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Estudio-vida de Génesispor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1420-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 76 de 120 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE SETENTA Y SEIS

DESPUES DEL QUEBRANTAMIENTO

En 2 Timoteo 3:16 se afirma que toda la Escritura es dada por el aliento de Dios. ¿Cree usted que Génesis 34, el capítulo que vamos a considerar en este mensaje, es dado por el aliento de Dios? Debemos acudir al Señor para que El nos muestre de qué forma este pasaje de la Palabra es el aliento de Dios. Cuando yo era joven, leía ciertos capítulos, como por ejemplo Génesis 34, una o dos veces y con eso la historia se grababa en mi memoria, y no los volvía a leer. Cuando llegaba a aquellos capítulos en mi lectura del Antiguo Testamento, recordaba que la hija de Jacob había sido violada y que los hijos de éste habían dado muerte sin misericordia a un pueblo y habían saqueado su ciudad, y pasaba de largo. Pero el Señor nos ha mostrado que aun este capítulo es el aliento de vida. Este pasaje de la Palabra contiene vida, pero se requiere experiencia para valorarlo.

4) Después del quebrantamiento

Si queremos percibir la vida contenida en el capítulo treinta y cuatro, debemos observar lo que hay antes y lo que viene después. Antes de este capítulo, Jacob había sido librado de todos sus problemas. Durante veinte años, Jacob había estado bajo la mano opresora de Labán, y eso lo afligió mucho. Finalmente, le resultó imposible permanecer con Labán y se marchó de la casa de su tío. Dios le había dicho a Jacob que deseaba que volviese a la tierra de sus padres. No obstante, Jacob no podía olvidar lo que había sucedido allí, pues había engañado a su padre Isaac y suplantado a su hermano Esaú. Estaba dispuesto a regresar a la tierra de sus padres, pero tenía que enfrentarse con un gran problema: su hermano Esaú. Sin embargo, aceptó la palabra del Señor y se valió de sus esfuerzos y su astucia para escapar de Labán y marcharse lejos, sin informarle que se iba. Al escaparse de Labán, venció su primera dificultad: la de estar bajo su mano opresora. Pero luego afrontó otro problema: Labán lo persiguió, y finalmente lo alcanzó. No obstante, Dios intervino, mandando que Labán no dijera nada bueno ni malo a Jacob. Por consiguiente, Jacob fue librado completamente de la mano de Labán. No obstante, todavía tenía que enfrentar el problema principal: Esaú. Esta fue la razón por la cual pasó una larga noche luchando contra un oponente que no pudo identificar y que en realidad era el Señor mismo. Sin embargo, Jacob pasó por esta crisis, y el Señor lo liberó del problema de Esaú. Después de esto, Jacob no volvió a tener dificultades por un tiempo.

a) Regresó solamente hasta Siquem

Después de haber sido librado de todos estos problemas, “Jacob fue a Sucot, y edificó allí casa para sí, e hizo cabañas para su ganado” (33:17). Sucot estaba en el lado oriental del Jordán. Esto indica que mientras Jacob estaba en Sucot, todavía no había cruzado el río para entrar en el corazón de la tierra de Canaán. Génesis 33:17 no dice que Jacob haya ido a Canaán. La tierra de Canaán no se menciona sino hasta el versículo siguiente, donde leemos que “Jacob llegó sano y salvo a la ciudad de Siquem, que está en la tierra de Canaán” (v. 18). A los ojos de Dios, cuando Jacob llegó a Sucot y se edificó una casa allí, todavía no había regresado al corazón de la buena tierra. El hecho de que Jacob construyera una casa para sí y cabañas para su ganado nos muestra cuán natural seguía siendo y cuántas cosas hacía para sí. El ciertamente pasó por alto el sueño que había recibido en Bet-el. Después de haber huido de Esaú, Jacob tuvo un sueño en el cual vio una escalera que iba de la tierra a los cielos. Cuando despertó de ese sueño, llamó a ese lugar Bet-el y derramó aceite sobre la piedra que había usado como cabecera, y dijo: “Esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios” (28:22). En Bet-el, Jacob hizo un voto a Dios en el que prometió que la piedra sería casa de Dios. En otras palabras, le prometió a Dios que construiría una casa para El. Sin lugar a dudas, Jacob se olvidó de eso. Si yo hubiera estado allí, le habría preguntado: “¿Jacob, por qué regresaste? ¿Quiere Dios que construyas una casa para ti y cabañas para tu ganado? ¿Y qué hay de la casa de Dios?” Cuando Jacob era un forastero en tierra extraña, podíamos comprenderlo, pues ser extranjero es una situación difícil para cualquiera. Pero ya había regresado a la tierra de la promesa de Dios.

