Información del libro

Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6571-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 8 de 64 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO

MENSAJE OCHO

EL HOLOCAUSTO:
EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS

(6)

EXPERIMENTAR A CRISTO
EN SUS EXPERIENCIAS Y OFRECER AL CRISTO
QUE HEMOS EXPERIMENTADO,
Y OFRECER CRISTO A DIOS
COMO NUESTRO HOLOCAUSTO
SEGÚN NUESTRAS EXPERIENCIAS DE ÉL

(2)

En el mensaje anterior consideramos los diferentes aspectos de Cristo en Sus experiencias como holocausto para Dios. En este mensaje y en el siguiente consideraremos nuestras experiencias de Cristo en Sus experiencias.

II. NUESTRAS EXPERIENCIAS DE CRISTO
EN SUS EXPERIENCIAS

El holocausto no es un tema liviano, sino que es algo significativo. La palabra hebrea traducida “holocausto” significa, literalmente, “aquello que asciende”, y denota algo que asciende a Dios. ¿Qué hay en esta tierra que pueda ascender a Dios? Lo único en la tierra que puede ascender a Dios es la vida que llevó Cristo, pues Él es la única persona que llevó una vida absolutamente entregada a Dios.

No podemos llevar una vida de absoluta entrega a Dios en nosotros mismos. Hace poco tuve la profunda sensación de que incluso nuestra santidad y la confesión que hacemos de nuestros pecados no son puras, sino sucias. Nosotros, los seres humanos, no somos más que suciedad. Todo lo que procede de nuestro ser está sucio, y todo cuanto tocamos se vuelve sucio. Por esta razón, según la tipología de la Biblia, incluso cuando nos acercamos a Dios para realizar algo que es santísimo, necesitamos la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Cada vez que proclamo la palabra santa, en lo profundo de mi ser me doy cuenta de que necesito la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones, y pongo mi confianza en el lavamiento y la limpieza del Señor.

El holocausto indica una vida entregada absolutamente a Dios. Esta vida procede absolutamente de una fuente pura, en la que no hay elemento alguno de la caída, ni hay defecto ni pecado. Esta clase de vida es pura y santa. En nosotros mismos no podemos llevar esta clase de vida. Hemos caído al grado de convertirnos en el mundo, el cual es completamente sucio. De hecho, el mundo es lo que nosotros somos, y nosotros somos el mundo. Cada parte de nuestra sustancia, nuestra esencia, nuestras fibras, nuestro elemento, está sucio. Nosotros jamás podríamos ser un holocausto para Dios. Por consiguiente, debemos tomar a Cristo como nuestro holocausto.

En lo que se refiere a nosotros, el holocausto tiene como finalidad hacer expiación (Lv. 1:4). Necesitamos de la propiciación efectuada por la sangre de Cristo, el holocausto.

Para tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado y como nuestra ofrenda por las transgresiones no necesitamos experimentar lo que Cristo experimentó. Sin embargo, para tomar a Cristo como nuestro holocausto necesitamos experimentar lo que Cristo experimentó. De nada sirve ofrecer a Cristo como nuestro holocausto si no hemos tenido alguna experiencia de lo que Él experimentó como holocausto. La medida en que podamos ofrecer a Cristo como holocausto dependerá del grado al que le hayamos experimentado como tal ofrenda.

Una persona no necesita tener ninguna experiencia de Cristo para ofrecerlo a Dios en calidad de ofrenda por el pecado y ofrenda por las transgresiones. Un pecador puede oír el evangelio, arrepentirse y declarar: “¡Oh Dios, ten misericordia de mí! Recibo al Señor Jesús como mi Salvador”. Un pecador que ora así es perdonado inmediatamente, pues no se le exige experimentar a Cristo. El pecador arrepentido sencillamente toma a Cristo como su ofrenda por el pecado y como su ofrenda por las transgresiones. Pero el caso es totalmente distinto con relación al holocausto. Podremos tomar a Cristo como holocausto únicamente al grado al cual hayamos experimentado a Cristo en Su experiencia.

Tardé muchos años en darme cuenta de que nuestro ofrecimiento de Cristo como holocausto no puede exceder las experiencias que hayamos tenido de Él como tal ofrenda. Con respecto a este asunto, el libro de Levítico aún no me había sido abierto, aunque sí en el sentido de haber aprendido las enseñanzas de la Asamblea de los Hermanos en cuanto a las ofrendas. Con el tiempo fui alumbrado para ver que los capítulos de Levítico que tratan sobre las ofrendas no nos revelan en un sentido total a Cristo como holocausto, sino que nos revelan cómo presentar a Cristo en calidad de holocausto. Nuestro ofrecimiento de Cristo es conforme a las experiencias que hayamos tenido de Él. Si no hemos experimentado nada de Cristo en Su experiencia como holocausto, no podremos ofrecerlo como holocausto a Dios.

