Información del libro

Estudio-vida de Colosensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0342-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 48 de 65 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE COLOSENSES

MENSAJE CUARENTA Y OCHO

RECIBIR A CRISTO

Lectura bíblica: Col. 2:1-6; Jn. 1:1-4, 11-18

En 2:6 Pablo dice: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Cristo, a Jesús el Señor, andad en El”. La experiencia de andar en Cristo se basa en el hecho de haberle recibido. Andar en Él se deriva de haberle recibido.

Muchos cristianos piensan que recibir a Cristo consiste simplemente en creer en Él. Sin embargo, recibir a Cristo no es un asunto tan sencillo. Para que podamos entender cuál es la manera verdadera y apropiada de recibir a Cristo, debemos conocer primero al Cristo que hemos de recibir. De acuerdo con nuestro concepto y según las enseñanzas tradicionales, Cristo es bastante sencillo. Muchos creyentes solamente han visto que Cristo, el Hijo de Dios, es el Salvador que nos amó y murió por nosotros. Han visto que si creemos en Cristo, somos salvos. No obstante, en el contexto del libro de Colosenses, recibir a Cristo tiene muchas más implicaciones. Hemos visto que Colosenses nos proporciona una revelación extensa del Cristo todo-inclusivo. Cristo es mucho más vasto que el universo. Según Efesios 3 Cristo es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. El Cristo que hemos recibido es inmensurable. Él es universalmente extenso.

Aunque es cierto que hemos recibido a Cristo una vez y para siempre, el hecho de recibirle va mucho más allá de esta experiencia inicial. De hecho, seguiremos recibiéndole por la eternidad. Podemos comparar esto con la respiración. Así como la respiración es un proceso continuo, recibir a Cristo debería también suceder continuamente. Lamentablemente, la mayoría de los cristianos sólo han tenido la experiencia inicial de recibir a Cristo, y no lo reciben continuamente. Muchos creyentes nos dicen que recibieron a Cristo en un momento dado en el pasado; el problema es que no siguieron recibiéndolo. Si no recibimos a Cristo continuamente, no aprovecharemos al máximo el Cristo que recibimos inicialmente. Son muchos los cristianos que no reciben continuamente a Cristo. Por consiguiente, tenemos que entender que la experiencia de recibirle debe suceder constante y continuamente.

EL MISTERIO DE DIOS

Conforme a 2:1-6, el Cristo que hemos recibido es el misterio de Dios mencionado en 2:2. El hecho de que Cristo sea el misterio de Dios indica que Él no es sencillo; más bien, Él es inconmensurable y misterioso. Todos estamos de acuerdo en que Dios no es sencillo. Él es ilimitado, infinito y eterno. Ya que Cristo es el misterio de Dios, ¿cómo podría Él ser sencillo? Como el misterio de Dios, Cristo es el Dios inconmensurable, infinito y eterno.

Aunque Dios es eterno, Él también tiene una historia. Por supuesto, decir que Dios tiene una historia es hablar en términos humanos que facilitan nuestro entendimiento. En el principio, en la eternidad pasada, Dios tuvo un beneplácito, un deseo en Su corazón. Cuanto más vital sea una persona, mayor será su deseo por obtener placer. Puesto que Dios es la persona más viviente que existe, Él tiene el deseo más grande. Dios es viviente, emprendedor y dinámico; como tal, Él tiene un beneplácito. Según Su beneplácito, el cual es el deseo de Su corazón, Dios hizo un plan. En la Biblia, a este plan se le llama propósito. Dios es un Dios de propósito; Él tiene un propósito eterno que está basado en Su beneplácito. Su propósito consiste en obtener un grupo de seres vivos que sean Su expresión corporativa.

EL HOMBRE FUE CREADO CON UN RECEPTOR

Dios creó los cielos, la tierra y los miles de millones de cosas para que este grupo de seres vivos pudiese existir. El enfoque de la obra creadora de Dios es el hombre, el cual fue creado con un receptor: el espíritu humano. Así como un receptor de radio tiene la capacidad de recibir las ondas radiales, nuestro espíritu también tiene la capacidad de recibir a Dios. Supongamos que le mostráramos un radio transistor por primera vez a un hombre de una región primitiva y le explicáramos que éste sirve para captar y emitir sonidos que son transmitidos por el aire. Si el radio está bien sintonizado, él quedaría asombrado al escuchar los sonidos; pero si el receptor no funciona, él argumentaría diciendo que en realidad no existen ondas radiales en el aire. Un radio transistor puede tener una hermosa apariencia, pero si el receptor no funciona, de nada sirve. Hoy en día, millones de personas parecen transistores dañados. Aparentemente son muy buenas, pero su espíritu está dañado. Su “receptor” no funciona correctamente. Es por eso que los ateos proclaman que Dios no existe. Debido a que el receptor de ellos no funciona para dar sustantividad a Dios, ellos dicen que Dios no existe. Si reparamos el receptor dañado, el radio volverá a funcionar. De la misma manera, cuando nuestro receptor dañado, nuestro espíritu humano, es regenerado, puede funcionar para dar sustantividad a Dios.

Conforme a Zacarías 12:1, Dios extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él. En este versículo, se clasifica el espíritu del hombre en el mismo nivel que los cielos y la tierra, lo cual demuestra cuán crucial y significativo es el espíritu humano. El espíritu del hombre fue creado con el expreso propósito de ser un recipiente que pudiera recibir a Dios. Sin embargo, para que el hombre pudiera existir, era necesario que los cielos y la tierra fueran creados. Los cielos fueron creados por causa de la tierra, la tierra por causa del hombre, y el hombre fue creado con un espíritu como recipiente, para contener a Dios. Dios produjo un entorno propicio, mediante Su obra creadora, para llevar a cabo Su propósito.


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