Información del libro

Estudio-vida de Lucaspor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1203-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 35 de 79 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LUCAS

MENSAJE TREINTA Y CINCO

EL SALVADOR-HOMBRE LLEVA A CABO
SU MINISTERIO EN SUS VIRTUDES HUMANAS
CON SUS ATRIBUTOS DIVINOS
DE GALILEA A JERUSALEN

(13)

Lectura bíblica: Lc. 15:1-32

Ya vimos que como respuesta a los fariseos y a los escribas, quienes eran justos en su propia opinión y quienes condenaban al Salvador por comer con los pecadores (15:1-2), el Señor les refirió tres parábolas, que revelan cómo la Trinidad divina devuelve los pecadores al Padre, por medio del Hijo y por el Espíritu. En 15:4-7 el Hijo como Pastor va al desierto en busca de la oveja perdida. En 15:8-10 tenemos al Espíritu como la mujer que enciende una lámpara, barre la casa y busca cuidadosamente la moneda de plata perdida. La palabra casa mencionada en en versículo 8 se refiere a nuestro ser. El Espíritu entra en nosotros, la casa, para iluminarnos. Finalmente en 15:11-32, el Padre recibe al hijo pródigo que regresa.

LA CASA DEL PADRE

En la parábola del padre amoroso, el padre debió de haber estado fuera cuando vio a su hijo que se acercaba (v. 20). El padre vio a su hijo “cuando aún estaba lejos”. Esto no habría sido posible si él hubiera estado dentro de la casa. Por lo tanto, debió de haber estado fuera esperando a su hijo. Finalmente, el padre y el hijo regresaron juntos a la casa del padre.

Lucas 15:25 menciona la casa del padre. ¿Qué representa la casa del padre? Los cristianos quizás entiendan que la casa del padre representa una mansión celestial. Según esta interpretación, si un pecador se arrepiente y regresa a Dios, puede esperar que algún día El le recibirá en la mansión celestial. Este entendimiento de la casa del padre no es lógico. No tiene sentido decir que regresamos al Padre, que El nos recibió, pero que todavía no estamos en Su casa. Entonces, ¿dónde estamos? Lucas indica en esta parábola que el hijo pródigo fue recibido en la casa inmediatamente después de regresar y que en la casa había un lugar donde se preparaba la comida y un lugar donde se comía.

Ciertamente, la casa del padre mencionada en la parábola no se refiere al cielo. Si representara el cielo, ¿dónde estamos nosotros los que fuimos salvos y a quienes el Padre recibió, puesto que todavía no estamos en el cielo? En realidad, la casa del Padre debe representar la iglesia. En el capítulo diez la iglesia está representada por el mesón. Ahora en el capítulo quince es la casa del padre. Este entendimiento es lógico y tiene base bíblica.

En la parábola del padre amoroso no existe un intervalo de tiempo entre el hijo pródigo que regresa y la acogida que el padre le hace en su casa. El regreso del hijo es seguido inmediatamente por el acogimiento que el padre le hace en su casa. Por lo tanto, en estas tres parábolas el Hijo fue al desierto, el Espíritu entró en nuestro ser y el Padre nos recibe en Su casa.

EL PASTOR VINO A BUSCARNOS

¿Qué representa el desierto al cual el Hijo como Pastor fue en busca de la oveja perdida? El desierto es el mundo. A los ojos de Dios el mundo es un desierto, un lugar inhóspito y desolado donde es fácil perderse. El Hijo fue al desierto a buscarnos a nosotros las ovejas perdidas.

Ahora debemos preguntarnos en qué manera vino el Hijo como Pastor a buscarnos. En contraste con el Espíritu, representado por la mujer que llevaba una lámpara, el Hijo no nos busca iluminándonos, sino muriendo en la cruz. En Juan 10:11 el Señor Jesús dijo que El era el buen Pastor que da Su vida por las ovejas: “Yo soy el buen Pastor, el buen Pastor pone Su vida por las ovejas”. La obra del Pastor consiste en morir por nosotros. Si El no hubiera muerto por nosotros, no habría podido buscarnos. El nos busca muriendo por nosotros.

LA OBRA DEL ESPIRITU: NOS ILUMINA

La obra del Espíritu consiste en iluminarnos por dentro, como lo indica la parábola de la mujer que busca la moneda. El Espíritu, la mujer que busca, ilumina nuestro ser interno poco a poco de una manera minuciosa y cuidadosa. El Espíritu ilumina nuestra mente, luego nuestra parte emotiva y nuestra voluntad, y después nuestra conciencia y todo nuestro corazón. De esta manera el Espíritu nos halla.

Cuando el Espíritu nos halla al iluminarnos, nos despertamos, volvemos en nosotros mismos y nos damos cuenta de que es una insensatez quedarnos donde estamos. Nosotros no nos despertamos a nosotros mismos, sino que lo hace el Espíritu que busca con Su iluminación. El Espíritu no nos busca, alumbra y halla estando en el desierto ni en la cruz, sino en nuestro corazón. Esto produce el arrepentimiento, que es un cambio en nuestra manera de pensar, lo cual, a su vez, produce un cambio en la dirección de nuestra vida.

El hecho de que el Espíritu nos halle en “la casa” de nuestro ser revela que andábamos perdidos en nosotros mismos. Andábamos perdidos en nuestra mente, nuestra voluntad y nuestra parte emotiva. No solamente andábamos perdidos en el desierto; sino también en nosotros mismos. Cristo murió en la cruz a fin de que saliéramos del desierto, del mundo; sin embargo, aún permanecemos perdidos en nosotros mismos, y allí el Espíritu nos halla. Podemos testificar esto basándonos en nuestra experiencia. Cuando el Espíritu ilumina nuestra mente, nuestra parte emotiva, nuestra voluntad, nuestra conciencia y nuestro corazón, empezamos a arrepentirnos.

El arrepentimiento generado por la iluminación del Espíritu es un asunto interno. Ningún ser humano y ningún ángel puede obrar tan íntimamente en nosotros. Esto sólo lo puede llevar a cabo por el Espíritu, ya que El puede penetrar a lo profundo de nuestro ser para iluminarnos. Así nos damos cuenta de que somos unos necios, nos arrepentimos, y decidimos regresar al Padre. Como ya lo indicamos, el Padre estaba esperándonos fuera de la casa. Para encontrarnos con el Padre, no era necesario ir a Su casa.


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