El hecho de que Cristo sea el holocausto sin duda se refiere al hecho de que Él llevó una vida de absoluta entrega a Dios. En todas Sus experiencias como holocausto para Dios, Cristo fue un hombre auténtico que vivió absolutamente entregado a Dios. De ahí que Él pudiera reemplazar todas las ofrendas. El hecho de Él fuese el holocausto lo hizo apto para ser la ofrenda por el pecado. Si Cristo no hubiera sido el holocausto, no habría sido apto para ser la ofrenda por el pecado.

Como holocausto, Cristo fue degollado, despojado y cortado en trozos. ¿Cómo pudo estar dispuesto a ser degollado? Porque estaba absolutamente entregado a Dios. ¿Cómo pudo estar dispuesto a ser desollado y cortado en trozos? Porque estaba absolutamente entregado a Dios. La razón por la cual nosotros no estamos dispuestos a ser degollados, desollados ni cortados en trozos es que no estamos absolutamente entregados a Dios.

¿Por qué los cristianos siguen teniendo problemas en su vida familiar? ¿Por qué existen problemas entre los hermanos y entre las hermanas en la iglesia, y también entre los ancianos y los colaboradores? Puesto que hemos sido salvos y amamos al Señor Jesús, no debiera haber ningún problema. Es natural que haya problemas entre las personas de la sociedad que no son salvas, pero ¿por qué existen problemas entre los santos en la iglesia? La razón por la cual tenemos problemas en nuestra vida matrimonial y en la vida de iglesia es que no estamos absolutamente entregados a Dios.

Las parejas argumentan y discuten incluso al realizar cosas para Dios. Pese a que un hermano y su esposa aman al Señor, es posible que discutan, aun respecto al asunto de amar al Señor. Además, podrían argumentar acerca de ofrendar dinero a Dios. Tal vez uno de los cónyuges quiera dar cierta cantidad de dinero para un propósito determinado, y el otro quiera destinar ese dinero para otro propósito. A veces también un hermano y su esposa pueden estar en desacuerdo sobre qué himno cantar para alabar al Señor en la reunión de hogar. Debido a este desacuerdo, se echa a perder la reunión. Todas estas discusiones se deben a que no estamos absolutamente entregados a Dios.

En Hechos 15 vemos que se suscitó un problema entre Bernabé y Pablo (vs. 35-39). Fue Bernabé quien había introducido a Saulo de Tarso en la comunión del Cuerpo (9:26-28). También fue Bernabé quien buscó a Saulo y lo introdujo en el ministerio neotestamentario (11:25-26). Sin embargo, en Hechos 15, después de haber obtenido la victoria con relación al problema de la circuncisión, se separaron. Podríamos dar diferentes razones por las cuales se produjo esta separación, pero a los ojos de Dios, el problema se debió a una sola cosa: no estar absolutamente entregados a Dios.

Debido a que Cristo estaba absolutamente entregado a Dios y nosotros estamos entregados a Él sólo de manera limitada, no podemos experimentar a Cristo como holocausto de manera completa. Tal vez estamos entregados a Dios, pero no de manera absoluta. Por consiguiente, sólo podemos ofrecer Cristo como holocausto a Dios de manera limitada.

A fin de ofrecer a Cristo como holocausto a Dios, debemos experimentar a Cristo en Sus experiencias, y luego, conforme a las experiencias que tengamos de Cristo, podremos ofrecerle a Dios el Cristo que hemos experimentado. Supongamos que en nuestra vida matrimonial y en nuestra vida de iglesia experimentamos a Cristo en el aspecto de que Él fue llevado al matadero. Si éste es el caso, no habrá riñas en nuestra vida matrimonial ni tendremos problemas en la vida de iglesia. Mientras sigamos discutiendo con nuestro cónyuge, no podremos ofrecer Cristo como holocausto a Dios en las reuniones de la iglesia, por cuanto todavía no hemos experimentado a Cristo en Su experiencia de ser degollado. Si no experimentamos a Cristo en Sus experiencias como holocausto para Dios, será vano todo lo que digamos acerca de Cristo como holocausto. No tendremos ningún holocausto que ofrecer a Dios, a menos que experimentemos a Cristo en Su experiencia.

Consideremos detalladamente nuestra experiencia de Cristo en Sus experiencias como holocausto para la satisfacción de Dios.


Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.

Back to Top