Información del libro

Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6571-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea

Actualmente disponible en: Capítulo 59 de 64 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO

MENSAJE CINCUENTA Y NUEVE

PALABRAS DE ADVERTENCIA

(1)

Lectura bíblica: Lv. 26:1-20

Según nuestro entendimiento, tal vez pensemos que el libro de Levítico debiera concluir en el capítulo 25, el cual habla del jubileo. Sin embargo, aún faltan dos capítulos más. En el capítulo 26 encontramos unas palabras de advertencia, y en el capítulo 27 se nos habla de las dedicaciones por voto. El hecho de que el capítulo que contiene las palabras de advertencia siga inmediatamente después del capítulo que habla del jubileo indica que, en cuanto al jubileo, no debiéramos dar tantos gritos ni emocionarnos excesivamente. En lugar de ello, debemos tener una mente sobria para considerar la situación. Ésta es la razón por la cual, después del jubileo, un tiempo en el cual se daban gritos y aclamaciones, vienen unas palabras de advertencia. Después de esto, en el capítulo 27, vienen unas palabras adicionales que son como una especie de epílogo. En este mensaje empezaremos a considerar las palabras de advertencia.

Las palabras de advertencia que encontramos en Levítico 26 no son meramente palabras humanas. No, el estilo con que se habla, el contenido y todo lo relacionado con estas palabras no es algo meramente humano, sino que es el oráculo divino. Sólo Dios puede hablar de esa manera, y sólo Él puede dar palabras de advertencia como éstas y con un contenido que es verdaderamente maravilloso, lleno de hechos y predicciones.

En estas palabras de advertencia podemos ver el destino de Israel en su apostasía. Los hijos de Israel fueron escogidos por Dios desde la época de Abraham, el primero de sus padres. Luego, Dios los redimió sacándolos de Egipto, los llevó por el desierto y los puso en la buena tierra, donde Él estuvo con ellos por mucho tiempo. Sin embargo, el pueblo de Israel cayó en apostasía y, en cierto sentido, Dios lo abandonó.

Aparentemente Dios retiró Su mano de ellos y los dejó. Pareciera que durante veintisiete siglos la mano de Dios ha permanecido lejos de Su pueblo; sin embargo, éste no es el caso. En estas palabras de advertencia vemos una especie de profecía que dice que el Dios que escogió a Israel jamás lo ha abandonado. Su misericordia para con ellos nunca ha cesado. Al final, en Su misericordia, Dios los traerá de nuevo a la tierra de sus padres.

Las palabras de advertencia en Levítico 26 están llenas de instrucción; están llenas de cosas que debemos estudiar y aprender. Sin embargo, en los dos mensajes que dedicaremos a este capítulo simplemente presentaré los puntos básicos, y dejaré el resto al Espíritu que ilumina, el cual, sin duda alguna, les hablará a ustedes.

I. NO TENER ÍDOLOS, NI HACERLOS
NI INCLINARSE ANTE ELLOS

“No haréis para vosotros ídolos, ni os levantaréis imagen tallada o estela, ni pondréis en vuestra tierra figura de piedra para inclinaros a ella, porque Yo soy Jehová vuestro Dios” (26:1). El hecho de que no debían tener ídolos, ni hacerlos ni inclinarse ante ellos significa que aparte de Dios, no debemos perseguir ninguna otra meta, a fin de no perder la posición que nos permita disfrutar de nuestra posesión divina.

Estamos en el jubileo. Pero si buscamos algo aparte de Dios, podríamos perder el disfrute del jubileo. Aparte de Dios, toda otra meta que tengamos es un ídolo. Por ejemplo, podríamos procurar obtener un título universitario de tal modo que ello se convierta en un ídolo para nosotros, una meta que perseguimos aparte de Dios. Por supuesto, esto no significa que no necesitemos recibir una buena educación. Lo que queremos decir es que no debemos hacer del título una meta que perseguimos aparte de Dios. Debemos tener una sola meta, una meta única, a saber: Dios como nuestro único objetivo.

II. GUARDAR EL SÁBADO DE DIOS

“Guardaréis Mis Sábados” (v. 2a). Guardar el Sábado de Dios significa que sabemos que la obra de Dios fue realizada íntegramente por Él a fin de que podamos disfrutarla y que no hay necesidad de realizar obra alguna.

Debemos aprender a disfrutar lo que Dios ha logrado. Esto, sin embargo, es una lección difícil, puesto que se nos ha enseñado a trabajar y a hacer muchas cosas. Esto nos enseña que, en vez de trabajar, debemos respetar, participar y disfrutar lo que Dios ha hecho por nosotros. Aunque Cristo lo ha hecho todo por nosotros, es probable que no estemos disfrutando de esos logros; más bien, en lugar de disfrutar lo que Cristo ha hecho, quizás sigamos laborando, dejando de lado lo que Cristo logró. Esto es una ofensa para el Señor. Por consiguiente, debemos aprender a recibir, valorar, respetar y disfrutar lo que Dios ha hecho y no intentar hacer nada por nosotros mismos.


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