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Estudio-vida de Levíticopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6571-0
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Actualmente disponible en: Capítulo 12 de 64 Sección 1 de 3

ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO

MENSAJE DOCE

LA OFRENDA DE HARINA:
EL CRISTO QUE SATISFACE AL PUEBLO DE DIOS
Y QUE ÉSTE DISFRUTA JUNTAMENTE CON DIOS

(2)

Lectura bíblica: Lv. 2:2-13

Antes de considerar otros aspectos de la ofrenda de harina, quisiera comparar el holocausto y la ofrenda de harina.

En el holocausto, el ítem principal es la sangre (1:3, 11). En la ofrenda de harina, los ítems principales son el aceite y el olíbano (2:1). El aceite se mezcla con la harina y la unge, y el olíbano se pone sobre la ofrenda de harina.

El holocausto tiene como finalidad hacer expiación, propiciación. Tenemos necesidad de propiciación debido a que no estamos entregados a Dios de forma absoluta. Aunque no hayamos cometido ningún error ni hayamos pecado, y aunque seamos perfectos e íntegros, no llevamos una vida de total, completa, plena y absoluta entrega a Dios. Si no vivimos completamente entregados a Dios, carecemos de la gloria de Dios (Ro. 3:23). Esto significa que somos pecaminosos; somos pecaminosos al no vivir absolutamente entregados a Dios.

Dios es nuestro origen. Fuimos creados por Dios con el propósito de que lo expresáramos y representáramos. Pero para expresar y representar a Dios se requiere que llevemos una vida de absoluta entrega a Él. Sin embargo, entre el linaje humano caído nadie está absolutamente entregado a Dios. Quizás algunos de nosotros nos hemos entregado a Dios en gran medida, mas no de forma plena y completa. No vivimos absolutamente entregados a Dios como lo hizo el hombre Jesús cuando estuvo en la tierra. En los cuatro Evangelios se le describe como alguien que vivió absolutamente entregado a Dios. Ninguno de nosotros puede compararse con Él. Por esta razón, carecemos de la gloria de Dios y necesitamos que se haga propiciación por nosotros.

La propiciación se hace no sólo para redimir, sino también para resolver los conflictos que existen entre Dios y nosotros, los cuales impiden que haya paz. La propiciación apacigua el conflicto existente entre nosotros y Dios, y resuelve ciertos conflictos.

Para que se haga propiciación debemos ofrecer a Cristo como holocausto. Sin embargo, podemos ofrecer a Cristo como holocausto sólo en la medida en que lo hayamos experimentado. A fin de ofrecer Cristo como holocausto a Dios, debemos experimentar a Cristo en Sus experiencias.

Para hacer expiación, se necesita sangre. El holocausto únicamente se puede hacer con animales porque sólo ellos tienen sangre que derramar para expiación. Por esta razón, conforme a Levítico 1, el holocausto debía ser un novillo del ganado, una cabra o una oveja del rebaño, o tórtolas o palominos.

En la ofrenda de harina no se ve nada de la vida animal. Lo que vemos pertenece a la vida vegetal: el trigo, los granos y las espigas. Como tipo de Cristo, la vida vegetal indica el producto, la propagación y el aumento para que la vida sea suministrada al pueblo. En la ofrenda de harina no vemos sangre, sino aceite y olíbano. El aceite unge la ofrenda de harina y se mezcla con ella; el olíbano se pone sobre la ofrenda de harina. Con relación a la sangre, el aceite y el olíbano, hay una diferencia muy notable entre el holocausto y la ofrenda de harina.

Las ofrendas sirven como alimento a Dios y a nosotros para que Dios y nosotros podamos tener un disfrute mutuo. El holocausto era totalmente consumido por Dios; Dios era el único que lo comía. La “boca” de Dios era el fuego que consumía el holocausto, el fuego que ardía incesantemente, día y noche. En la manera en que Dios comía el holocausto vemos mucho orden. Esto es indicado por la manera ordenada en que se colocaban las partes del holocausto que habían de ser quemadas (Lv. 1:7-8). Todo lo que Dios hace, incluso comer el holocausto, lo hace de manera ordenada.

Debido a que el holocausto es para propiciación, puede ser ingerido únicamente por Dios. Dios es el único apto para disfrutar algo que se ofrece por nuestra propiciación. Por consiguiente, no se nos permite comer el holocausto.

Aunque no nos es permitido comer el holocausto, sí se nos permite comer parte de la ofrenda de harina. Cuando una persona ofrecía la ofrenda de harina, debía tomar “su puñado de la flor de harina con el aceite, junto con todo el olíbano”, y esto era quemado “sobre el altar; porción memorial es, ofrenda por fuego, aroma que satisface a Jehová” (2:2). Aquí vemos que parte de la harina y del aceite, y todo el olíbano, servía de alimento para Dios. Dios debe ser el primero en gustar y disfrutar la ofrenda de harina. El resto de la ofrenda de harina, que consiste de la flor de harina y el aceite sin el olíbano, era alimento de los sacerdotes.

Los sacerdotes sirven a Dios; su servicio es santo, y su alimento también es santo. Si hemos de servir a Dios como sacerdotes, debemos comer el alimento sacerdotal, el alimento santo acorde con nuestro servicio santo. Esta comida nos nutre a fin de que tengamos la fuerza necesaria para servir a Dios.

La ofrenda de harina guarda relación con el Cristo que satisface al pueblo de Dios y que éste disfruta juntamente con Dios. Primero, Dios disfruta Su porción de la ofrenda de harina, y luego nosotros disfrutamos nuestra porción. Nuestro disfrute es, por tanto, un disfrute mutuo, un disfrute que compartimos con Dios.


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