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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 108 de 120 Sección 1 de 4

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE CIENTO OCHO

LA MAXIMA CONSUMACION
DE LA OPERACION
QUE DIOS EFECTUA EN LA BIBLIA

Con este mensaje concluimos la serie que abarca el capítulo cuarenta y nueve, el cual es un relato de la bendición profética que dio Jacob a sus hijos. Estas bendiciones son dadas en figuras, signos y símbolos, que deben ser interpretados usando alegorías. Vimos que en Génesis están sembradas casi todas las semillas de las verdades bíblicas. Las semillas sembradas en este libro se desarrollan en los libros siguientes y se cosechan en el Apocalipsis. Génesis es un libro que contiene las semillas de las verdades que constan en la Biblia y, por esta razón, la conclusión del capítulo cuarenta y nueve debe corresponder a la conclusión de toda la Biblia. En los últimos dos capítulos de Apocalipsis, encontramos esencialmente dos cosas: la bendición universal y la morada eterna de Dios con los hombres.

Antes de examinar la bendición universal y la morada eterna, debemos repasar el capítulo cuarenta y nueve. Los primeros cuatro hijos de Jacob fueron: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Según el relato del Antiguo Testamento, estos cuatro hijos eran malos. El primero y el cuarto, Rubén y Judá, estaban llenos de lujuria. El segundo y el tercero, Simeón y Leví, estaban llenos de ira. La lujuria y la ira caracterizan a la gente malvada. En la constitución del reino de los cielos promulgada en Mateo capítulos cinco, seis y siete, el Señor Jesús habló duramente en contra de la lujuria y de la ira. Si un hombre puede apartarse de estas dos cosas, no será pecaminoso. El hombre se vuelve pecaminoso por estar lleno de lujuria y de ira. Alabamos al Señor porque en Su gracia El salvó a los primeros cuatro hijos de Jacob. Además, dos de ellos fueron transformados en algo maravilloso. La tribu de Leví fue transformada en sacerdotes, y la de Judá en reyes. Los pecadores se convirtieron en sacerdotes y reyes. Esto se logró con una salvación real.

Esta salvación la divulgó por el mundo gentil Zabulón, el quinto hijo de Jacob. Después de que Zabulón difundió el evangelio, Isacar apareció como el descanso, el cual se halla en el evangelio que efectuó Judá y que predicó Zabulón. La persona salva reposa en la salvación efectuada por Dios. Después de Isacar viene Dan, y con él una especie de apostasía. Dan se desvió del camino de Dios, pero Gad restauró la situación. Por tanto, vemos la apostasía en Dan, y la restauración en Gad. El recobro que se halla en Gad trae la abundancia de las riquezas de Cristo, representadas por Aser. Neftalí viene después de Aser, y representa la resurrección en la cual se encuentran las riquezas de Cristo.

Después de los primeros diez hijos, llegamos a los últimos dos: José y Benjamín. Si usted lee cuidadosamente el relato de estos dos hijos, verá que no tienen ningún defecto. La Biblia contiene un largo relato acerca de José, pero no muestra que él estuviese mal en nada ni que hubiera fallado. José era perfecto. No podemos decir con certeza que Benjamín era perfecto, pero tampoco figura ningún defecto en su vida. A José se le llama la rama de un árbol fructífero, y a Benjamín, el hijo de la mano derecha. Es muy significativo que José fuera fructífero y que Benjamín estuviera a la diestra de Dios. Ambos están en resurrección. Podemos aplicar estas dos características al Señor Jesucristo. Cristo es la única rama del árbol fructífero, y también es el Unigénito que está a la diestra de Dios. Por consiguiente, tanto José como Benjamín tipifican a Cristo. José tipifica al Cristo que da origen a la bendición ilimitada y universal de Dios. El Cristo perfecto tipificado por José trae la bendición ilimitada de Dios. Benjamín tipifica a Cristo como aquel que trae la morada eterna de Dios.

En Génesis 49:22-26 y en Deuteronomio 33:13-16 se indica que la bendición que reposa sobre José es universal y eterna, además de que proviene de los montes antiguos y va hasta los collados eternos. Esto se refiere al espacio y al tiempo. La bendición de Cristo llega a todo el universo. Cuando vengan el cielo nuevo y la tierra nueva, no habrá más que bendiciones en todo el universo. Habrá bendición tras bendición. Esta es la vida de José, la vida que produce bendiciones.

