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Estudio-vida de Éxodopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0346-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 10 de 185 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE DIEZ

LA VISION COMPLETA DEL LLAMADO
QUE DIOS HIZO A MOISES

En este mensaje, debemos ver la visión completa del llamado que hizo Dios a Moisés. Según los capítulos tres y cuatro de Exodo, este llamado abarca cinco puntos: la zarza ardiente, la revelación de quien es Dios y que es Dios, el propósito del llamado de Dios, las tres señales, el complemento de Aarón y el corte de Séfora. Estudiaremos el propósito del llamado de Dios en el próximo mensaje; en este mensaje veremos los otros cuatro aspectos del llamado de Dios.

Primero Moisés recibió la visión de una zarza que ardía sin ser consumida. Esta visión fue única. Después de que Moisés contempló la zarza ardiente, Dios se reveló a Si mismo a él. La revelación del nombre de Dios fue en realidad la revelación de Dios mismo. Ninguna otra porción de la Palabra nos proporciona una revelación tan clara y profunda del nombre divino como lo hace el tercer capítulo de Exodo. Dios dijo a Moisés que Su nombre era “YO SOY EL QUE SOY”. Esto indica que el nombre de Dios aquí es una forma del verbo ser. Apocalipsis 1:8 afirma que el Señor Dios es “El que es, que era, y que ha de venir”. Además Dios dijo a Moisés que El era el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Este título revela que Dios no es solamente el Dios del ser, de la existencia, sino que El es también el Dios de resurrección.

En el capítulo cuatro, Moisés recibió tres señales: la señal de la vara que se convirtió en serpiente, la señal de la mano que se hizo leprosa, y la señal del agua que se hizo sangre. Al final de este capítulo, él recibió la ayuda masculina y la ayuda femenina. La ayuda masculina, proporcionada por Aarón, fue el complemento, y la ayuda femenina, proporcionada por Séfora, fue el corte. Este corte hizo que Moisés fuera un marido “de sangre”, un hombre bajo sentencia de muerte. El llamado que hizo Dios a Moisés se completó únicamente después de que él recibió estas dos clases de ayuda. Es entonces que Moisés fue útil al Señor y plenamente preparado para llevar a cabo la comisión de Dios. Si vemos esta visión completa del llamado de Dios, una visión que va desde de la zarza ardiente hasta el corte de Séfora, quedaremos profundamente impresionados.

I. LA ZARZA ARDIENTE

Cuando Moisés fue llamado por Dios, él tuvo la gran visión de una zarza ardiente. Hemos señalado que la zarza ardiente se refiere al pueblo redimido de Dios. Antes éramos espinas bajo la maldición en Génesis 3, pero en Exodo 3, somos una zarza redimida. Ahora Dios está ardiendo dentro de nosotros y sobre nosotros. Esta zarza ardiente son los hijos de Israel en el Antiguo Testamento y la iglesia en el Nuevo Testamento. En la iglesia hoy, todavía hay “espinas”; ésta todavía no es una piedra preciosa. No obstante, alabamos al Señor porque estamos pasando por el proceso de transformación.

En Deuteronomio 33:16, Moisés habló de Dios como Aquel que moraba en la zarza. Esta palabra fue pronunciada cuando Moisés tenía ciento veinte años de edad, cuarenta años después de haber recibido la visión de la zarza ardiente. Moisés nunca se olvidó de esta visión, aún después que el tabernáculo fue construido y que Dios vino a morar en él. En Deuteronomio 33:16, ¿por qué Moisés no habló del beneplácito de “Aquel que moraba en el tabernáculo”? Creo que para Moisés, hablar de Dios quien mora en el tabernáculo no habría sido tan dulce como hablar de Dios quien mora en la zarza. Creo que cuando estemos en la Nueva Jerusalén, nos acordaremos de que una vez fuimos zarzas en las cuales moraba Dios. ¡Cuán maravilloso es que una zarza pueda ser la morada de Dios en la tierra hoy!

Desde Exodo 3 hasta Apocalipsis 21, podemos trazar el camino de la morada de Dios. La meta final de Dios consiste en obtener una morada. Esto significa que el propósito eterno de Dios consiste en edificar Su habitación. En Génesis, tenemos la revelación de la casa de Dios en Betel, pero no tenemos la edificación actual de la casa de Dios. Al principio de Exodo Dios moraba en la zarza, pero al final del libro, El moraba en el tabernáculo. El tabernáculo con el arca llegó a ser el punto de enfoque de la historia de los hijos de Israel. Finalmente, el tabernáculo fue agrandado y llegó a ser el templo.

El Señor Jesús vino como el tabernáculo de Dios (Jn. 1:14), y como el templo de Dios (Jn. 2:19). La iglesia hoy también es el templo de Dios (1 Co. 3:16). Finalmente, este templo se consumará en la Nueva Jerusalén, que será el templo de Dios en la eternidad.

En el principio, la morada de Dios fue una zarza redimida, pero gradualmente esta zarza es santificada, transformada, conformada, y aún glorificada. El tabernáculo es un ejemplo de la transformación. En el tabernáculo, hay madera de acacia cubierta de oro y también lino entretejido con hilo de oro. Tanto la madera de acacia como el lino representan la humanidad, y el oro representa la divinidad. Esta humanidad entretejida y cubierta es una humanidad transformada. En Exodo 3, la morada de Dios era una zarza, pero en Exodo 40, Su morada era el tabernáculo hecho de humanidad cubierta y entretejida con la divinidad.

