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Estudio-vida de 1, 2 y 3 Juan, Judaspor Witness Lee

ISBN: 0-7363-3089-5
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ESTUDIO-VIDA DE 1 JUAN

MENSAJE VEINTISIETE

LAS VIRTUDES DEL NACIMIENTO DIVINO:
PRACTICAR EL AMOR DIVINO

(1)

Lectura bíblica: 1 Jn. 3:10b-15

En 1 Juan encontramos tres secciones importantes: la comunión de la vida divina (1:1—2:11), la enseñanza de la unción divina (2:12-27) y las virtudes del nacimiento divino (2:28—5:21). En la primera parte de la tercera sección (2:28—3:10a) se habla de practicar la justicia divina. En este mensaje llegamos a la segunda parte de esta sección (3:10b—5:3), en la cual se habla de practicar el amor divino. El nacimiento divino posee una virtud que nos capacita para practicar el amor divino.

POR MEDIO DE LA VIDA DIVINA
(COMO SIMIENTE DIVINA)
Y DEL ESPÍRITU DIVINO

Para poder practicar el amor divino como una de las virtudes de la vida divina, necesitamos la vida divina y al Espíritu divino. La vida divina es la simiente divina que todos nosotros tenemos en nuestro espíritu regenerado. Además de la vida divina que fue sembrada en nuestro ser como simiente divina, tenemos al Espíritu divino en nuestro espíritu. La vida divina y el Espíritu divino son el “capital” en nuestro interior, que nos capacita para practicar el amor divino. La vida divina es la fuente, y el Espíritu divino es quien de hecho realiza la acción de amar a otros. Por lo tanto, el amor divino es nuestra vida diaria como expresión de la vida divina llevada a cabo por el Espíritu divino.

La vida divina y el Espíritu divino son los factores básicos necesarios para practicar el amor divino. Con la vida divina y por medio del Espíritu divino, podemos amar con un amor que es divino y no meramente humano. Este amor divino manifestado en la vida diaria de los hijos de Dios es una evidencia de que ellos poseen la vida divina y el Espíritu divino.

El que no ama a su hermano no es de Dios

En 3:10b Juan dice: “Todo aquel que no practica la justicia no es de Dios, y tampoco el que no ama a su hermano”. La justicia es la naturaleza de los actos de Dios, mientras que el amor es la naturaleza de la esencia de Dios. El amor tiene que ver con lo que Dios es, pero la justicia tiene que ver con lo que Dios hace. El amor está relacionado con la naturaleza intrínseca, la justicia con acciones externas. Por consiguiente, comparado con la justicia, el amor es una evidencia más contundente de que somos hijos de Dios. Así que, el apóstol, a partir de este versículo hasta el versículo 24, avanza de la justicia al amor en cuanto a la manifestación de los hijos de Dios, como otro de los requisitos correspondientes a la vida que permanece en el Señor.

Es muy serio que Juan diga que todo el que no ame a su hermano no es de Dios. Por ser hijos de Dios, ciertamente somos de Dios e incluso procedemos de Dios. Ya que procedemos de Dios, poseemos la vida divina y el Espíritu de Dios, y de manera espontánea llevamos una vida en la que amamos a los hermanos. Sin embargo, si alguien no tiene tal amor, ello sería una evidencia de que no posee ni la vida divina ni el Espíritu divino. Por lo tanto, habría serias dudas con respecto a si tal persona es un hijo de Dios, nacido de Él. Amar a los hermanos es una evidencia muy clara de que procedemos de Dios, de que poseemos la vida de Dios y disfrutamos al Espíritu de Dios.

Amarnos unos a otros:
el mensaje oído desde el principio

En el versículo 11 Juan dice además: “Porque éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros”. El mensaje oído desde el principio es el mandamiento dado por el Señor en Juan 13:34, el cual es la palabra que los creyentes oyeron y recibieron desde el principio. En 1 Juan 3:11 la frase desde el principio se usa en un sentido relativo; y el amor del que se habla aquí es un requisito más elevado de la vida que ha de permanecer en el Señor.


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