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Estudio-vida de 1 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1445-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

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ESTUDIO-VIDA DE LA PRIMERA
EPISTOLA A LOS CORINTIOS

MENSAJE VEINTIUNO

EL ESPIRITU DEL HOMBRE SABE
LAS COSAS DEL HOMBRE Y EL
ESPIRITU DE DIOS SABE LAS COSAS DE DIOS

(3)

Lectura bíblica: 1 Co. 2:1-16

En 2:11 Pablo dice: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”. En este versículo vemos que el espíritu del hombre sabe las cosas del hombre, y el Espíritu de Dios, las cosas de Dios. El espíritu del hombre es la parte más recóndita del ser humano, y tiene la capacidad de penetrar la región más íntima de las cosas del hombre, mientras que la mente sólo puede conocer las cosas superficiales. El Espíritu de Dios, por Su parte, es el único que conoce las cosas de Dios.

EL USO DEL ORGANO CORRECTO

Para que a algo se le dé sustantividad se requiere el órgano correcto. Por ejemplo, con el sentido del oído damos sustantividad al sonido. Pero supongamos que alguien habla y usted ejercita el sentido del gusto. En tal caso usted no podría percibir nada y tal vez hasta concluiría que nadie habló. En efecto alguien habló, pero usted empleó el órgano equivocado para dar sustantividad a lo que se dijo.

Las discusiones conyugales también manifiestan el error que se comete al emplear el órgano incorrecto. Digamos que un hermano se siente molesto con su mujer y ofendido por la actitud de ella. Si él ejerce su voluntad y se vuelve de sus sentimientos a su espíritu, su sentir cambiará. En lugar de condenar a su mujer y disgustarse con ella, tendrá una actitud totalmente diferente. Estos ejemplos nos ayudan a ver cuán importante es que al manejar las diferentes situaciones usemos el órgano correcto.

EL ESPIRITU Y LA EXPERIENCIA DE CRISTO

Para conocer las cosas espirituales es muy importante que usemos el órgano correcto, o sea, el espíritu humano. No obstante, a los cristianos en su mayoría se le ha enseñado que a Cristo y a la iglesia se les conoce por medio del ejercicio de la mente basado en las enseñanzas tradicionales. Hay denominaciones que hasta conducen seminarios en los que se adiestra a las personas a usar su mentalidad para resolver los problemas que experimentan como cristianos. Dicho entrenamiento no se basa en la Palabra pura de Dios, sino en la tradición. En lugar de usar el espíritu, la mayoría de los cristianos usan su mente natural para entender, analizar, visualizar y filosofar. Además, no ejercen su mente natural en torno a la Biblia, sino a la tradición.

Este ejercicio ha llevado a muchos creyentes a cometer serios errores tocante a la experiencia que tenemos de Cristo. Por ejemplo, un maestro cristiano de renombre dijo por escrito que Cristo en realidad no habita en nosotros, sino que está únicamente en los cielos y que el Espíritu Santo está en nosotros como Su representante. Este es un claro ejemplo de alguien que ejercita la mente según la doctrina y la teología tradicionales para entender la experiencia cristiana. Según la Biblia, Cristo está en los cielos y también en los creyentes. En Juan 14:17 el Señor Jesús, hablando del Espíritu de realidad, dice: “Vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros”. El Señor dice explícitamente que el Espíritu de realidad estará en nosotros. Al comparar los versículos 17 y 18 vemos que el Espíritu de realidad del versículo 17 se refiere al Señor, quien no nos dejaría huérfanos, del versículo 18. En el versículo 18 el Señor añade: “Vendré a vosotros”. Esto seguramente no se refiere a la segunda venida de Cristo, pues si aludiera a Su segunda venida, el Señor hubiera dejado huérfanos a todos los cristianos que han vivido desde el primer siglo hasta hoy.

El Señor dice en el versículo 19: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. Las palabras “un poco” seguramente no se refieren a los mil novecientos años que han transcurrido desde la primera venida del Señor. Con esta expresión el Señor no se refería a un período de años ni de semanas, sino que con ello indicaba que estaba a punto de ser crucificado y sepultado, por lo cual el mundo no lo vería más. Pero tres días después, en el día de la resurrección, Sus discípulos le verían; María le vio por la mañana y un grupo de Sus discípulos le vio por la tarde. A esto se refería cuando dijo que dentro de un poco le verían, aunque el mundo ya no le vería.

Al final del versículo 19 el Señor Jesús dice: “Porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. Esto indica que El viviría en nosotros y nosotros en El. El Señor parecía decir: “Yo vendré a vosotros, viviré en vosotros y vosotros viviréis en Mí”. Esta experiencia comenzó en la noche que resucitó el Señor. Juan 20:19 dice: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús y puesto de pie en medio les dijo: Paz a vosotros”. Según Juan 20:22, El “sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Al infundirles el Espíritu, el Señor se impartió en ellos como vida y como el todo para ellos. Así se cumplió todo lo que les había hablado en los capítulos del catorce al dieciséis. Después de infundir el Espíritu Santo en los discípulos, el Señor desapareció de ellos. Pero de ahí en adelante, el Cristo resucitado empezó a vivir en ellos y llevarlos a vivir por causa de El.

En Juan 14:20 el Señor dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí y Yo en vosotros”. Aquel día se refiere al día de la resurrección del Señor. El Señor no dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en los cielos y que ustedes están sobre la tierra”. No obstante, ésta es la enseñanza tradicional que sostienen muchos cristianos. El Señor dice claramente: “Vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. El no dice nada en cuanto a que el Espíritu Santo lo representaría en los creyentes. El dice claramente: “Yo en vosotros”.

El Señor Jesús, basándose en la revelación contenida en Juan 14, dice en 15:4: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”, y añade en el versículo 5: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer”. El Señor no habla simplemente de estar en nosotros, sino de permanecer en nosotros al permanecer nosotros en El. Permanecer equivale a quedarse, establecerse en un sitio. Cristo permanece en nosotros, es decir, se establece en nosotros. No se trata de una representación, sino que el propio Cristo permanece en nosotros.


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