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Estudio-vida de Romanospor Witness Lee

ISBN: 0-7363-2929-3
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ESTUDIO-VIDA DE ROMANOS

MENSAJE TREINTA Y TRES

LOS ASUNTOS BÁSICOS DE LOS
CAPÍTULOS DEL CINCO AL OCHO

En este mensaje veremos algunos de los asuntos básicos de los capítulos del 5 al 8 de Romanos.

DOS HECHOS Y DOS EXPERIENCIAS

La última parte del capítulo 5 nos lleva a reconocer el hecho de que hemos estado en Adán. Es un hecho indiscutible que anteriormente estuvimos en Adán. Todo ser humano está en Adán o estuvo en él. El capítulo 6 demuestra el hecho de que ahora nos encontramos en Cristo. Así que, podemos darle al capítulo 5 el título: “En Adán” y al capítulo 6: “En Cristo”. Recordemos que hablamos de dos hechos, uno pasado y el otro presente. Nosotros estuvimos en Adán, pero ahora estamos en Cristo. ¡Cuánto mejor es el hecho presente!

El capítulo 7 abarca nuestra experiencia en la carne, lo cual no es simplemente un hecho, sino una experiencia. Por lo tanto, encima del capítulo 7 podemos escribir: “En la carne”.

El capítulo 8 describe nuestra experiencia en el espíritu. Es difícil determinar si éste es el Espíritu Santo o el espíritu humano, porque se refiere al espíritu mezclado. Por lo tanto, el título del capítulo 8 puede ser: “En el espíritu”.

En los capítulos 5 y 6 tenemos dos hechos: el hecho de estar en Adán y el de estar en Cristo. En los capítulos 7 y 8 tenemos dos clases de experiencias: la experiencia que se tiene al estar en la carne y la que se tiene al estar en el espíritu. La experiencia de la carne es la que corresponde a la experiencia relacionada con el hecho de estar en Adán. Este hecho, revelado en el capítulo 5, se experimenta en la carne según lo descrito en el capítulo 7. Si tuviéramos solamente el capítulo 5 sin el capítulo 7, tendríamos el hecho de estar muertos, pero no tendríamos la experiencia correspondiente. De la misma manera, la experiencia que se tiene al estar en el espíritu, tal como se presenta en el capítulo 8, es la experiencia relacionada con el hecho de estar en Cristo, tal como se revela en el capítulo 6. En otras palabras, el hecho de estar en Cristo puede ser experimentado sólo en el espíritu.

EN ADÁN

En Adán hay tres elementos principales: el pecado, la muerte y el ser constituidos pecadores (5:19). En Adán, heredamos el pecado, estábamos bajo el reinado de la muerte (5:12, 14) y fuimos constituidos pecadores. Además, Dios ejerció Su condenación sobre nosotros. El hecho de que fuéramos buenos o malos no cambiaba en nada nuestra situación. Aun si fuéramos las mejores personas, por el simple hecho de estar en Adán, seguiríamos siendo pecadores bajo condenación por parte de Dios. En Adán heredamos el pecado, estábamos bajo el reinado de la muerte, y fuimos constituidos pecadores que estaban bajo condenación. Éstos son hechos. Todos estábamos condenados aun antes de haber nacido. Así era el caso nuestro.

EN CRISTO

¡Alabado sea el Señor porque tenemos el segundo hecho: estamos en Cristo! Como resultado de estar en Cristo, tenemos la gracia con la justicia (5:17). En Adán teníamos pecado; en Cristo tenemos la gracia con la justicia. No tenemos la justicia sola ni la gracia por separado, sino que tenemos la gracia con la justicia. La gracia con la justicia es contraria al pecado. En Adán heredamos el pecado. En Cristo hemos recibido la gracia con el don de la justicia. La gracia y la justicia obran juntamente, porque la gracia obra a través de la justicia. Además, en Cristo tenemos vida eterna en vez de la muerte. Podemos aun reinar en esta vida eterna (5:17). Aunque la muerte una vez reinó sobre nosotros (5:14), ahora nosotros podemos reinar en vida. Además, en Cristo no somos condenados por Dios, sino justificados. En Cristo todos hemos sido justificados.

Quizá usted se pregunte cómo es que puede estar en Cristo. No tenemos duda de que estuvimos en Adán. Pero ahora ¿cómo podemos saber que estamos en Cristo? Estamos en Cristo al ser bautizados en Él (6:3) y al creer en Él (Jn. 3:15). El hecho de que somos bautizados en Cristo incluye el que hemos creído en Él. Por lo tanto, estamos en Cristo al creer en Él y al ser bautizados. Cuando creemos en Cristo, en realidad entramos en Él por nuestra fe. De la misma manera, el hecho de ser bautizados en el agua indica que somos bautizados en Cristo. Dios nos ha puesto en Cristo (1 Co. 1:30); todos debemos creer este hecho y contarlo como tal. ¡Aleluya, estamos en Cristo! Hemos sido trasladados de Adán a Cristo. Hoy puedo dar testimonio con gran confianza que no estoy más en Adán, sino en Cristo. Ya que estoy en Cristo, en Su muerte y en Su resurrección, todo lo que Él es ha llegado a ser mío. Todo lo que Él ha realizado es mío porque yo estoy en Él.

Consideremos el ejemplo del arca de Noé. El arca con las ocho personas a bordo pasó a través de muchas situaciones. Todo lo que el arca pasó fue también la experiencia de aquellas ocho personas, porque ellos estuvieron en el arca. Esto tipifica claramente el hecho de que estemos en Cristo. Cristo es nuestra arca, y nosotros, el pueblo en resurrección, estamos en Él. (El número ocho significa resurrección). Todo lo que Cristo ha obtenido y logrado y todo lo que Él es, ahora es nuestro. Su muerte, Su resurrección, Su vida, todo es nuestro. La muerte de Cristo puso fin a todo asunto negativo en el universo, y Su muerte es nuestra. Nada pone fin a una persona tanto como la muerte. Si alguien pregunta si usted está muerto o no, debe contestarle enfáticamente: “Sí, yo morí desde hace dos mil años (Ro. 6:6). La muerte de Cristo en la cruz se encargó de todo por mí y me llevó a mi fin de manera definitiva. Así que, estoy muerto”. ¡Alabado sea el Señor porque todos nosotros estamos muertos! Por un lado, morimos con Cristo; por otro, fuimos resucitados juntamente con Él (6:8, 11). Hemos resucitado, somos personas vivientes y estamos creciendo juntamente con Cristo en la semejanza de Su resurrección (6:5). Todos debemos creer estos hechos, reconocerlos como veraces, y considerarnos a nosotros mismos según ellos.

Si nos basamos en estos hechos, podemos presentarnos a Dios como esclavos y presentar nuestros miembros como armas de justicia para santificación (6:13, 19). Cuando nos apoyamos en el hecho de que nuestro viejo hombre fue crucificado y que vivimos para Dios en Cristo Jesús, y cuando nos presentamos a nosotros mismos junto con nuestros miembros a Dios como armas de justicia, se abre el camino para que la vida divina obre en nuestro interior con toda libertad. Esta vida divina transfundirá todo lo que Dios es dentro de nuestro ser y así seremos santificados. Ésta no es la redención objetiva efectuada en la cruz, sino la obra santificadora de Dios que opera subjetivamente en nuestro mismo ser.


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