Si usted lee detenidamente el Antiguo Testamento, se dará cuenta de que el territorio ubicado al oriente del Jordán jamás fue reconocido como la mejor parte de la buena tierra. Sin embargo, cuando dos tribus y media de Israel llegaron a este territorio, fueron atraídas por él. Esto causó enojo a Moisés. Estas dos tribus y media recibieron efectivamente esa tierra, pero perdieron parte de la bendición de Dios. Cuando los asirios vinieron a atacar a los hijos de Israel, primero llegaron a la tierra que está al oriente del Jordán, y estas dos tribus y media fueron las primeras en ser capturadas (1 Cr. 5:26). Las ciudades estratégicas, tales como Jerusalén y Belén, se encuentran en el corazón de la tierra ubicada al occidente del Jordán. Por consiguiente, el territorio que está al oriente del Jordán, donde se encontraba Sucot no estaba en el corazón de la tierra que Dios había prometido.

La Biblia nos proporciona un relato muy breve de la estancia de Jacob en Sucot. Al final, Jacob se dio cuenta de que Sucot no era el lugar adecuado para permanecer con Dios; así que, pasó el Jordán y se estableció en Siquem. De regreso a la buena tierra, Jacob cruzó tres ríos: el Eufrates, el Jabot y el Jordán. Al llegar a Siquem, Jacob siguió los pasos de su padre Abraham (cfr. 12:5-6). Esto indica que Jacob había sido conducido al camino correcto. En Siquem, Jacob plantó una tienda y edificó un altar (vs. 18-20), lo cual revela que había empezado a llevar la vida de la tienda y a tener el testimonio del altar. Esto era mucho mejor que edificar una casa para sí y cabañas para su ganado. En Sucot Jacob no edificó nada para Dios, mientras que en Siquem no edificó nada para sí mismo ni para su ganado; allí edificó un altar para Dios y plantó una tienda donde vivir. Qué bueno fue que no sólo siguió los pasos de su antepasado, sino que también llevó la vida de tienda y mantuvo el testimonio del altar.

Esto era bueno, pero no era Bet-el. Si uno lee el capítulo doce, se dará cuenta de que después de llegar a Siquem, Abraham prosiguió a Bet-el (12:6-8). Jacob recibió su sueño en Bet-el (28:10-22). Cuando el Señor le pidió regresar a la tierra de sus padres, esto indicaba que él debía regresar a Bet-el para cumplir su voto de edificar una casa para Dios. No entiendo cómo pudo Jacob olvidar aquel sueño ni que no estuviese dispuesto a pagar el precio. No obstante, él primero llegó a Sucot y luego siguió hasta Siquem. En Siquem empezó a vivir como un llamado. Antes de eso, Jacob nunca vivió como un llamado. Si queremos usar la terminología cristiana actual, diremos que Jacob nunca llevó una vida cristiana. Anteriormente, él se dedicaba a suplantar continuamente. Esta era la vida que él había llevado desde su nacimiento. El suplantaba a los demás y los tomaba por el calcañar. Pero cuando Esaú le salió al encuentro, Jacob había sido quebrantado. Esaú vino a él con un corazón honesto y bueno, pero Jacob, aun después de haber sido quebrantado, seguía suplantando. Suplantando hasta el último momento, Jacob llegó sano a Siquem donde empezó a llevar una vida de tienda con el testimonio del altar.

Jacob tenía una tienda con un altar en Siquem, pero esto no llegaba a la norma de Dios. Jacob tenía una tienda, pero Dios no tenía casa. Se había edificado un altar para Dios, pero todavía no había casa para El. Según el Antiguo Testamento, la edificación del altar nos debe llevar a edificar el templo. En la construcción del templo, la primera cosa que debía ser recobrada era el altar (Esd. 3:1-3). El altar se encontraba en frente del tabernáculo y del templo. Sucede lo mismo en nuestra experiencia. Primero, tenemos una consagración incondicional y edificamos un altar; luego, pasamos a la edificación de la iglesia, la casa de Dios.


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