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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 94 de 120 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE NOVENTA Y CUATRO

LA MADUREZ:
LA MANIFESTACION DE LA MADUREZ
(1)

En el último mensaje hicimos notar la diferencia que existe entre la transformación y la madurez. La transformación es el cambio metabólico de la vida, y la madurez es la plenitud de vida. La madurez es la última etapa de la transformación. Mientras somos transformados, somos llenos de vida. Cuanto más transformados somos, más nos llenamos de vida. Nadie puede llenarse de vida sin ser transformado. La medida en que una persona se llena es proporcional al grado de su transformación. Cuando estemos completamente transformados, estaremos plenamente llenos de vida.

Del capítulo veinticinco al capítulo treinta y dos, no vemos ningún cambio en la vida de Jacob. Según el capítulo veinticinco, Jacob empezó a suplantar desde antes de nacer. La transformación de Jacob empezó desde el momento en que Dios lo tocó. Esto sucedió en el capítulo treinta y dos. Aunque en los capítulos del veinticinco al treinta y dos no vemos ninguna transformación, ningún cambio de vida, estos capítulos están llenos de disciplina. Recuerde que Jacob pasó veinte años sometido a Labán. En esos años, él sufrió golpe tras golpe. Después de esos años de quebrantos, una noche, en Peniel, el Señor se le apareció y tocó la parte más fuerte de Jacob, su muslo, y Jacob quedó cojo. Esto marcó el comienzo de la transformación de Jacob, y el proceso de transformación pasó del capítulo treinta y dos al capítulo treinta y siete. En estos capítulos vemos un cuadro de la manera en que Jacob fue transformado. No obstante, después de que Jacob perdió a José en el capítulo treinta y siete, no vemos ningún otro cambio en su vida. Esto se debió a que en ese entonces su transformación estaba casi terminada. Por consiguiente, la madurez de Jacob empieza en el capítulo treinta y siete.

Existen tres períodos distintos en la vida de Jacob: el de quebrantamiento, el de transformación y el de madurez. Si usted compara estos tres capítulos, el veintisiete, el treinta y siete y el cuarenta y siete, verá la disciplina, la transformación y la madurez. En el capítulo cuarenta y siete la madurez de Jacob llega a la cumbre y es plenamente manifestada. En este mensaje consideraremos la manifestación de la madurez de Jacob.

2) La manifestación de la madurez

a) No reprendió a nadie después de oír
que José vivía todavía

La primera señal de la madurez de Jacob se ve en el hecho de que él no reprendió a sus hijos cuando recibió la noticia de que José vivía y estaba en Egipto (45:21-28). Ellos habían conspirado para matar a José, lo habían vendido como esclavo, y habían mentido a su padre al respecto; pero Jacob no los reprendió. Si él no hubiese sido maduro, les habría dicho: “¿Qué me habéis hecho? ¿Acaso no sabéis que casi me matasteis?”. Pero según el capítulo cuarenta y cinco, Jacob no reprendió a nadie.

En Génesis 45:26-27 se mencionan el corazón y el espíritu de Jacob. Algunos cristianos piensan que el espíritu y el corazón son la misma cosa, pero nosotros sabemos por la verdadera luz bíblica que el corazón es el corazón, y el espíritu es el espíritu. El versículo 26 afirma que “el corazón de Jacob se afligió”, y el versículo 27 declara que “el espíritu de Jacob revivió”. Cuando Jacob oyó las buenas nuevas acerca de José, su corazón se pasmó. Algunas versiones afirman que su corazón se enfrió. La palabra hebrea significa “quedar pasmado”, sin sentimiento ni sentir. Aunque el corazón de Jacob quedó pasmado, su espíritu revivió.

Debemos ser como Jacob. En ciertas situaciones, nuestro corazón debe estar frío, y nuestro espíritu debe ser revivido. Hace poco, muchos jóvenes se han “embriagado” de Cristo. No obstante, quisiera hacerles estas preguntas: “¿Está su corazón frío? ¿Ha sido usted revivido en su espíritu o en su corazón? No estoy seguro de que hayan sido revividos en el espíritu. Quizá su entusiasmo sea una mezcla del espíritu y el corazón. Esta mezcla indica que no ha habido una separación entre el alma y el espíritu. Según Hebreos 4:12 el espíritu debe dividirse del alma. Un santo maduro es aquel que ha sido vivificado y se entusiasma en el espíritu, pero es frío en el corazón. Nosotros debemos ser ardientes en el espíritu, pero fríos en el corazón. Nuestro espíritu debe ser una estufa llena de fuego ardiente, pero nuestro corazón debe ser un refrigerador.

