Información del libro

Estudio-vida de Lucaspor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1203-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 13 de 79 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LUCAS

MENSAJE TRECE

EL MINISTERIO DEL SALVADOR-HOMBRE
SE LLEVA A CABO EN SUS VIRTUDES HUMANAS
JUNTO CON SUS ATRIBUTOS DIVINOS
EN GALILEA

(3)

Lectura bíblica: Lc. 5:1—6:11

LA CONDICION ESPIRITUAL
DE TODOS LOS SERES HUMANOS CAIDOS

En 5:1—6:11 tenemos un relato de cinco casos: se atrae a los ocupados (5:1-11), se limpia a los contaminados (5:12-16), se sana al paralítico (5:17-26), se llama a los menospreciados (5:27-39) y se quebranta el precepto sabático distorsionado para satisfacer y liberar al pueblo (6:1-11). No debemos pensar que estos casos son solamente relatos de lo que les sucedieron a diferentes personas. En realidad, todos estos casos retratan a una sola persona.

Después de que el Señor Jesús realizó un milagro relacionado con la pesca, Pedro le dijo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (5:8). Inmediatamente después, tenemos el caso en que se limpia a un hombre lleno de lepra, es decir, se limpia a un contaminado. Pedro no solamente era una persona ocupada sino también una persona contaminada. Espiritualmente hablando, éste es también nuestro caso. Además de que estamos ocupados y contaminados, estamos paralizados, somos menospreciados y estamos bajo el cautiverio de los preceptos distorsionados.

Los casos presentados en 5:1—6:11 retratan la condición espiritual de todos los seres humanos caídos. Antes de que fuéramos salvos, estábamos ocupados. Eramos también leprosos, gente pecaminosa en necesidad de limpieza. Además, éramos paralíticos, siendo incapaces de andar o hacer cualquier cosa conforme a Dios. Así que, necesitábamos que el Señor nos sanara.

No importa qué ocupación tenga una persona, cuando el Señor le llama y le libera, se da cuenta inmediatamente de que es pecaminosa. Cuando las personas están atareadas con sus ocupaciones, tal vez piensen que son muy buena gente. Pero cuando se les liberan de sus ocupaciones para seguir al Señor, se dan cuenta de que son pecaminosas. Además, después de ser limpiadas, se dan cuenta de que están paralizadas con respecto a Dios y a las cosas de Dios. No son capaces de andar en el camino de Dios. Pero después de que son sanadas, comienzan a ver que son “recaudadores de impuestos”, gente menospreciada, sin ningún valor. Con el tiempo, entienden que están bajo el cautiverio de ciertos preceptos y que tienen la necesidad de ser satisfechas y liberadas.

Después de que somos liberados de nuestras ocupaciones, limpiados de nuestra lepra, sanados de nuestra parálisis, nos convertimos, en el Señor, en personas de valor, pues ahora le tenemos como la vestidura nueva que nos cubre externamente y como el vino nuevo que nos llena internamente (Lc. 5:36-39). Después de esto, somos liberados de los preceptos apresadores. Como resultado, llegamos a ser completamente salvos por el Salvador-Hombre.

Al leer 5:1—6:11, no debemos pensar que estos casos son separados el uno del otro. Más bien, necesitamos considerar todos estos casos como los aspectos descriptivos de una sola persona. En particular, estos casos son un retrato de la condición espiritual de todos los seres humanos caídos.

LIMPIA A LOS CONTAMINADOS

Revela las virtudes humanas del Señor

En cada uno de estos casos, podemos ver las virtudes humanas del Salvador-Hombre y también los atributos divinos expresados en ellas. Considere el caso de la limpieza del leproso. Lucas 5:12 dice: “Sucedió que estando El en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, y viendo a Jesús, se postró sobre su rostro y le rogó diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme”. El Señor “extendiendo El la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de aquél” (v. 13). En este caso, el Señor actúa en el más alto nivel de moralidad. Vemos que El se compadeció del leproso. Según el Antiguo Testamento, un leproso era uno que no podía ser tocado por nadie. Con el fin de mantener a otros alejado de él, se le requería que gritase: “¡inmundo, inmundo!” Por lo tanto, un leproso estaba totalmente aislado. Pero el Salvador-Hombre extendió Su mano para tocarle. El hecho de que el Señor le tocara revela Sus virtudes humanas.


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