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Estudio-vida de Gálataspor Witness Lee

ISBN: 0-87083-671-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 18 de 46 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE GALATAS

MENSAJE DIECIOCHO

LA PROMESA EN CONTRASTE CON LA LEY

Lectura bíblica: Gá. 3:2b, 3b, 6, 9-11, 13-14, 17, 21-25

El Nuevo Testamento revela que en la eternidad pasada Dios se propuso algo, es decir, hizo un plan. Este propósito consistía en tener un pueblo escogido por El, cuyos miembros recibirían la filiación y así serían hijos de Dios, entre quienes el Hijo de Dios sería el Primogénito, para después formar de ellos un hombre corporativo que expresara a Dios por la eternidad. Esta es una breve presentación del propósito eterno de Dios. Después de concebir este propósito, Dios llevó a cabo la obra de la creación. El punto central de la obra creadora de Dios es el hombre, debido a que el propósito de Dios es tener un pueblo que le exprese. Gracias a Génesis 1 sabemos que el hombre fue hecho a la imagen y semejanza de Dios. En otras palabras, el hombre fue creado con el potencial de expresar a Dios. En el tiempo de la creación, el hombre no tenía la vida divina ni la naturaleza divina. Sin embargo, fue creado con la capacidad de recibir a Dios y de llegar a ser uno con El.

LA CAIDA, LA MALDICION Y LA PROMESA

Sabemos que después de la creación el hombre cayó. Por un lado, la caída de Adán introdujo el pecado y los pecados; por otro lado, la caída de Adán introdujo la maldición. Por consiguiente, el hombre que Dios creó a Su propia imagen y conforme a Su semejanza, llegó a estar envuelto con el pecado y vino a estar bajo la maldición. El hecho de que la humanidad siguiera un curso cuesta abajo a partir de Génesis 3, indica que el hombre está bajo una maldición. En Caín, la segunda generación de la humanidad, vemos esta maldición. Debido a que todos los hijos de Caín estaban bajo la maldición, cayeron cada vez más bajo. Por último, el hombre cayó hasta tal grado que, en Babel, vino a estar en división y confusión. No puede existir duda alguna de que el hombre caído está envuelto en el pecado y bajo maldición.

En medio de tal situación caída, el Dios de gloria se le apareció a Abraham (Hch. 7:2). Es de importancia que la Biblia no dice que el Dios de amor se le apareció a Abraham, sino que el Dios de gloria se le apareció. En Adán vemos el pecado y la maldición, pero en Abraham vemos la promesa de Dios. Según Génesis 12:3, Dios le prometió a Abraham que en él todas las naciones serían benditas. El antecedente para esta promesa era la maldición que pesaba sobre la humanidad. Debido a que la humanidad estaba bajo una maldición, el hombre iba cuesta abajo. Pero entonces intervino Dios, llamó a Abraham y le prometió que en él todas la naciones, es decir, la humanidad en su estado de división y confusión, serían benditas. Sin duda alguna estas fueron buenas nuevas. No es de asombrar que Pablo haya considerado esto como el evangelio.

Sin embargo, el asunto que queremos recalcar aquí es la promesa. Al llamar a Abraham, Dios le hizo una promesa. En Gálatas 3:17 Pablo habla tanto de la promesa como del pacto. En este capítulo él también nos dice, en el versículo 8, que lo que Dios le dijo a Abraham en Génesis 12:3 fue la predicación del evangelio a Abraham. Decir esa promesa fue la predicación del evangelio. Además, el pacto ratificado en Génesis 15 fue la confirmación del evangelio.

En Génesis 12:3 la promesa era solamente una promesa, porque todavía necesitaba ser cumplida. En este capítulo no se nos dice cuándo, cómo ni dónde sería cumplida la promesa. Después, en Génesis 15 la promesa se convirtió en un pacto ya ratificado, y en Génesis 17 este pacto fue confirmado por la señal de la circuncisión. Sin embargo, aunque la promesa ya había sido ratificada como pacto y confirmada, todavía no estaba cumplida.

DIOS TRATA CON SU PUEBLO
CONFORME A LA PROMESA

Cuando Dios estaba ratificando la promesa en Génesis 15, haciendo de tal promesa un pacto, una gran oscuridad cubrió a Abraham (v. 12). Esta oscuridad fue una indicación de que antes de que la promesa fuera cumplida, el pueblo de Dios habría de pasar por un tiempo de oscuridad y habría de sufrir intensamente. La Biblia narra que los descendientes de Abraham fueron a Egipto donde pasaron por lo menos cuatrocientos años bajo la tiranía egipcia. Estos años fueron un largo periodo de oscuridad. Entonces, después de esos cuatrocientos años, Dios los sacó de la oscuridad de la tiranía egipcia. Dios no trató con ellos conforme a la ley, la cual no había sido dada todavía, sino conforme a la promesa que El le había hecho a Abraham, antecesor de ellos.

Es difícil encontrar en el libro de Exodo un versículo que nos diga que la intención de Dios al sacar de Egipto a los hijos de Israel era darles la ley. Sin embargo, es claramente afirmado que la intención de Dios era que ellos celebraran una fiesta para El. Moisés le dijo a faraón: “Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto” (Ex. 5:1). Sin duda Dios también planeaba revelarles el diseño de Su morada.

Antes de Exodo 19, no parece haber indicación de que Dios tuviera intención alguna de darles la ley. Al principio de este capítulo Dios dirigió al pueblo unas palabras muy placenteras: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Ex. 19:4). El Señor pasó a decirles que si daban oído a Su voz y guardaban Su pacto, ellos le serían especial tesoro y serían un reino de sacerdotes y gente santa (vs. 5-6). Las palabras de Dios estaban llenas de gracia. Cuando el pueblo oyó lo que Dios había dicho, contestaron: “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (v. 8). Después de que el pueblo respondió así, la atmósfera en torno al monte Sinaí cambió. La atmósfera agradable fue reemplazada por otra aterradora. Atemorizados por esta atmósfera, los hijos de Israel le pidieron a Moisés que fuera su representante para reunirse con Dios. En medio de esta situación, fueron dados los Diez Mandamientos. Así que, en Adán vemos la caída; en Abraham, la promesa; y en Moisés, la ley. Los capítulos veinte al veintitrés de Exodo están relacionados con la ley.

Pero inmediatamente después de estos capítulos y sus decretos y ordenanzas, llegamos al capítulo veinticuatro, donde vemos que la situación en torno al monte Sinaí cambió de nuevo. Moisés, Aarón, Nadab, Abiú y los setenta ancianos de Israel ascendieron al monte. Según las palabra de Exodo 24:10, “vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno”. ¡Qué escena tan maravillosa! Fue en medio de este escenario que Dios le reveló a Moisés el diseño del tabernáculo.


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