Lo dicho acerca de Benjamín en Génesis 49 y en Deuteronomio 33 es muy breve. Sin embargo, este corto relato nos presenta un cuadro definido de su vida. Su vida produce la morada de Dios. Con el tiempo, esta morada se convierte en la morada eterna de Dios. En el relato de José y Benjamín encontramos una clara indicación de lo que desea Dios en Su corazón. En lo que dijo Moisés acerca de José, habló de “la gracia del que habitó en la zarza” (Dt. 33:16). Cuando Dios llamó a Moisés, éste vio una zarza que ardía. Dios le habló desde esa zarza. Más adelante, Moisés entendió que el Dios que habitó en la zarza deseaba tener una morada sobre la tierra y por esa razón había llamado a los hijos de Israel, los había sacado de Egipto, los había conducido al desierto, y los exhortaba a construirle un tabernáculo. Cuando Dios llamó a Moisés, le habló desde la zarza. Pero después de la construcción del tabernáculo, Dios hablaba desde allí (Lv. 1:1). Esto revela que la intención de Dios era obtener una morada entre los hombres en la tierra.

En Deuteronomio 33:12 leemos: “A Benjamín dijo: El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”. Este versículo indica que Dios moraría entre los hombros de Benjamín y que éste habitaría confiado cerca del Señor. En otras palabras, Benjamín sería el vecino inmediato del Señor. Muchos creen que Jerusalén estaba en Judá, pero en realidad se encontraba en Benjamín. El rey provenía de Judá, pero la capital estaba en Benjamín. Jerusalén, la capital, era la morada de Dios. Geográficamente estaba ubicada entre los hombros de Benjamín. Benjamín habitaba confiado porque el Señor había hecho Su hogar allí y porque era su vecino.

La idea de bendición y de morada sobresale bastante en la bendición profética que dio Jacob a sus doce hijos. Estos dos asuntos desembocan en la bendición universal y en la morada eterna. Como ya dijimos, la consumación final de la Biblia radica precisamente en estas dos cosas. En el capítulo tres de Génesis, el hombre se hizo pecador. De entre todos los pecadores muchos fueron salvos. De entre los salvos muchos fueron transformados en sacerdotes y reyes. Se predicó la salvación real, el evangelio del reino, y los salvos llegaron a descansar en este evangelio. Después de la apostasía y la restauración, vemos el resultado de las riquezas que hay en la vida de resurrección. Por consiguiente, todo lo que abarca la Biblia está representado por la bendición profética de Jacob.

En la Biblia y también en la historia ha habido muchos Rubén, Simeón, Leví y Judá. Además, muchos salvos han sido transformados en sacerdotes y reyes. Del reinado ha salido una salvación predicada como la salvación real. Los salvos, simbolizados por Isacar, descansan en esta salvación. Pero vino Dan, el cual representa la caída en la apostasía. Después de la apostasía, viene el recobro, la restauración, con Gad, lo cual trae las riquezas de Aser y en la resurrección de Neftalí. Finalmente, aparecen José y Benjamín, quienes tipifican a Cristo. Este es el esquema general de la Biblia. Sin embargo, este esquema es más bien doctrinal; así que llegamos ahora al asunto de la experiencia.

Eramos Rubén y Simeón, los cuales fueron salvos y transformados en Leví y Judá. En la vida de iglesia hoy en día, somos sacerdotes y reyes. No obstante, se ha introducido Dan, la iglesia apóstata. Después de Dan, vino Gad, quien representa el recobro, y éste conduce a la abundancia de Aser. Aser está en Neftalí, o sea, en resurrección. Todo eso nos lleva a José y a Benjamín. Por consiguiente, hoy no somos ni Rubén ni Simeón, sino Leví, Judá, José y Benjamín. Puedo testificar con una conciencia pura que yo era un Rubén y Simeón lleno de lujuria y de ira. Pero en el transcurso de los años he sido transformado en Leví, un sacerdote, y en Judá, un rey. Además, he sido transformado en un José, uno que está lleno de bendiciones, y en un Benjamín, uno que se convertirá en la morada de Dios. ¿Qué diremos de usted? ¿Es usted un José y un Benjamín?

Examinemos ahora la bendición universal y la morada eterna más detalladamente.


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