aunque Abel creyó en Dios, no vemos claramente en él la expresión ni el señorío de Dios. Enós se dio cuenta de que era frágil y débil, y empezó a invocar el nombre del Señor. Pero en él apenas vemos la expresión o el señorío de Dios. Enoc caminó con Dios. Por consiguiente, vemos en él un poco de la expresión de Dios; no obstante, no vemos nada del señorío de Dios. En Noé vemos un poco de la expresión y del señorío de Dios, pero es algo vago; no está definido ni impresiona ni es claro. En Abraham vemos menos de la expresión y el señorío de Dios que en Noé. Aunque muchos cristianos han exaltado mucho a Abraham, él sólo se encontraba en el primer nivel de la doctrina de Cristo. Abraham fue el padre de la fe en cuanto a la justificación, que es simplemente el comienzo de la doctrina de Cristo. Además, difícilmente podemos ver la expresión y el señorío de Dios en Isaac. Isaac lo heredó todo de su padre y sólo se preocupaba por comer. Mientras le dieran algo de comer, él daría su bendición ciegamente.

En Jacob vemos la expresión de Dios. Pero antes de los últimos catorce capítulos de Génesis, no vemos mucha expresión de Dios en Jacob. Ahora bien, en estos últimos capítulos, vemos en él mucho de la expresión de Dios y del señorío de Dios. En esta sección Jacob era de edad avanzada, pero sus ojos espirituales eran muy agudos. Adondequiera que iba, percibía cuál era la verdadera condición y bendecía a la gente como correspondía. Además, su bendición se convirtió en profecía de parte de Dios. Jacob llevaba verdaderamente la imagen de Dios y lo expresaba. Incluso Faraón, quien gobernaba en ese entonces, se encontraba bajo la bendición de Jacob. Cuando Jacob fue llevado a la presencia de Faraón, no le dijo: “¡Hola! ¿cómo está? ¿Cuántos años tiene?”. Sino que extendió su mano y lo bendijo (47:7, 10). Esto indica que Faraón estaba bajo la autoridad de Jacob, aquel que era la expresión de Dios.

La bendición de Jacob a los dos hijos de José, a saber, Efraín y Manasés, también era una profecía. Isaac fue engañado por Jacob, y lo bendijo ciegamente. Pero la bendición que Jacob dio a Efraín y a Manasés fue muy diferente. José trajo a sus dos hijos a Jacob, esperando que Manasés, el primogénito, recibiera la primogenitura. Sin embargo, Jacob puso su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, el más joven, “colocando así sus manos adrede” (48:14). Cuando José intentó mover la mano de Jacob y ponerla sobre la cabeza de Manasés en lugar de Efraín, Jacob se rehusó y dijo: “Lo sé, hijo mío, lo sé” (48:19). Jacob parecía decir: “Hijo mío, tú no sabes lo que estoy haciendo, pero yo sí. Yo conozco el corazón de Dios. Mi bendición es la expresión y las palabras de Dios. Las palabras de mi bendición son la profecía de Dios”.

En la vida de Jacob vemos a un hombre que era uno con Dios y que lo expresaba. Lo que decía Jacob era lo que decía Dios. No piensen que las palabras son insignificantes. Según el Nuevo Testamento, el Hijo expresó al Padre, principalmente al hablar. El Señor Jesús dijo: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, El hace Sus obras”; y: “La palabra que habéis oído no es Mía, sino del Padre que me envió” (Jn. 14:10, 24). Por tanto, expresar a Dios consiste principalmente en hablar por Dios y en declararlo a los demás.

Hemos visto que Jacob, la expresión de Dios, llevaba la imagen de Dios. Pero, ¿qué diremos del señorío de Dios? El libro de Génesis concluye con el señorío que ejercía José sobre toda tierra. Aunque el faraón era el soberano, no pasaba de ser una figura decorativa. El que verdaderamente gobernaba era José, quien formaba parte de Jacob en la experiencia de vida. En la vida de Jacob y José vemos la expresión de Dios y el señorío de Dios. No separe jamás a José de Jacob. El relato de los últimos catorce capítulos de Génesis los mezcla a los dos. Esto indica que José es la parte reinante de Jacob, y que Jacob y José no deben considerarse dos personas separadas.

En esta sección Jacob sufría, y José reinaba. En el capítulo treinta y siete, José no dio ninguna muestra de sufrimiento. Dicho capítulo revela que Jacob sufría, y no José. Algunos argumentarán diciendo: “Cuando José fue echado al pozo, ¿acaso no sufrió?”. Esta es su interpretación, pero este capítulo no nos revela eso. Por otro lado, Jacob sufrió mucho. El no lloró cuando murió Raquel, pero sí lloró amargamente cuando oyó que José había sido devorado por una fiera (vs. 33-35).

El relato bíblico tiene un propósito. Génesis es el libro de la imagen y el señorío de Dios, y presenta un cuadro completo de la manera en que los seres humanos pueden ser hechos de nuevo y transformados para expresar a Dios en Su imagen y representarlo en Su señorío. Los últimos catorce capítulos de Génesis indican que después de que Jacob hubo llegado a ser Israel, llevaba la imagen de Dios y ejercía el señorío de Dios. El libro de Génesis está completo; termina de la misma manera que empieza. Empieza y termina con la imagen y el señorío de Dios. En los últimos capítulos, Dios debe de haberse alegrado, y posiblemente haya dicho: “Ahora tengo un hombre en la tierra que me expresa y me representa. Este hombre lleva Mi imagen y ejerce Mi señorío. Sus palabras son Mi profecía, y sus acciones son el ejercicio de Mi señorío”. Este es el tema del libro de Génesis.


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