Información del libro

Estudio-vida de Colosensespor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0342-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 31 de 65 Sección 1 de 2

ESTUDIO-VIDA DE COLOSENSES

MENSAJE TREINTA Y UNO

LA CONCLUSIÓN DE LA EPÍSTOLA

Lectura bíblica: Col. 4:7-18

En este mensaje, llegamos a los versículos 4:7-18, los cuales forman la conclusión del libro de Colosenses.

En los versículos del 7 al 17 se halla una comunión por parte Pablo, y en el versículo 18 su salutación. A menudo me he preguntado la razón por la cual se dedica una porción tan larga de esta epístola para estas palabras de conclusión. ¿Por qué Pablo no usó estos versículos para abundar más acerca del Cristo todo-inclusivo? Si examinamos la revelación presentada en este libro, veremos que el espacio destinado a la conclusión parece estar fuera de proporción. Después de que Pablo nos dice que nuestra palabra debe ir siempre acompañada de gracia, sazonada de sal, él podía simplemente haber concluido su epístola con las palabras del versículo 18, y eliminar así todos los detalles presentados en estos versículos. No obstante, Pablo no hizo esto. En lugar de ello, antes de dar sus palabras finales, él les dijo a los colosenses que Tíquico, un hermano amado y ministro fiel, les haría saber todo lo que a Pablo se refiere, y que para esto mismo él les había mandado a Tíquico y a Onésimo. Además, les dijo que Aristarco, su compañero de prisiones, les saludaba; que recibieran a Marcos, el primo de Bernabé; que Jesús, llamado Justo, también les mandaba sus saludos; que Epafras combatía por ellos en sus oraciones, y que Lucas y Demas los saludaban. Asimismo, les pidió que saludaran a los hermanos de Laodicea, y que hicieran que esta epístola fuera leída también en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leyeran también ellos. Por último, les mandó que le dijeran a Arquipo: “Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el Señor”.

Si el libro de Colosenses no abarcara asuntos tan importantes, me sería más fácil entender que Pablo dedicara tiempo a lo mencionado en 4:7-17. Pero observemos el contraste tan marcado entre los aspectos elevados de Cristo que se mencionan en esta epístola, y la comunión de Pablo al final del capítulo cuatro. Aun así, estos versículos que Pablo escribió, forman parte de las Escrituras y no podemos tomarlos a la ligera. Por lo tanto, es importante que entendamos la razón por la cual se incluyeron éstos al final de la epístola.

UNA APLICACIÓN PRÁCTICA

Si analizamos estos versículos a la luz de toda la epístola, nos daremos cuenta de que son una aplicación práctica de lo que Pablo abarca en este libro. Podemos considerar estos versículos como una ventana a través de la cual podemos ver cuál era la situación de las iglesias de la región mediterránea durante la época de Pablo. Lo que vemos aquí es el vivir práctico del nuevo hombre. En 3:11 se nos dice que en el nuevo hombre “no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. En 4:7-17 tenemos un modelo práctico de la revelación en cuanto al nuevo hombre, dada en 3:10 y 11. En estos versículos enumeran diferentes clases de personas: judíos, griegos, los de la circuncisión y los de la incircuncisión, esclavos y amos. En 4:11 Pablo habla de los de la circuncisión. Onésimo, el cual había llegado a ser un “amado y fiel hermano” (v. 9), era un esclavo que pertenecía a Filemón, padre de Arquipo (Flm. 10-13, 1-2). Por consiguiente, Arquipo era un amo. Por lo tanto, el propósito de Pablo en estos versículos era presentar un modelo de cómo vive el nuevo hombre.

TOMAR CONCIENCIA DEL NUEVO HOMBRE

Esta epístola fue enviada de Roma a Colosas. En tiempos antiguos, esto representaba un viaje largo. En la región geográfica que separaba a Roma de Colosas existían muchas clases de personas. No obstante, en esta región cerca del Mediterráneo, el nuevo hombre fue producido y vivía de una manera práctica. A pesar de lo incómodo que era viajar en esa época, había mucho tráfico entre las iglesias. Esto nos deja una lección. Aunque hoy en día disfrutamos de todas las comodidades modernas y de los medios de transporte, es posible que no haya tanto tráfico entre las iglesias hoy como lo hubo en la época de Pablo. Además, tengo que reconocer que nunca he escrito una carta con la cantidad de saludos que contiene el libro de Colosenses. Observe cuántos nombres se mencionan en 4:7-17: Tíquico, Onésimo, Aristarco, Marcos, Bernabé, Justo, Epafras, Lucas, Demas, Ninfas, y Arquipo. Pablo habla también de los hermanos de Laodicea, de la iglesia que se reunía en la casa de Ninfas, y de la iglesia de los laodicenses. (La iglesia que estaba en la casa de Ninfas era la iglesia en Laodicea, la cual se reunía en su casa). La mención de todos estos nombres indica que Pablo estaba muy consciente del nuevo hombre.

El nuevo hombre, que vivía en la tierra de una manera práctica, estaba constituido de aquellos que, conforme a la cultura y la condición social, eran griegos, judíos, circuncisos, incircuncisos, bárbaros, escitas, esclavos y libres. Sin embargo, como hemos hecho notar anteriormente, el verdadero constituyente del nuevo hombre es única y exclusivamente Cristo. Puesto que Cristo es el único constituyente del nuevo hombre, no debería haber diferencias ente los creyentes que forman parte de este nuevo hombre.

Además, no debería haber diferencias entre las iglesias, por ejemplo, no debería haber ninguna diferencia entre la iglesia en Laodicea y la iglesia en Colosas. Esto lo demuestran las instrucciones que Pablo dio en cuanto a la lectura de estas cartas: “Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros” (4:16). Lo que Pablo escribió a los colosenses era también para los laodicenses, y lo que él escribió a los laodicenses era para los colosenses. ¡Cuánta comunión, unidad, armonía y contacto íntimo implica esto!

En 4:7 Pablo dice: “Todo lo que a mí se refiere, os lo hará saber Tíquico, amado hermano y fiel ministro y consiervo en el Señor”. Pablo le había encargado a Tíquico que hiciera saber a los colosenses todo lo relacionado con él. Si Pablo no hubiese estado consciente del nuevo hombre, no habría visto necesario dar a Tíquico tal encargo; más bien, él podía haber pensado: “¿Por qué debería contarles a los de Colosas todos mis asuntos? Ellos están en Asia menor, y yo estoy aquí en Roma, muy lejos de ellos”. No obstante, Pablo estaba muy consciente del nuevo hombre.

Los colosenses también estaban conscientes del nuevo hombre. Si no estuviesen conscientes del nuevo hombre, que en aquel tiempo se expresaba en la región mediterránea, habrían considerado los asuntos de Pablo de su propia incumbencia y no les habría interesado escuchar de ellos. Sin embargo, tanto los santos de Colosas como Pablo y los que con él estaban, eran realmente miembros del nuevo hombre.


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