Tanto la zarza como el tabernáculo son símbolos. La morada actual de Dios no era la zarza física ni tampoco el tabernáculo, sino Su pueblo. Después de que los hijos de Israel fueron disciplinados por Dios, se convirtieron en madera de acacia cubierta de oro y también en lino entretejido por hilo de oro. La iglesia hoy es el cumplimiento de esta tipología. Hoy la iglesia puede ser una zarza redimida. No obstante, llegará el día en que seremos oro, perlas, y piedras preciosas. ¡Alabado sea el Señor por la visión maravillosa de la morada de Dios! Esta visión cubre la habitación de Dios desde la etapa inicial, la etapa de la zarza, hasta la etapa consumada, la etapa de la Nueva Jerusalén.

Cuando Moisés fue llamado por Dios, él vio el fuego santo ardiendo dentro de la zarza. Cuando Pablo fue llamado, él tuvo la misma visión, al menos en principio. El vio al Dios Triuno ardiendo dentro de Sus redimidos. Mediante esta llama divina, el fuego santo era uno con la zarza, y ésta era uno con el fuego, que es el Dios Triuno mismo. En la actualidad Dios el Padre está en el Hijo y el Hijo como el Espíritu han descendido sobre nosotros como fuego. El Señor Jesús dijo una vez que El vino para derramar fuego sobre la tierra (Lc. 12:49). En el día de Pentecostés, el Espíritu descendió en forma de lenguas de fuego. Hoy en día el Señor sigue echando fuego sobre la tierra. Este fuego santo y este arder divino, nos han cautivado, y ahora somos parte de la zarza que arde con el Dios Triuno. El Dios Triuno arde dentro de la iglesia y sobre la iglesia que El escogió y redimió. Por tanto, la iglesia es el Dios Triuno que arde dentro de una humanidad redimida. Esta es la economía divina (1 Ti. 1:4).

Esta economía fue revelada a Pablo (Ef. 3:3-5, 9). De hecho, es el enfoque de la revelación divina. Moisés vio eso en símbolo, pero Pablo lo vio en realidad. ¡Cuanto alabamos al Señor porque Su economía también nos fue revelada! Proclamamos con denuedo que hemos recibido la visión de la zarza ardiente. Cada iglesia local es una zarza que arde con el Dios Triuno.

Me han preguntado por qué persisto tanto y no cambio nada acerca de la economía de Dios y su cumplimiento en las iglesias locales hoy. La respuesta es que yo he recibido la visión celestial. Moisés y Pablo no pudieron olvidar la visión que recibieron. Las epístolas de Pablo revelan que nada, incluyendo el encarcelamiento y el martirio, pudo desviarlo de la visión. Pablo permaneció firme hasta el fin porque él fue cautivado por la visión celestial. La muerte de los mártires del Señor sólo puede hacer que la zarza arda más que nunca.

En la actualidad miles de nosotros hemos recibido la visión de la zarza ardiente y nadie nos puede cambiar. Ni siquiera podemos cambiarnos a nosotros mismos. Si intentamos apartarnos de la visión, ésta no nos dejará ir. Hemos sido “arruinados” por la visión que hemos visto. En estos días estoy plenamente convencido de que nada puede sacudir a los santos en el recobro del Señor. El sacudirlos sólo los hace más absolutos. Muchos han testificado que no pueden desviarse de la visión de la iglesia en la economía de Dios. Los que se oponen al recobro del Señor deben darse cuenta de que es demasiado tarde ya que muchos han recibido la visión de la zarza ardiente. ¡Aleluya por la visión del Dios Triuno ardiendo dentro de la iglesia!

En los escritos de Pablo podemos encontrar cada aspecto del llamado que hizo Dios a Moisés. En las epístolas, vemos la visión de la zarza ardiente. En Efesios 1 y 3, vemos la economía divina, el dispensar del Dios Triuno dentro de Su pueblo redimido para que llegue a ser Su expresión. Esta dispensación produce la iglesia como la zarza ardiente de hoy. ¡Cuán feliz me siento por formar parte de esta zarza ardiente! Por haber recibido esta visión, nunca podríamos volver a la religión. Por el contrario, la visión hace que sigamos adelante. Incluso muchos jóvenes pueden testificar que han recibido la visión de la zarza ardiente, la visión de la economía de Dios en la iglesia de hoy.

Esta visión ha sido revelada dentro de nosotros. Aún si volviéramos al mundo, no podríamos borrar la visión que ha ardido dentro de nuestro ser. ¿Acaso no ha recibido usted la visión de la iglesia? ¿No ha visto usted que el Dios Triuno se está dispensando a Sí mismo dentro de Sus redimidos? ¡Alabado sea el Señor porque lo hemos visto! Usted quizá sea débil o se desvíe, pero esta visión no lo dejará ir. Aún cuando usted no quiera más la visión, ésta no lo dejará. Usted forma parte de la zarza ardiente, y no tiene ninguna posibilidad de escapar. ¡Aleluya por la visión de la zarza ardiente! Esta visión es el primer aspecto del llamado de Dios.


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