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Estudio-vida de 1 Corintiospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1445-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 25 de 69 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LA PRIMERA
EPISTOLA A LOS CORINTIOS

MENSAJE VEINTICINCO

SE NECESITA CRECER EN VIDA

(2)

Lectura bíblica: 1 Co. 3:1-9

En 3:1 Pablo dice a los creyentes de Corinto: “Y yo, hermanos, no pude hablaros como a hombres espirituales, sino como a carne, como a niños en Cristo”. Pablo se refiere a ellos como a niños, lo cual indica que no habían crecido en vida después de recibir los dones iniciales de la vida divina y del Espíritu Santo.

Si los santos de cierta localidad carecen del crecimiento de la vida, no podrán llevar la vida de iglesia. De hecho, no existirá la realidad de la iglesia entre ellos. Serán una iglesia local en nombre, pero no en realidad. La iglesia estará presente como congregación de personas salvas, pero no tendrá la realidad del crecimiento de la vida, ni experimentará ni disfrutará a Cristo. Además, donde falta el crecimiento de la vida, la vida cristiana será un desorden, la vida de iglesia sufrirá daño y la vida del Cuerpo será destruida. Esto era justamente lo que sucedía en Corinto. Aunque los creyentes habían recibido los dones iniciales, no habían crecido en vida. La vida divina y el Espíritu Santo habían sido sembrados en ellos, pero al no experimentar el crecimiento en vida, no llevaban la vida cristiana, la vida de iglesia ni la vida del Cuerpo.

Consiente de la situación, Pablo no habló de la iglesia doctrinalmente, sino desde la perspectiva de la vida, la alimentación, el riego y el crecimiento. Solamente experimentando el crecimiento en vida podría existir entre los corintios la realidad de la iglesia, pues experimentarían a Cristo, y sólo así se edificaría la vida del Cuerpo.

TRES DONES DIFERENTES

En 1 Corintios se mencionan tres dones diferentes: los dones iniciales en el capítulo uno y los dones milagrosos y los dones de madurez mencionados en los capítulos doce y catorce. Como hemos subrayado, los dones iniciales, los cuales reciben los creyentes al ser salvos, comprenden la vida divina y el Espíritu Santo. Entre los dones milagrosos figuran el don de sanidad y el de hablar en lenguas. Lo que el asna de Balaam hizo al hablar en un idioma humano, obviamente fue un acontecimiento milagroso, un verdadero caso de hablar en lenguas, pues se trataba de un ser que no poseía la vida humana. Hablar en lenguas según consta en los capítulos doce y catorce se refiere a hablar en un idioma comprensible, uno que el que lo habla no conoce de antemano. El creyente, repentinamente y bajo el poder divino, habla milagrosamente en otro idioma. Esta es la verdadera experiencia de hablar en lenguas. Este don milagroso, a diferencia de los dones de madurez, no requiere que uno crezca en vida.

La manera auténtica de hablar en lenguas es diferente a la que comúnmente se practica hoy, según la cual las personas emiten sonidos y sílabas que no tienen nada que ver con ningún idioma comprensible. Si se grabaran dichos sonidos y los analizara un lingüista, se comprobaría que no pertenecen a ningún idioma ni dialecto.

En los capítulos doce y catorce, Pablo hace mención tanto de hablar en lenguas como de interpretarlas. Entre los grupos pentecostales y carismáticos existen muchos supuestos casos en los que se habla en lenguas y se interpretan. Pero muchos de estos casos no son auténticos. Por ejemplo, en cierta reunión alguien emite sonidos o sílabas. Posteriormente alguien los interpreta de cierta manera. En otra reunión la misma persona profiere los mismos sonidos, pero en esta ocasión se le da una interpretación diferente. Así que, el mismo sonido recibe dos interpretaciones distintas. Esta práctica no refleja un don milagroso auténtico, sino un invento humano del hombre natural.

La sanidad, en especial la que Pablo menciona, indudablemente es un don milagroso. Pero en las campañas de sanidad que celebran los cristianos actualmente existen muchos falsos casos de sanidad. En muchas de dichas campañas, no existe ni siquiera un solo caso genuino.

En los capítulos doce y catorce encontramos otra categoría de dones, los de madurez, entre los cuales figura la profecía. Profetizar es superior a hablar en lenguas, pues lo último no edifica la iglesia mientras que lo primero sí (14:4). Todos debemos procurar los dones que edifican la iglesia, especialmente el de profetizar.

Si deseamos profetizar para edificar la iglesia, debemos experimentar la vida divina. Esta experiencia es la base de nuestra competencia profética. Si no experimentamos debidamente la vida divina, no podremos profetizar, y como resultado, no edificaremos la iglesia.

El don de profetizar del que habla 1 Corintios es diferente del que comúnmente se practica en los grupos carismáticos de hoy. Por ejemplo, hace muchos años alguien profetizó que un gran sismo destruiría la ciudad de Los Angeles. Normalmente, las llamadas profecías, siguiendo el modelo antiguotestamentario, concluyen con las palabras: “Así dice el Señor”. Pero en 1 Corintios, profetizar equivale a hablar por Cristo y emitirlo por el hablar. Si deseamos profetizar es necesario que primeramente experimentemos a Cristo. Sólo así podremos ministrarlo a la iglesia. Así que, la experiencia es un requisito para profetizar, para emitir a Cristo hablan- do. En el caso de los corintios, posiblemente poseían dones milagrosos, pero carecían de los dones de madurez, tales como el don de profetizar, el cual edifica la iglesia.

En 1 Corintios también se menciona el don de presidir, un don basado en la madurez. No se puede esperar que un santo joven sea uno que preside, pues para esto se requiere cierto nivel de madurez. Puesto que este don tiene que ver con la función de un anciano, el que preside no debe ser un bebé.

Los creyentes de Corinto carecían de dones de madurez. En particular, les faltaba el don de emitir a Cristo por el hablar, el cual suministra la iglesia y la edifica, y el don de presidir debidamente. Los corintios habían recibido los dones iniciales, pero pocos de ellos habían crecido en vida. Por consiguiente, no tenían ni el don de profetizar ni el de presidir, los cuales edifican la iglesia.


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