Cuando tenemos poco tiempo en la vida espiritual, somos revividos principalmente en el corazón, y estamos fríos en el espíritu. Cuanto menos tiempo tenga usted en la vida espiritual, más se avivará en el corazón y en el espíritu. Pero cuando crece, se enfría en el corazón y revive en el espíritu. En el capítulo cuarenta y cinco vemos que Jacob era un santo maduro. Por consiguiente, la Biblia afirma que su corazón estaba frío, y que su espíritu revivió. Esto fue una manifestación de su madurez. Esta afirmación acerca del corazón y del espíritu se puede encontrar solamente en la Biblia, pero no en ningún otro escrito.

Puesto que el corazón de Jacob se enfrió y su espíritu revivió, él no culpó a nadie ni a nada. En su corazón no hubo ningún sentimiento ni reacción. Su vida anímica estaba totalmente adormecida, y su corazón era como la madera. Puesto que el alma y el espíritu de Jacob habían sido divididos, las buenas nuevas acerca de José dieron por resultado el avivamiento de su espíritu y no la emoción de su corazón.

No se imagine que intento apagar el entusiasmo de los jóvenes. No, los jóvenes deben ser entusiastas. Los niños son niños, los padres son padres, y los abuelos son abuelos. ¡Cuán infantil sería ver a un abuelo emocionarse fácilmente! El niño es el que debe entusiasmarse. Si no lo hace, puede estar enfermo física o mentalmente. Los niños que tienen buena salud siempre se emocionan.

Cuando regresé de un viaje que hice a Europa recientemente, traje unos recuerdos para dos de mis nietos. A uno de ellos, de siete años, le di un cascanueces, y al otro, un niño de menos de cuatro, le di un automóvil de juguete. Estos muchachos estaban tan emocionados que a duras penas podían comer, dormir o quedarse tranquilos. El muchacho mayor hasta llevó su cascanueces a la escuela para mostrarlo a su maestro y a sus compañeros de clase. Nos alegró mucho ver el entusiasmo en nuestros nietos, pues eso indica que están sanos y activos. Ahora bien, supongamos que traigo un regalo a uno de los ancianos, y que, en su entusiasmo, lo enseña a los demás ancianos. Si hace eso, dudaría que fuese un hermano apto para ser anciano. Una persona mayor no debe entusiasmarse así. Eso no sería correcto; mientras que los jóvenes, por ser tales, deben emocionarse.

Jacob, por no emocionarse, no culpó a los demás por la pérdida de José. Nadie puede aprender eso con simples enseñanzas. Educar en cuanto a esto no trae resultados. Si le enseño a mi nieto de siete años a no culpar a su hermano, eso no servirá de nada. En cuanto le dé la espalda, acusará a su hermano menor. Por tener una edad en que uno echa la culpa a otros y por tener una vida que acusa, no se le puede impedir que culpe a los demás. Por supuesto, esto no significa que no debemos educar a nuestros hijos. Debemos disciplinarlos. Pero aprender a no culpar a los demás, depende del crecimiento en vida, y no de las enseñanzas externas.

En el capítulo cuarenta y cinco de Génesis, vemos a un santo que no presumía ni fingía ni actuaba. Por haber llegado a ser maduro, su corazón estaba frío, y no culpó a los demás. Algunos pensarán que el versículo 26 indica que el corazón de Jacob tuvo una fuerte conmoción al oír las buenas nuevas y que se heló con la noticia. No lo creo. Cuando una persona joven recibe una noticia sorprendente, su mente, su parte emotiva y su voluntad seguirán activas. No están frías en lo más mínimo. He visto a algunos que han recibido una fuerte conmoción, pero su alma seguía muy activa. Cuando Jacob, un anciano, recibió la buena noticia con respecto a José, no reaccionó; su corazón permaneció frío. Esta es una señal de la madurez en vida de Jacob.

Jóvenes, no intenten imitar esta madurez. No tienen necesidad de fingir. Ustedes son jóvenes, no son ni padres ni abuelos. Por consiguiente, no traten de comportarse como un abuelo. No actúen como si estuvieran fríos en el corazón y avivados en el espíritu. Me agrada ver alegres a mis nietos, porque ese comportamiento es genuino, natural y espontáneo; no es fingido. Los jóvenes no se deben molestar por este mensaje sobre la manifestación de la madurez. Repito una vez más que los jóvenes deben ser entusiastas. Si un joven no lo es, no es normal. No intenten ser más maduros de lo que son. Todo lo que hace la presunción es matar.


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